Por Enrique Genovar
Central hizo todo. Entró dormido y lo pagó. Jugó mal en el primer tiempo y sufrió más de la cuenta. Empezó mal el segundo y casi lo noquean. Pero fue casi, no nocaut. Y en dos minutos empató un partido que parecía imposible. Y sobre el final lo pudo perder, pero también lo pudo ganar. El equipo del «Kily» se trajo un punto muy importante de Lanus y estiró todo a la última fecha del torneo donde se conocerá si clasifica o no a la copa.
Este equipo tiene un amor propio inconmensurable. Un grupo de jugadores comprometidos con una idea y que son liderados por un terrible goleador y un excelente jugador. Hoy tener a Marco Ruben en este presente y a Emiliano Vecchio bien físicamente es una ventaja que tiene sobre varios equipos que juegan el mismo campeonato.
Central tiene vértigo, comete errores por siempre ir en busca del arco de enfrente, sufre los altibajos de juveniles, padece todavía el mal mercado de pases que hizo, pero disfruta a sus referentes.
En Lanús hizo un pésimo primer tiempo. El rival lo superó en casi todas las líneas pero no mató, lo dejó vivo. En el complemento, después de los primeros 20 minutos puso la jerarquía de Vecchio y Ruben arriba de la mesa y todo cambió. Lo pudo haber perdido en el final y lo pudo haber ganado también. Tal vez lo más injusto para el juego hubiese sido los tres puntos a favor, pero en el fútbol hablar de justicia o no siempre es relativo.
El «Kily», independientemente de las armas con las que cuente para cada fin de semana, propone una idea que hace que el simpatizante canalla se identifique. Es que este Central siempre busca el arco de enfrente y no le importa quién está del otro lado. El Canalla con sus referentes de jerarquía y una banda de juveniles hizo en el Néstor Díaz Pérez lo que muy pocos equipos lograron: igualar un partido que parecía perdido en tan solo dos minutos.