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Alconada Mon: «Intenté abrir una puerta a lo que he visto de los sótanos de la Argentina»


El periodista y prosecretario de redacción del diario La Nación, Hugo Alconada Mon, aseguró en Mar del Plata que «terminar con una matriz corrupta como la de la Argentina implica mucho más que corregir los organismos de control», y dijo que ese desafío «puede llevar varias generaciones».

Alconada Mon visitó ayer la localidad balnearia bonaerense para presentar su último libro, «La raíz de todos los males» (Editorial Planeta), que desde su lanzamiento en septiembre de 2018 vendió más de 40.000 ejemplares.

El autor contó en una entrevista con Télam que después de muchos años de investigación sobre los cruces entre corrupción pública y privada, y entre poder e impunidad, quiso contar «el cuento completo» en este trabajo: «Intenté abrir una puerta a lo que yo he visto de los sótanos de la Argentina, y a su vez que el lector sienta que se puede hacer algo para cambiarlo. Es un llamado al involucramiento».

– ¿Por qué cree que el libro se convirtió en best seller?
– Es algo muy raro, porque por un lado el libro es incómodo, y segundo, porque el contexto no ayuda. El libro no trata solo sobre un sector político determinado. No habla contra el macrismo o contra el kirchnerismo y entonces todo aquel que está en contra de ese sector lo lee con alegría. Por eso no imaginaba que fuera un best seller. Lo hablaba con la gente de la editorial. Yo estaba en contra de publicarlo ahora, porque en un contexto de recesión económica, de bajón, de que no alcanza la plata, vos querés volver a tu casa, tomarte una cerveza y ponerte a ver Netflix. Y este libro lo agarrás de canto y te lo empezás a pegar en los dedos. No es lo que te llevás a la playa en verano para desenchufarte.

– ¿Qué implica como periodista de investigación este grado de exposición?
– Eso es un ida y vuelta. A menudo para nuestro trabajo es bueno que no te conozca nadie y que puedas ir a un operativo policial y nadie sepa si sos ayudante del fiscal o policía. Por otro lado, esa exposición me ayuda a difundir, también me blinda, y también abre algunas puertas con gente que dice «ayer lo vi en tal programa, usted habla de tal tema» y te cuenta algo.

– ¿El lector elige este tipo de trabajos que describen el nexo entre poder e impunidad por autoflagelación o por un afán republicano?
– Yo creo que hay una mezcla. Los menos, lo compraron para ver si aparecen, o qué aparece de lo que ellos saben. Y yo creo por otra parte que un libro ofrece la posibilidad de contar algo como si fuera una película, de contar el cuento completo. O lo que yo sé de la historia. Hay profesionales que me preguntan para qué expliqué algo tan básico como qué es el lavado. Y lo hice porque hay gente que simplemente no sabe lo que es.

– ¿Cómo se puede revertir ese «equilibrio corrupto» del que habla en el libro?
– La naturalización del sistema corrupto es muy complicada. Se pueden ir mandando señales para corregirlo. Creo que hay algunos cambios o reformas que se pueden hacer muy rápido, pero algunos vicios nuestros van a demandar generaciones. Creo que nuestra generación ya está amortizada, está liquidada. Estamos trabajando para que nuestros hijos estén un poco mejor. Tiene que ver con el proceso educativo. Terminar con una matriz corrupta como la de Argentina es mucho más que corregir organismos de control. Hay que volver a explicar que hay que pagar los impuestos, que la moratoria es la excepción y no el principio, que el campeón no es el que va por la banquina, y que el que paga una coima no esté tomando champán y salga en la revista Caras.

– ¿Le preocupa que quede un mensaje de resignación respecto de la impunidad?
– Yo también lo he pensado. El libro es la sexta versión del mismo libro. Hice el primer borrador y se lo di a seis personas para que lo castigaran, vieran las inconsistencias, las imprecisiones. Y uno de los ejes era ese: ¿Cómo evitamos el cinismo? ¿Cómo evito que este libro quede como antisistema democrático? ¿Cómo hago para tratar de promover algo, y que al mismo tiempo no quede en voluntarismo, en que con tocar tres cositas, listo? Yo intenté abrir una puerta a lo que he visto de los sótanos, pero a la vez, que el lector no revolee el libro al mar y que aunque no haya una solución mágica, sienta que se puede hacer algo para cambiarlo, como pasó en otros países en los que la ciudadanía se involucró. Yo hago un llamado al involucramiento.

– ¿Existen las herramientas y las leyes para ese cambio?
– En la Argentina teórica tenemos las leyes, en la Argentina real no se aplican. En una tenemos organismos, en la otra no funcionan. Empecemos a aplicar lo que ya tenemos. La Oficina Anticorrupción durante años no tenía ni wifi. Tenemos el Cuerpo de Auditores de la Justicia Electoral, que es muy bueno, pero son siete. La legislación ya está, pero no se aplica. Por eso uno de los ejes centrales del libro es la hipocresía, la doble vara, el doble estándar.