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Brasil elige: Bolsonaro, el ex militar que permitió que la extrema derecha «saliera del armario»


El actual presidente va en busca de la reelección en el balotaje que se desarrolla este domingo en el gigante sudamericano

Por Pablo Giuliano, corresponsal – Télam

Si es reelecto este próximo domingo como presidente de Brasil, Jair Messias Bolsonaro podría convertirse en un faro de la revitalizada extrema derecha en el mundo, con un carisma que atraviesa clases sociales y que mezcla la reivindicación de la Biblia con el de la tortura durante la dictadura militar, sin ruborizarse si tiene que imitar, entre risas, a un paciente con Covid-19 muriendo por falta de aire o despreciar vacunas.

El ex capitán del Ejército, que negoció su expulsión de la fuerza por indisciplina en 1988, no ha moderado el lenguaje que lo colocó en 2018 en el zenith mundial de la antipolítica tradicional prometiendo dejar el libre mercado, combatir al comunismo y exterminar al Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio Lula da Silva, su rival en el balotaje.

Ha tenido severos problemas políticos con sus aliados de la primera hora, el sector más alineado a Donald Trump, Steve Bannon y el filósofo Olavo de Carvalho, que lo han abandonado luego de haber sellado un pacto de gobernabilidad en 2021 con el bloque en el Congreso de la vieja política llamado Centrao, al que le ha entregado gran parte de la agenda del Gobierno.

Pero ninguno de los problemas durante sus casi cuatro años de gestión hizo que Bolsonaro dejara de ser popular.

 

El ex secretario de Comunicación de Dilma Rousseff Thomas Traumann ofreció una certera calificación para describir la rivalidad entre Bolsonaro y Lula: «Lula se enfrenta por primera vez a un rival de derechas que viene de la clase baja», explicó uno de los más respetados columnistas políticos.

Para los brasileños, Bolsonaro es como aquel tío que aparece en la Navidad y hace chistes de mal gusto. Eso, que puede parecer un defecto, se transformó en una gran virtud para que pudiera tratar temas serios como si fueran un comentario de fin de fiesta.

Bolsonaro, de 67 años, ha permitido que la extrema derecha «saliera del armario» en Brasil, en medio de una ola en esa dirección de varios países occidentales -con Italia en la vidriera-, al hablarle a todos sus seguidores, todos los días, por el teléfono celular.

Toda su familia está en la política desde hace cuatro décadas, pero logró imponer la antipolítica y la incorrección, y la idea de que la ideología perjudica la vida de las personas comunes y que «es difícil ser patrón en Brasil».

Logró armar a más de un millón de personas con las nuevas normas para adquirir armas de fuego y sostiene que esa actitud es para evitar el comunismo, porque «un pueblo armado jamás será esclavizado».

Los medios tradicionales como O Globo, Folha de Sao Paulo y O Estado de Sao Paulo han respaldado hasta el último momento el plan económico del ministro Paulo Guedes y la agenda de privatizaciones, aunque se han opuesto casi desde el primer momento a la figura personal y la forma de administrar del jefe de Estado.

Sobre todo porque sus convicciones a lo largo de su vida como diputado, entre 1991 y 2018, años en los cuales no pudo aprobar un solo proyecto, lo ubicaron como un oscuro parlamentario apoyado por la ultraderecha militar de Río de Janeiro que reivindicaba a la dictadura, la tortura, la desaparición de personas, las ejecuciones extrajudiciales y votó en contra, por ejemplo, de legalizar el trabajo de las empleadas domésticas.

Desprecia el protocolo de los medios públicos y privados. Así ha sido desde que Steve Bannon, el exasesor de Trump, logró extenderle sus consejos al llamado «Trump Tropical» para comunicarse directamente con el público, sin intermediarios.

Bolsonaro apoyó a Trump en sus denuncias de fraude contra Joe Biden. En sus cuatro visitas oficiales a Washington para encontrarse con el republicano, no dudó en decirle, en 2019, «te amo».

El presidente brasileño nació el 21 de marzo de 1955 en Glicerio, en la región rural más pobre del estado de San Pablo, hijo de un mecánico dental y una ama de casa. Cuando él tenía 15 años fue en esa región que se refugiaron guerrilleros comunistas que habían lanzado una ofensiva contra la dictadura militar.

Aquellos tiempos marcaron a Bolsonaro a fuego para elegir entrar al Ejército, donde hizo carrera hasta ser teniente de paracaidistas y luego negociar su expulsión, tras haber sido arrestado por indisciplina y amenazar con volar parte de una guarnición.

Aquel pasado castrense le sirvió para instalar un gobierno militar en plena democracia, con los compañeros de su generación de fines de los 70 en las primeras filas, como por ejemplo su candidato a vice, el general Walter Braga Netto, que fue su ministro de Defensa y jefe de gabinete.

Hay más militares en la administración pública -6.000- cobrando doble salario que en el gobierno de Joao Figueiredo, el último dictador.

Bolsonaro, que es calificado cotidianamente como misógino, racista, homofóbico o fascista, tuvo un rol en la pandemia que lo expuso abiertamente al mundo, primero negando la enfermedad, al decir que era una «gripecita», para luego despreciar las vacunas y finalmente que se encontraran militares en el Ministerio de Salud acusados de negociar sobornos para comprar inmunizaciones.

El país, en tanto, es el segundo en cantidad de muertes por Covid-19, detrás de Estados Unidos.

La segunda parte de su gestión lo encontró enfrentado con el Superior Tribunal Federal (STF), sobre todo el juez Alexandre de Moraes, que detuvo a varios de sus activistas de primera hora que creyeron que el capitán no iba a negociar con el Centrao -el Partido Progresista y el Partido Liberal- y que iba a ingresar con tanques en la corte suprema.

Con la justicia electoral mantuvo un pulso hasta las horas previas al balotaje, ya que Bolsonaro amenazó con judicializar una decisión del STF, que esta semana pidió a la fiscalía general que investigue al equipo de campaña del presidente por intentar crear hechos que entorpezcan el proceso electoral.

Con la estética de la corriente del futurismo, Bolsonaro ha logrado descolocar a la política tradicional llevando miles de personas a las calles vestidas de amarillo, usando la bandera brasileña como si fuera la de su partido.

En 2018 fue acuchillado en un atentado en Minas Gerais cuando estaba cuarto en las encuestas, aunque después de la internación logró el 47% en primera vuelta.

Para enfrentar a Lula, a quien llama «expresidiario» y «nueve dedos», Bolsonaro ha apelado a una agenda de costumbres, diciendo que su rival «cree en el aborto y en la liberación de las drogas y en el cierre de iglesias».

Lo mismo dice sobre el supuesto fraude que se prepara en su contra.

Para entender a Bolsonaro, es necesario recordar el discurso que dio en la entrega del Premio Comunicación el 14 de setiembre de 2021 para oponerse al control de la circulación del discurso de odio en las redes sociales.

«Las fake news forman parte de nuestra vida. ¿Quién no le contó nunca una mentirita a una novia?», apuntó.