Por José Odisio - CLG
Por José Odisio
La suspensión de Jherson Mosquera es un buen punto para analizar si los dos mercados de pases que tuvo Gabriel Heinze fueron buenos o malos. El colombiano fue una gran apuesta del Gringo, se le compró el pase y lo bancó con titularidad. Pero apareció un problema de dóping que no se sabía y ahora deberá recurrir a otro jugar, a un Méndez que resistía o a un Schott que no pidió. Aunque en esta evaluación nunca debe quedar de lado algo, a la larga los resultados son la medida única que se utiliza en el fútbol para saber si hubo aciertos o errores.
Cuando se refuerza al equipo se toma en cuenta las necesidades que cree tener el entrenador en el plantel y la billetera que tiene el club para traer jugadores. No siempre los futbolistas elegidos por el DT son los que finalmente llegan, y los refuerzos no son producto de las necesidades que considera el hincha tiene el equipo, sino lógicamente por la evaluación que hace el entrenador.
Así, es habitual que hinchas o periodistas discrepen con la llegada de algunos refuerzos, porque los análisis son menos profundos y además se desconoce los términos económicos o particulares de las negociaciones. Los técnicos, además del gusto personal, suman otras informaciones que sirven para decidir o no la llegada de un jugador. Aunque nadie tiene una fórmula mágica y «puede fallar».
Hoy el hincha leproso reclama a gritos la llegada de un nueve. Y Heinze, si bien pidió un delantero más, considera que la llegada de ese jugador pasa más por tener un suplente confiable de Recalde que por un titular por el cual hay que pagar lo que sea. Si llega un nueve, algo que aún puede pasar, no debería sorprender que vaya al banco, ya que su ingreso implicaría la salida de Recalde y Brian Aguirre, dos titulares casi indiscutidos. Con el 3-5-2 que parece usar el Gringo en la Copa de la Liga, sólo hay lugar para dos atacantes. Y si bien Recalde puede jugar como mediapunta, de ninguna manera Heinze lo piensa como un interno.
Ahí hay una diferencia conceptual entre el entrenador y el hincha. Que genera incluso cierto enojo de la gente con el DT y llevan a tildarlo de «caprichoso». Alguna vez, el Tata Martino asumió como DT leproso y cuando todos reclamaban un «nueve», trajo a Víctor López y Carachito Domínguez, un marcador central y un lateral. Obviamente el Tata miraba más allá de un torneo de 19 fechas, sabía que primero debía apuntalar un sector, y al mercado siguiente construyó el resto del equipo, con la llegada de Scocco, ese nueve que se reclamaba seis meses antes, además de Maxi Rodríguez, Marcos Cáceres (resistido al llegar), Milton Casco (casi desconocido), Horacio Orzán y otro cuestionado Santiago Vergini. Luego llegó Heinze y Rinaldo Cruzado. Salvo Maxi, el resto generaba dudas. Pero el entrenador estaba acertado y Newell’s fue campeón.
Heinze puede fallar o acertar. Pero al final será el resultado deportivo el que lo juzgará con la gente. En su objetivo hay más, promover juveniles y establecer una idea de juego, por eso la banca de la dirigencia está, aunque desde los números no sea una campaña para enmarcar.