Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
Pasaron las elecciones y los resultados terminaron por poner al gobierno en una situación de altísima vulnerabilidad. Como no podía ser de otra manera, sucumbió ante las presiones del FMI y devaluó el tipo de cambio oficial. La posterior corrida que llevó al blue al tocar los $800, es ya parte de la historia. Así fue que Sergio Massa llegó el martes pasado a Washington con los deberes hechos y, como no podía ser de otra manera, el Fondo aprobó el desembolso de U$S7.500 millones previsto para este mes. El dinero será por algunos minutos sólo un asiento contable, porque casi inmediatamente después de impactar la transferencia, se deberán cubrir los créditos puente que se utilizaron para pagar los vencimientos del mes de julio (U$S 775 millones al estado de Qatar y U$S 1.000 millones a la CAF) y reponer los yuanes utilizados provenientes del swap con China. Luego de realizadas esas deducciones, quedarán U$S3.400 disponibles en las arcas del Banco Central. Si sumamos los casi U$S 1.000 millones adquiridos durante el mes de agosto, se observa que la posición de reservas mejora sensiblemente, aún en un contexto de vacas muy flacas. La expectativa del gobierno es que este desembolso, y el que se espera para noviembre, que vendrá con la séptima revisión del acuerdo, oficien como un ancla para las expectativas de los agentes económicos, garantizando la pax cambiaria al menos hasta fin de año. Además, también la Argentina contará con la anuencia del FMI para intervenir en el mercado cambiario toda vez que considere que la moneda nacional está siendo víctima de un ataque especulativo por parte de los mercados.
Apenas salido de la reunión con Georgieva el día miércoles, Sergio Massa se sacó el traje de ministro de Economía y rápidamente se calzó el de candidato presidencial. Sostuvo ante la prensa que, a pesar de que se dio un paso muy importante en el camino de administrar la deuda que dejó el gobierno de Mauricio Macri, “la hipoteca la seguimos teniendo”. Se quejó de los retrasos en la negociación y aseguró que “en abril el presidente Biden se comprometió con front load (adelanto), y cuatro meses después vinimos a buscar un back load (pago diferido)”. Desde la cartera de Economía están seguros de que, de no haberse dilatado innecesariamente las negociaciones, la Argentina hubiera atravesado el 2023 sin tantas turbulencias financieras. Sin embargo, el juego de Washington tuvo otro timing y mantuvo al país prisionero hasta pasadas las PASO. Lejos de mostrarse conforme, Massa dejó claro su malestar, y ensayó lo que a la postre sería sin dudas su frase más destacable del día: “La Argentina va a ser un país autónomo el día que se saque de encima el triste condicionante que es el Fondo”.
Afortunadamente, no fueron los únicos dólares que Massa se trajo de su periplo por la capital norteamericana. El día martes se reunió con representantes de los organismos multilaterales de créditos y consiguió un importante paquete de financiamiento por algo más de U$S1.300 millones. En primera instancia se reunió con Anna Bjerde, directora gerente de operaciones de crédito del Banco Mundial. Luego del encuentro se firmaron dos acuerdos por U$S650 millones. El primero prevé financiar el fortalecimiento del Programa de Seguridad Alimentaria por una suma de U$S450 millones, principalmente destinados a la Tarjeta Alimentar y a la Asignación Universal por Hijo. El segundo apunta a prefinanciar exportaciones y a financiar importaciones a través del Banco BICE, por un total de U$S 200 millones. Más tarde el ministro de Economía se encontró con el brasileño Ilan Goldfjan, titular del BID. Se firmaron tres acuerdos por una suma levemente superior a los U$S700 millones: el financiamiento del puente entre Chaco y Corrientes sobre el Río Paraná, la ampliación de obras de la central hidroeléctrica binacional de Salto Grande (sobre el Río Uruguay), y finalmente un proyecto de prefinanciamiento a empresas ligadas a la economía del conocimiento para la expansión de sus exportaciones. Si consideramos los contratos vigentes más los que acaban de firmarse, el BID estaría aportando U$S1.981 millones.
También durante esta semana se destacó la reunión del BRICS en Sudáfrica, que comenzó con la llegada de los primeros líderes este lunes y finalizó el jueves. El grupo de economías emergentes formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que representa hoy el 20% del PBI global y el 42% de la población mundial, intenta transformarse en una alternativa económica a la supremacía norteamericana. Hay 23 países que ya han presentado su solicitud formal de adhesión, mientras que son 40 los que han expresado su voluntad de integrar el bloque. El encuentro había generado grandes expectativas ya que el presidente brasileño, Lula Da Silva, un gran impulsor de la ampliación del grupo, ha expresado particularmente su apoyo a la candidatura Argentina. En un primer momento la cuestión había quedado fuera de programa por decisión del país organizador de la cumbre. Sin embargo, y a medida que fueron pasando las rondas de conversaciones, el tema volvió a la mesa y finalmente se decidió aceptar las solicitudes de Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. El impacto en el país no fue homogéneo. Mientras que desde el gobierno festejaron la noticia, tanto Patricia Bullrich como Javier Milei aseguraron que, en caso de ser electos presidentes, van a motorizar la salida de Argentina del bloque.