Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
Hace algunos años solía dar una charla titulada “Por qué no somos Noruega?”. Durante la misma mostraba las enormes diferencias que existen entre el país nórdico y la Argentina. En términos políticos, sociales y económicos. No vale la pena detenernos en datos duros, pero claramente existe un abismo. Podríamos decir que un abismo similar al que existe entre Chile y Finlandia, entre Brasil y Suecia, o entre Uruguay y Dinamarca. Pienso en estos países porque son los que generan una cierta fascinación al argentino progresista promedio. Incluso en algunos que no lo son, también. Muestran democracias consolidadas, sociedades integradas y evolucionadas, sistemas educativos de avanzada y economías sólidas, con una distribución del ingreso que es el paradigma de la justicia social. Y claro, cada vez que hay un paro, o la Argentina falla en la evaluación PISA, se nos recuerda el hábito sarmientino de los docentes finlandeses, o la calidad de los conocimientos adquiridos en las escuelas suecas. Jamás los sueldos y las condiciones de trabajo de los mismos, claro.
Debe ser por eso que, cuando Margarita Stolbizer le enrostró a Facundo Manes la presencia del ex intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, en su lista, el neurocientífico le respondió: “No podemos importar noruegos”. Luego aclaró que Cariglino era un peronista republicano, es decir, lo más parecido a un noruego que se consigue por acá.
La pregunta que debería hacerse Manes es: ¿si pudiéramos exportar noruegos, podríamos resolver los problemas de la Argentina? A ver, esto de implantar extranjeros en el territorio era un viejo anhelo de Sarmiento, no es una novedad de Facundo. Y no creo que sea un ejercicio inútil tratar de responder a la pregunta. Porque incluso en el caso de que Noruega abriera la exportación de gente, los que llegan, tendrían que adaptarse a vivir en las condiciones que les ofrece la Argentina. Es decir, con los sueldos de la Argentina, con las dificultades de la Argentina, etc. Entonces, a poco que la analizamos, la respuesta de Manes, que parece criteriosa, pero a la vez progresista (dijo Noruega, no EE.UU.), se transforma en una gigantesca estupidez.
Paralelamente, vale destacar que hay una parte del relato que no se dice, se oculta, se contrabandea. Es decir, en la ficción de Manes, un día aparecieron de las entrañas de la tierra que hoy es Noruega, un grupo de humanos, casi todos rubios y de ojos celestes, que eran laboriosos, altruistas, responsables y frugales, que en ese mismo momento decidieron crear un país moderno, equitativo, inclusivo, respetuoso de las instituciones y del medio ambiente. En síntesis, no hay procesos históricos. No hay construcción. No hay tiempo. Del mismo modo, un día aparecieron de las entrañas de la tierra que hoy es Argentina, un grupo de humanos, casi todos morochos y de ojos marrones, que eran vagos, egoístas, irresponsables y avariciosos. Del mismo modo, en ese momento decidieron crear un país anticuado, desigual, excluyente e irrespetuoso de las instituciones y del medio ambiente.
Lo sé, me van a decir que estoy exagerando un poco, pero precisamente ese es el sustrato que sostiene el pensamiento de Manes. Pretender que no existe la historia. Pretender negar que la Argentina, o Noruega, son el resultado de un largo proceso histórico, que tuvo una multiplicidad de determinantes económicos, sociales y políticos. Esa es la búsqueda. Hacer borrón y cuenta nueva, no mirar por el espejo retrovisor. No reconstruir el modo en que fuimos invadidos, masacrados, robados, y sometidos. Olvidar que los representantes de las elites que hoy pasean obscenamente sus fotos por las revistas para deforestados mentales, son los descendientes de los cortadores de orejas en la Campaña del Desierto. Los que recibieron la tierra de regalo. La misma tierra que se le negó a todos lo demás argentinos. Si alguien quiere entender a la Argentina, a Venezuela, a Chile, a Colombia, a Brasil o a Uruguay, tiene que empezar por entender de dónde venimos. Ojo, lo mismo vale para Noruega.
Lo de Manes no es un fallido, no se le escapó. La colonización de las subjetividades que comenzó con la Dictadura del 76´, demanda periódicamente un service. Así como en la famosa publicidad de las sillas que se rompían, quieren reforzar la idea de que nada bueno puede salir de acá. Por eso la apelación al ideal foráneo. Sólo para ejemplificar lo que quiero significar, invito a pensar por un momento cuál sería la historia de un exitoso emprendedor nórdico si hubiera nacido en un asentamiento irregular cerca de Rosario. Seamos sensatos, los noruegos no nacieron en Noruega porque son como son, son como son porque nacieron en Noruega. Son el resultado de capas geológicas centenarias de instituciones sociales y políticas con una matriz profundamente distinta a la nuestra. De ahí que la pregunta “Por qué no somos Noruega”, sea absolutamente improcedente ya que sería un verdadero aborto de la historia si hubiera una Noruega en Latinoamérica. Si, y esto entre Facundo y yo, por más que la llenemos de noruegos.