El vecino país está dando un paso histórico y busca terminar con un modelo que estableció la última dictadura militar. CLG diálogo con el sociólogo Francisco Báez Urbina para conocer más sobre el proceso que se vive del otro lado de la Cordillera de los Andes
Por Gonzalo Santamaría
El 18 de octubre de 2019 será una de las fechas más importantes para la historia de Chile. Ese caluroso viernes miles de estudiantes salieron a la calle a protestar por la suba indiscriminada del boleto de subterráneo en Santiago, principal medio de transporte para secundarios y universitarios. Los 30 pesos chilenos que intentaba incrementar el gobierno de Sebastián Piñera (que elevaba el precio del servicio a $830, es decir, 1,17 dólar) fue el desencadenante de cinco meses de incesantes protestas, disturbios y militarización de las calles que derivaron en un hecho trascendental en el país: la revisión de la Constitución de 1980 ideada, bajo un paradigma político muy específico, por el dictador Augusto Pinochet.
Un año más tarde, en medio de una inestabilidad institucional y de partidos, el presidente chileno convocó, plebiscito mediante, a elecciones constituyentes para redactar una nueva carta magna. Todo se dio en mayo de este 2021 y así surgió la Convención Constituyente de Chile que comenzó a funcionar en julio del corriente año.
El Chile de 2021 propone reemplazar la cultura liberal de los años 80, romper con un ciclo de 40 años, buscando otros fundamentos políticos, morales y públicos. Es cierto que este país es estable por decantación, también muy institucionalista, legalista, centralista, presidencialista y los proyectos siempre tienden a pensarse a décadas. Como también es cierto que se escribieron tres Constituciones a lo largo de la historia (1833, 1925 y la mencionada por el dictador Pinochet) y todas fueron pergeñadas por procesos militares; de esta manera será la primera carta magna que respete el sentir de la ciudadanía.
En este contexto, CLG dialogó con Francisco Báez Urbina, sociólogo chileno con estudios en la Universidad Autónoma de Barcelona (España) y profesor de la Universidad de Playa Ancha en Valparaíso, en la costa chilena, quien explicó los cambios históricos que se están viviendo en Chile desde hace más de 20 meses.
Primero dejó en claro que “el Chile post estallido de 2019” busca decir “basta a la desigualdad y al no reconocimiento de las identidades, también que construya cuestiones desde derechos colectivos y que salga de una vez por todas de ese paradigma que giró muy cercano a las libertades individuales que instaló la dictadura de Pinochet”.
Para Báez Urbina la “herida abierta” que tiene Chile generó esta nueva Constitución a formar y reconoció que, si bien hubo crecimiento económico y un importante porcentaje de la sociedad quebró la línea de la pobreza, “eternizó la desigualdad en todas sus dimensiones”.
El sociólogo llamó al período que fundó Pinochet como “liberalismo autoritario” y hoy Chile intenta “algo más cercano a la seguridad social y a la protección ciudadana, es decir, un Estado con un mayor rol de extensión”.
La Constitución de 1980, y vigente hasta el día de hoy, fomenta el individualismo que “bloqueó permanentemente la acción colectiva y política” y se basa en once principios neoliberales como la despolitización de los sindicatos, beneficios para grandes empresas, privatización de la educación, la salud, el agua y el cobre. “Al parecer había movimientos sociales muy por debajo de la evidencia periodística que hacían pensar que tarde o temprano el estallido iba a llegar”, dijo con cierta ironía Báez Urbina.
“Esto era una bomba de tiempo -agregó- que reventó en octubre de 2019. La frase que rondaba en las movilizaciones era ‘No son 30 pesos, son 30 años’ de neoliberalismo, de desigualdad, de desprecio por la democracia social”. A partir de los miles de manifestantes en las calles, los chilenos se dieron cuenta que cada individuo estaba endeudado a tal punto que las compras diarias las pagaban con tarjeta de crédito, mientras los sectores de la elite se paseaban en autos importados de última generación. “La gente con información y muchos años de estudios, con títulos obtenidos con créditos, empieza a hacer el ejercicio comparativo de mirar su propia realidad con grupos de referencia. Ahí comienza la crítica y llega a esta situación increíble en la que estamos. Para los sociólogos esto es lo que para los astrónomos sería ver nacer una estrella”, definió el chileno ante CLG.
La actualidad promete un nuevo texto constitucional que tendrá mayor dignidad para el pueblo, con un Estado más distribuido y con perspectiva de género y etnia.
En este sentido, la Convención Constituyente eligió como presidenta a Elisa Loncón, una mujer mapuche que luchó por la Ley de Indígenas de 1993 y participó del diseño de la bandera mapuche que representa al pueblo tanto en Chile como en Argentina. Su recorrido académico presenta, entre otros, cursos de postítulo en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya (Países Bajos) y en la Universidad de Regina (Canadá). También posee un magíster en Lingüística de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), un doctorado en Humanidades de la Universidad de Leiden (Holanda) y en Chile ostenta un doctorado en Literatura obtenido en la Pontificia Universidad Católica.
Pero esa frase que circulaba en las calles de Santiago en octubre de 2019 quedó corta para todo el territorio chileno y sus pueblos originarios. Es por ello que apareció “No son 30 pesos, ni siquiera 30 años, son 500 años”. “Hay una crítica mucho más profunda que tiene que ver con la construcción latinoamericana”, explicó Báez Urbina.
El pueblo mapuche, y los originarios de Chile, fueron sumamente marginados en la historia del país y siempre se identificaron por fuera de la identidad republicana. A fines del siglo XIX, el Ejército chileno invadió el Wallmapu (territorio mapuche ancestral) y desde allí, proceso que se conoció como “Pacificación de la Araucanía” se produjo un robo sistemático de tierras por parte del Estado que continúa hasta el día de hoy.
En los años 70, Manuel Contreras, líder de la policía secreta de Pinochet, tomó ese proceso y sostuvo que la dictadura “pacificó al pueblo chileno”. “La Constitución Nacional que rige hasta hoy fue una camisa de fuerza para la democracia, fue una trampa”, sentenció el sociólogo chileno.
“Después del estallido, en Chile se ve gente con más esperanza que vuelve a creer en la acción colectiva, que vuelve a creer en el voto y que guarda cierta esperanza ante los procesos de cambios”, concluyó.
Con idas y vueltas, en medio de incidentes y con problemas técnicos, el pasado 4 de julio se puso en marcha la Convención Constituyente integrada por 155 legisladores y presidida por Loncón. Tiene nueve meses para redactar el nuevo texto por lo que en 2022, el país trasandino comenzará a dar pasos inéditos en su historia.
Los partidos quedaron mudos
Báez Urbina contó que la historia chilena está atravesada por varios episodios que son estudiados a nivel mundial como la “Unidad Popular de Salvador Allende” con su socialismo democrático impensado para los años 70, seguido del golpe de Estado de Pinochet donde la “Escuela de Chicago” (economistas que se caracterizaron por promover el libre mercado y las ideas del monetarismo con exponentes como Milton Friedman y George Stigler) prueba el neoliberalismo y lo consolida. “Después del 18 de octubre se nos ocurrió pensar si el neoliberalismo nació en Chile, también toca que se acabe acá”, argumentó el sociólogo y desligó a este concepto con la cultura o estructura sociales de Chile sino que lo acercó a los fenómenos mundiales.
El sociólogo citó al “Momento Polanyi” (supone la respuesta de unas clases medias empobrecidas frente al malestar de la globalización capitalista) y dijo que “la población reventó, el sistema político reventó y se generó una ilegitimidad absoluta” luego de octubre de 2019.
“Aquí los partidos no tienen nada que decir y la gente se moviliza, en cada manifestación no había banderas políticas ni de la izquierda o del centro, lo único que se enarboló es la bandera chilena, la mapuche y la del LGBTQ+”, manifestó.
Este domingo 18 de julio habrá elecciones primarias en Chile, para luego dar paso a las generales de noviembre. A cinco meses de los comicios, los indicios marcan que un partido de izquierda será el ganador.
Para el chileno en su país ocurre lo mismo que en el resto del mundo político: “Hay un vaciamiento del centro y la gente tiene que optar por la derecha o la izquierda”. En las elecciones Constituyentes, la Democracia Cristiana (partido por definición del centro) sacó un solo convencional dejando en claro la explicación de Báez Urbina.
El pueblo de Chile habló y según el sentir del sociólogo está claro que “la gente no quiere comunismo” sino un proyecto “interclasista, intercultural, construido a partir de la paridad de género, que se centre en la seguridad social y la protección ciudadana”: “La gente valora mucho la libertad individual y el mercado, pero cree que no es suficiente, entonces necesita un grado de protección mayor por parte del Estado”, deslizó.
“Estamos abriendo un proceso de larga duración, esto no es un tema de acción política de coyuntura, aquí hay una modificación de estructura. Estamos recién abriendo el ciclo. El estallido funcionó como un abrelatas, esto recién está comenzando”, adelantó Báez Urbina.
En marzo de 2022 asume el próximo presidente de Chile con el objetivo de hacer cumplir la nueva carta magna que terminará con el modelo del dictador Augusto Pinochet. “La clase política no es tonta, sabe lo que está pasando, pero que lo digan en público es otra cosa. Están quebrados, no saben qué hacer porque nunca pensaron que esto iba a llegar hasta acá”, esgrimió Báez Urbina en comunicación con CLG.
En el medio, la pandemia
Argentina tiene las mejores referencias del manejo de la pandemia por parte de Chile y el sociólogo lo ratificó: el 70% de la población vacunada al menos con una dosis.
Pero el coronavirus también fue otro de los causales para que el proceso de protestas iniciado a fines del 2019 se disolviera, debido a la imposibilidad de reuniones sociales y, según Báez Urbina, a un buen accionar por parte de Sebastián Piñera al mejor estilo “jugador de los mercados bursátiles”. “Compró la Coronavac y estamos todos vacunados porque el tipo sabe comprar, vender y hacer la diferencia. No es un empresario industrial, el tipo (Piñera) no sabe hacer nada con las manos, solamente sabe comprar y vender”.
“Aquí afectó mucho (la pandemia) en términos económicos y de salud mental como en todo el mundo”, contó el chileno, sin embargo ultimó que “el proceso político que se mantuvo en paralelo mantuvo a muchos con un halo de esperanza bastante fuerte pese a toda la oscuridad del coronavirus”.