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Opinión: «Javier, el maquiavélico»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

No sabemos si Milei leyó a Maquiavelo, de hecho me gustaría preguntarle si lo hizo. Sin embargo, basta verlo actuando para sospechar que es muy probable que tenga alguna edición de El Príncipe en su mesa de luz para releerlo todas las noches. En un artículo publicado el pasado el pasado jueves 14 en La Nación, titulado “El plan anti-Milei ideado por Milei”, Carlos Pagni destaca el pragmatismo del presidente a la hora de tomar decisiones. Como si las promesa de campaña no hubieran existido, y sin inmutarse, el libertario ha ido en contra de todo aquello que constituía su plataforma electoral. El hecho no parece ser percibido por sus votantes como una claudicación, y la mayoría de ellos perseveran en la convicción de que el sacrificio será compartido. Pagni cita un conocido pasaje de El Príncipe en el que se lee: “Todos comprenden que es muy loable que un príncipe cumpla su palabra y viva con integridad, sin trampas ni engaños. No obstante, la experiencia de nuestra época, demuestra que los príncipes que han hecho grandes cosas no se han esforzado por cumplir su palabra”. Es precisamente la frase que da carnadura a un texto que leí sobre el final de la carrera titulado “Elogio de la traición”. En el mismo, los autores, Jeambar y Roucaute, apelan a la máxima maquiaveliana para entronizar a la traición como uno de los motores fundamentales del devenir político. Y así se comporta a Milei, sin fijarse a quién traiciona. No sólo le falta a su electorado, también dejó pedaleando en varias ocasiones a cercanos, como Mauricio Macri y a íntimos, como Victoria Villarruel.

Si bien el libro del florentino está dedicado a Lorenzo de Médici, las recomendaciones están dirigidas a su hijo natural, Juliano, que llegaría a ser ungido Papa en 1523. Uno de los consejos fundamentales al Príncipe es que el mal debe aplicarse de una vez, rápidamente, para luego administrar progresivamente el bien. Y esa parece ser una de las máximas políticas de Javier Milei. Todo lo que haya que hacer se debe hacer ahora. Sabe, y si no sabe intuye, que no tiene demasiado tiempo. Recién acabamos de transitar la segunda semana de su gobierno y las medidas comienzan a acelerarse. El nuevo presidente ya ha visto la experiencia de sus predecesores, y sabe que el momento de avanzar aceleradamente es cuando se goza de las mieles del favor popular. La evidencia empírica muestra que el amor dura poco, y es preciso acelerar los tiempos para llevar adelante las reformas con urgencia, antes de que cambie el humor social. Sólo resta esperar para ver si Milei será capaz de ejecutar la sentencia maquiaveliana más temida: hacer el mal de tal modo que la venganza sea imposible.

Maquiavelo también recomendaba al Príncipe administrar sabiamente la aplicación del bien y del mal. Las medidas antipáticas, o que puedan afectar la imagen positiva del gobernante, siempre deben aplicarse a través de otros agentes o instituciones. Paralelamente, aquellas que favorecen el favor de los súbditos, deben ser ejecutadas por el Príncipe. Esto explica por qué Milei toma el protagonismo al anunciar los recortes en los gastos del Estado, la supresión de los privilegios de la casta, la eliminación de los ñoquis o la tolerancia cero a los desbordes de las protestas sociales; pero deja en manos del mercado el fenomenal ajuste y la obscena transferencia de ingresos de los trabajadores a los empresarios.

El presidente tiene dos desafíos por delante, al mismo tiempo que pisa el acelerador a fondo. Por un lado, conservar el apoyo de su base de sustentación electoral. Como una suerte de Moisés, necesita mantener alta la moral del pueblo mientras atraviesa el desierto de la crisis estanflacionaria, prometiendo un futuro próspero en la Canaán libertaria del mañana. Por otro lado, necesita consolidar una mayoría parlamentaria que le permita avanzar con las leyes que necesita para llevar adelante las reformas prometidas. Si bien es cierto que no le fue mal con los gobernadores, ya que sólo el núcleo duro de los mandatarios kirchneristas emitió un documento crítico, es evidente que los apoyos legislativos no serán gratuitos y todos se llevarán algo de las negociaciones. Incluso el gobernador Pullaro marcó sus diferencias con respecto a la implementación del protocolo anti-piquetes, a la vez que reclamó enfáticamente que el costo del ajuste no recaiga sobre las espaldas de las provincias productivas como la de Santa Fe.

El miércoles habló el presidente y anunció la firma de un DNU orientado a un fuerte desregulación de la economía argentina. Con una escenografía menemista, pero con un claro contenido libertario, Milei leyó sólo 30 de las más de 360 medidas que conforman el decreto. Ya habrá tiempo para analizar en detalle cada una de ellas, su alcance, su impacto y su viabilidad constitucional. A más de uno seguramente nos trajo la memoria del espanto, porque en la voz del presidente resonaba la de Alfredo Martínez de Hoz. Y es así, como decíamos antes, los tiempos se aceleran frenéticamente. Entre el Rodrigazo y el anuncio del programa de gobierno de la dictadura transcurrieron diez meses, ahora sólo fue una semana. Los que lo hemos vivido, o lo hemos estudiado, sabemos lo que se viene, por eso brota indeteniblemente la memoria del futuro, o como dice Fito, un deja vú de lo que va a venir. Por eso, mientras Milei llama a “que las fuerzas del cielo nos acompañen, yo prefiero que digamos: NUNCA MÁS.