La cita de líderes mundiales dejó un canal abierto de comunicación entre China y EE.UU. y una declaración final con una condena a la guerra en Ucrania
Por Camil Straschnoy, enviado especial – Télam
La cumbre del G20 que concluyó ayer en Indonesia dejó el regreso triunfal del presidente chino Xi Jinping a la escena internacional de forma presencial, un canal abierto de comunicación entre su país y Estados Unidos en medio de los tantos frentes de disputas y una declaración final con una condena a la guerra en Ucrania.
Fue la reunión de los acercamientos inesperados: Xi y su par estadounidense, Joe Biden, encontraron varios puntos en común en su bilateral, incluyendo la premisa de evitar un conflicto entre las dos principales economías del mundo, divididas por asuntos comerciales, geopolíticos y tecnológicos.
No hay necesidad de «una nueva Guerra Fría», dijo Biden, mientras que el mandatario chino afirmó que el mundo era «suficientemente grande» para la prosperidad de ambas potencias y, si bien acercaron posturas sobre la guerra en Ucrania, mantuvieron sus diferencias sobre Taiwán, la isla que Beijing reivindica como parte de su territorio.
Pero también fue la cumbre de los alejamientos previsibles: el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Lavrov, al frente de la delegación ante la ausencia del presidente Vladimir Putin, escuchó en varias oportunidades las condenas a la invasión de su país sobre la vecina Ucrania.
En la primera sesión plenaria, varios de los líderes, especialmente los de Estados Unidos, la Unión Europea (UE), Reino Unido y Japón, reprocharon en términos duros la ofensiva lanzada por Moscú, e incluso el presidente ucraniano Volodimir Zelenski participó por videoconferencia para exigir un fin «a la guerra destructiva de Rusia».
Lavrov no se movió de su asiento durante todas esas intervenciones, pero sí eligió irse esa misma noche de Indonesia y no participar del segundo día de actividades.
El diálogo entre Xi y Biden no fue el único deshielo que hubo en la turística provincia de Bali, realizada en un ambiente de playa y hoteles lujosos: el mandatario chino, el líder más codiciado con una numerosa agenda de encuentros tras casi tres años de ausencia autoimpuesta por la pandemia de Covid-19, también se juntó con el primer ministro australiano Anthony Albanese, en medio de tensiones entre las naciones con influencia en la región del Pacífico.
Estos dos países no celebraban una reunión formal del más alto nivel desde hacía cinco años y, luego de la cita, ambos jefes de Estado resaltaron la necesidad de «desarrollar» las relaciones tras una «discusión positiva y constructiva».
Otro acercamiento fue la bilateral de la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, con el mandatario turco Recep Tayyip Erdogan, al que la líder de ultraderecha llamó el año pasado «sultán» en Twitter y lo acusó de querer convertir Turquía en un «sultanato islamista».
Erdogan también se reunió con Biden, luego de que el gobierno turco acusara a Estados Unidos de apoyar a las fuerzas kurdas que Ankara califica de «terroristas» y responsabiliza del atentado que dejó seis muertos el domingo último en Estambul.
La declaración de la cumbre, que incluye una «condena firme» a la guerra entre Ucrania por parte de «la mayoría de los miembros», es otro ejemplo del alejamiento previsible que genera la ofensiva rusa.
Lo que no fue previsible es que ese texto final haya obtenido consenso, algo que ocurrió por primera vez a este nivel de jefes de Estados desde el inicio de la ofensiva.
El hecho de condenar la «guerra en Ucrania» y no la invasión rusa a Ucrania parece reflejar una intención de evitar un rechazo de Rusia a la declaración, ya que el Kremlin objeta que se trate de una invasión y se refiere al conflicto como una «operación militar especial» necesaria para la seguridad nacional rusa.
En ese sentido, el comunicado admite que «hubo otros puntos de vista y diferentes evaluaciones de la situación y las sanciones» contra Moscú.
La declaración también dedica varios párrafos a la crisis alimentaria «exacerbada por los conflictos y las tensiones actuales».
«En el hemisferio sur los alimentos se encarecen o faltan y lo que termina matando no son las balas o los misiles, sino la pobreza y el hambre», dijo en ese sentido el canciller argentino Santiago Cafiero, quien sustituyó en los debates iniciales al presidente Alberto Fernández, diagnosticado con un cuadro de gastritis erosiva.
Durante el G20 hubo también un encuentro entre Lavrov y el secretario general de la ONU, António Guterres, para hablar sobre la continuidad del acuerdo que permitió desde julio exportar los cereales ucranianos bloqueados por la guerra y los fertilizantes rusos afectados por las sanciones.
El Kremlin había puesto en duda la extensión de este pacto clave contra el hambre y la suba de precios, al argumentar que no se cumplió la parte que facilitaba la venta de sus fertilizantes y que los alimentos que salen de Ucrania no están yendo a los países que más lo necesitan.
La renovación del acuerdo fue finalmente anunciada hoy, un día después del cierre de la cumbre y a 48 horas de su fecha de vencimiento.
Fue, quizás, una primera prueba de que lo debatido en el encuentro de Bali podría derivar en acciones concretas.