El ritmo de los días y todas las urgencias a las que permanentemente tenemos que responder, nos saca de eje y nos perdemos a nosotros mismos en el afuera. Los tiempos están intensos y así se nos pasa la vida sin vivirla.
Trabajamos muchas horas, ponemos la mente y el cuerpo para responder al bombardeo de estímulos a los que estamos expuestos y de pronto, el estrés, la angustia y el agotamiento toman y ya nada tiene sentido. Estamos sobreviviendo, pasando los días. Perdemos la capacidad de disfrutar, de conectar con el otro y principalmente de volver a nosotros mismos.
“Es como si nunca estuviésemos ahí donde estamos físicamente a pleno. Nos cuesta prestar atención al entorno más inmediato y scroleamos todo el tiempo, nos distraemos, nos desconcentramos” Así lo afirma Marina Lisenberg, una de las especialistas más reconocidas de la Argentina en en técnicas de Mindfulness.
¿Hay salida? Sí. Está más cerca y es más fácil de lo que nosotros creemos. Empezar a prestarle atención a nuestra propia vida lo cambia todo porque es bien sabido que aquello en donde ponemos nuestra atención, crece. Entrenar nuestra capacidad de hacer una pausa, de estar presentes en el momento, de accionar con foco y registro de nosotros y de nuestro entorno modifica los resultados de las tareas, nos reconecta con lo que realmente nos pasa y cambia los vínculos con los otros. “El propósito original de la práctica de Mindfulness es aliviar el sufrimiento humano y empieza con el entrenamiento de la atención. Podemos relacionarnos de otra forma más allá de nuestros estados de ánimo y circunstancias con lo que nos pasa”, explica la licenciada. Lisenberg, que además es psicóloga y terapeuta familiar, espondió consultas para entender qué acciones concretas podemos empezar a implementar ahora mismo?
¿Estar conectados nos impide la real conexión?
Marina Lissenberg nos propone hacernos estas preguntas:
“¿Estamos capturados por el mundo virtual? ¿Qué sucede si nos apartamos al menos un rato de las redes sociales? ¿Existimos? “
«Cualquier área de nuestra vida puede enriquecerse si estamos ahí con atención: el desayuno, el baño, el traslado en auto o colectivo, las compras, el cocinar, el compartir una comida, el encontrarnos a hablar con alguien, hasta hacer un trámite”, explica la directora de Attentia. A ella le pedimos que nos ayude con ejemplos de acciones concretas que podemos modificar en nuestra vida cotidiana, aunque no hayamos estudiado ni practicado Mindfulness.
Tomar la decisión consciente de dejar el teléfono celular en el bolso o lejos de nosotros por unos minutos cada día, nos ayuda a modificar ese momento. Nos hace tomar contacto con lo que estemos haciendo de forma diferente. ¿Qué pensamientos surgen cuando no refrescamos el chequeo de nuestro móvil? ¿Qué sensaciones físicas tenemos? ¿Registramos ganas de comer o de movernos o sólo sentimos la urgencia por volver a teclear?
Definir un horario o un ambiente libre del uso de la tecnología, es otro cambio de hábito posible que colabora con nuestra desintoxicación de estímulos y nos puede devolver a un mejor estado o a uno que negamos y del que necesitamos ser conscientes.
Solo chequear mensajes cuando estamos con tiempo de responderlos es otra práctica útil en relación con uso de la tecnología móvil. Cada vez que usamos el teléfono para conectaros con otros, saludarlos o hacer un programa es bueno hacer una pausa antes de responder y detectar cómo nos sentimos físicamente, cómo respiramos, que emociones y pensamientos tenemos. ¿Estamos con nuestra atención focalizada o haciendo varias cosas a la vez?. Podemos usar la tecnología a nuestro favor y definir alarmas de los dispositivos como recordatorios para prestar atención intencionalmente por un rato.
Sobre las relaciones interpersonales, la psicóloga advierte: “Ya casi no hay conexiones humanas que no estén mediadas de alguna u otra forma por lo digital. Nos resulta difícil estar solos con nosotros mismos, arriesgarnos al encuentro íntimo, dejar de chequear el celular o cualquier otro gadget. Enseguida experimentamos molestia, inquietud, incluso angustia. Las consecuencias de este modo de existencia se evidencian en que cada vez más gente de todas las edades tiene picos de ansiedad cuando se olvidan o pierden su teléfono móvil. Además, los trastornos de sueño se están incrementando, la obesidad debido al sedentarismo también. Las redes, el delivery y la inmediatez nos confunden y así vivimos sobre estimulados y estresados.
Esta forma de vivir afecta también a nuestros hijos. Lo que los padres hacen y no lo que dicen, la forma en que ellos manejan el malestar y el estrés es clave y hace la diferencia. Convencida de esto, desde hace años, Lisenberg capacita a padres y a docentes para poder llevar las herramientas de atención plena no solo a los adultos. «Poder reconectarnos con el otro genera impacto en las verdaderas redes sociales, las humanas y de todas las generaciones. Los chicos y los adolescentes aprenden muy rápido, pero necesitan contextos adultos que los acompañen y los contengan en vez de recibir dobles discursos”, afirma.
El uso de la tecnología en la escuela primaria está muy extendido. Esto no es un problema si en paralelo se les enseña a los niños a relacionarse con ella y consigo mismos. Si no sucede, el abuso de la tecnología genera dependencia de las pantallas y los incapacita para poder disfrutar de un campamento o de unas vacaciones en un lugar donde la conexión no esté disponible.
De acuerdo a su experiencia, en la escuela se logran muy buenos resultados aplicando saberes de Mindfulness porque de esta forma se promueve la regulación emocional, la memoria, la concentración y el desarrollo de la empatía. En el ambiente educativo, las prácticas puede realizarse como parte de la rutina diaria, los docentes pueden facilitar ejercicios breves para enfocarse en el presente durante la jornada escolar. En su libro Atención Plena para niños y adolescentes. Prácticas de Mindfulness en la crianza, la salud y la educación profundiza sobre estos procesos, según publicó Todo Noticias.
Practicar atención plena no es un remedio, es una elección de cómo relacionarnos con el momento presente, aún si lo que sucede no nos gusta. Leer y practicar Mindfulness requiere de intención, compromiso y una elección personal. Forma parte de un proceso más amplio de transformación de nuestros modos de estar en el mundo, de estar presentes. «Se trata de recuperar la capacidad y el valor de una pausa. Si somos capaces de poder estar con nosotros mismos será posible volver a confiar en nuestros propios recursos internos”, concluye la psicóloga.