Por Carlos Duclos
El hambre se abre paso, en medio de la pandemia. El confinamiento impuesto para evitar la expansión del virus ha paralizado las economías y, como es habitual, los más afectados son las personas más vulnerables. Eso también sucede en Rosario, donde las postales de cada rincón de la ciudad exponen los efectos del otros virus, uno que no tiene vacuna: el de la desigualdad.
En el valle urbano entristecido,
al pie de la montaña omnipotente,
en su triste y agobiado presente,
sobrevive un pobre sueño herido.
En esa verde alfombra de pobreza,
de chapa y de impuesta estulticia,
danza ufana, impune, la injusticia
para la montaña de singular fineza.
Oscura música de la hipocresía,
canto y promesa de una vida mejor;
mas allí siempre en el mismo dolor,
suena el adagio de los falsos mesías.
La verdad, atrevida y despiadada,
en ese valle fatal e indiferente,
como si hubiera deshechos y no gente,
canta el testimonio de “unos mucho, otros nada”.