Por Diego Añaños
Solemos decir en las columnas que nos negamos a que la cotización del dólar blue marque la agenda de la discusión económica. Sin embargo, y dado el nivel de la escalada, vale alguna referencia al tema. Una cuenta de almacenero, sin demasiado rigor técnico, diría que, hasta los $283, podíamos considerar que el dólar blue convergía con el movimiento del índice general de precios. Es decir, si cerró el 2021 en $208, y aplicándole una deriva del 36,2%, que es la inflación acumulada de 2022, nos daba algo así como $283,3. Algunos pesos más, en medio de un ataque especulativo, tampoco hubieran preocupado. Ahora, en el día jueves, la cotización tocó los $350, lo cual significa un aumento del 62% desde que comenzó el año. Finalmente cerró la semana en $337. Repito, es sólo una cuenta de almacenero. Lo relevante es entender por qué se profundiza la corrida cambiaria. El gobierno, por su parte, insiste en repetir que la cotización del dólar blue no influye en las estimaciones de los agentes económicos, y como afirmó la vocera presidencial: “No tiene impacto en la economía real”. Sin embargo, y como sugiere Julián Guarino en una nota publicada el miércoles en Ámbito Financiero, es cuanto menos “una respuesta débil para el ataque especulativo y desestabilizador del que viene siendo objeto”.
Decíamos el martes que no se puede hacer nadismo en la Argentina. La posibilidad de un ataque especulativo está a la orden del día y, donde aparece el hueco, se desata la andanada. En momentos en los que se hace evidente la desorientación del gobierno, los personeros del desastre ven una ventana de oportunidad para prender el esmeril. Hasta medios extranjeros, como el Financial Times, se pliegan a la cruzada desestabilizadora y predicen la hecatombe financiera argentina. Ustedes me dirán que en octubre de 2020 el mismo periódico predijo una devaluación que nunca ocurrió, en medio de la visita de la misión del FMI, pero bueno, al menos hacen el intento.
De las declaraciones de la ministra Batakis se deduce claramente que se viene un ajuste en la Argentina. La decisión de dónde ajustar no es neutra, y todos estamos esperando definiciones. Los movimientos sociales están de pie, y desafían a la autoridad, exigiendo que aparezcan las herramientas que les permitan a los pobres y desocupados, luchar contra un proceso inflacionario que, lejos de menguar, parece no detenerse. Y esto pese a las proyecciones de los funcionarios públicos que presagiaban un freno para la segunda mitad del año. Y así podemos seguir sumando ingredientes a la torta del golpe blando. Inacción gubernamental, inflación alta, reclamos sociales, descalabro cambiario. Y claro, como frutilla de la torta aparece siempre el endeudamiento que, como venimos diciendo desde que asumió Fernández, opera como un eficaz mecanismo de sometimiento en tiempos de zozobra.
Si nos corremos un poco de las tribulaciones cambiarias y del bombardeo mediático, hoy las principales variables económicas, las verdaderamente relevantes, son positivas. Tanto el nivel de actividad industrial, como los niveles de empleo, o de crecimiento del producto marcan números interesantes. Particularmente la construcción, uno de los sectores que opera como termómetro de la actividad económica, continúa su senda de crecimiento. Los despachos de cemento crecieron un 14,3% interanual en junio (esto es, comparando junio de 2021 con junio de 2022). Las proyecciones de la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland proyectan
para este año un crecimiento de casi el 5% en relación con 2021, lo que representa el volumen más alto de los últimos 5 años.
Hace algunos días atrás, John Bolton, ex asesor de Seguridad de la Casa Blanca durante el gobierno de Donald Trump, aseguró que el asalto al Capitolio no fue un intento planeado de ataque a la democracia norteamericana, sino un acto reflejo de supervivencia. El periodista, manifestando su desacuerdo, le contestó que no se requería de una mente brillante para intentar un golpe de estado. A lo que Bolton respondió: “No estoy de acuerdo. Como alguien que ha ayudado a planear un golpe de estado, no aquí, ya sabes, sino en otros lugares. Se necesita mucho trabajo”. Sin inmutarse, como si estuviera hablado de planificar una salida de pesca, el ex funcionario reconoció lo que todos sabemos: que los EEUU decide quién gobierna y quién se va en muchos lugares del mundo. Y lo sabemos al menos desde el golpe de estado de 1953 en Irán, cuando Mohammad Mossadegh fue derrocado, seguido sólo un año después por el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala (inaugurando una larga sucesión de intervenciones en América Latina). En los años 90s, la herramienta se perfeccionó, adoptando la estrategia del golpe blando, incorporando elementos de desestabilización política mucho más sofisticados, apoyados fundamentalmente en los medios de comunicación masiva, y luego las redes sociales
Con mi hijo menor, el Nacho, estamos viendo Rick y Morty, una serie de dibujos que comenzó a emitirse en 2013, y que ya lleva 5 temporadas de éxito en los EEUU y el mundo. Es la historia de un abuelo, inventor, absolutamente genial, loco y borracho, que embarca a su nieto en las más distópicas aventuras. En el capítulo 8 de la temporada 3, Rick le entrega a Morty un casco que le permite entender lo que dicen los animales. En un momento, Morty se topa con dos ardillas, y puede escuchar su conversación. A continuación reproduzco el diálogo, con eso cierro.
– “La situación en Argentina es menos conveniente de lo que predijimos. Debemos volver a desestabilizar la economía, reenfocarnos en la rabia de la clase trabajadora de arriba abajo, forzar un golpe e instalar un régimen obediente”.
– “Cómo en Guatemala”.
– “Sí, pero el doble de tiempo”