Se trata del profesional que atendía al sujeto que en septiembre pasado mató a un oficial en el barrio porteño de Palermo
La Cámara del Crimen confirmó el procesamiento por abandono de persona seguido de muerte y homicidio culposo para el psiquiatra que atendía al esquizofrénico que en setiembre del año pasado mató a un policía de la Ciudad en el barrio porteño de Palermo.
El psiquiatra Jorge Alberto Monforte fue responsabilizado por no haberse ocupado adecuadamente de la desestabilización médica que sufrió Rodrigo Facundo Roza, que había abandonado la medicación prescrita para su cuadro antes de apuñalar y matar al inspector Juan Pablo Roldán del Cuerpo de la Policía Montada.
Los delitos que se le imputan contemplan penas de hasta 15 años de cárcel e inhabilitación para el ejercicio de la medicina.
Según la descripción del fallo, al que accedió NA, «en los momentos previos al ataque, le había referido al policía frases tales como, ´Te tengo que ofrendar ante los dioses´, ´Vos me estás sobrando´, ´Tengo un cuchillo de carnicero y tu alma está designada´».
De acuerdo a lo que estableció la investigación, que en primera instancia estuvo a cargo de la jueza Sandra Provítola, el agresor «presentaba un trastorno esquizofrénico de tipo paranoide continuo y era tratado desde 2014 por el médico psiquiatra Monforte, quien le había diagnosticado una incapacidad psíquica de más del 90% casi total y permanente».
El médico dispuso un tratamiento con Lapenax (clozapina), que fue evaluado como «adecuado», pero Roza subrepticiamente dejó de tomar la medicación «entre el 8 y 10 de septiembre».
Así lo reportaron sus hermanos, Gonzalo y Juan Francisco Roza, quienes «comenzaron a percibir cambios en su comportamiento, tales como expresiones incoherentes, delirios místicos y movimientos extraños de cabeza y hombros».
Los hermanos le pidieron al psiquiatra «que examinara de manera presencial a Rodrigo», pues «desde marzo las consultas eran virtuales, debido al aislamiento social, preventivo y obligatorio» derivado de la pandemia de coronavirus.
«Monforte comprobó que, efectivamente, Roza había dejado de tomar la medicación aduciendo que ´no tenía paranoias´» y ante ese cuadro, el médico «le dio un turno para que regresara en dos semanas a su consultorio».
Pero el cuadro empeoró, y uno de los hermanos insistió con la consulta, sobre todo el 27 de septiembre, un día antes del ataque al policía, alarmados porque Roza «había concurrido a la embajada de los Estados Unidos para supuestamente dejarle un mensaje al entonces presidente Donald Trump».
El paciente ya había hecho algo similar en 2011, y en aquella oportunidad «fue internado durante cinco semanas».
Los familiares le pidieron al médico -añade la resolución, firmada por los camaristas de la Sala IV, Ignacio Rodríguez Varela y Magdalena Laiño- «que por favor tome cartas en el asunto», ante lo que «el galeno llamó por teléfono a su paciente para pedirle que tomara la medicación, pero éste lo insultó y le cortó la comunicación».
Los hermanos le preguntaron al médico «si llegado el caso hay que internarlo, ´¿Vos venís?´», a lo que el médico respondió «que no porque al otro día tenía pacientes en San Miguel, y que ya le había dado turno para el 2 de octubre».
«El doctor decía que tenía que consultar cómo era la Ley de Salud Mental, que no estaba muy al tanto del protocolo de internación», añadieron los hermanos de Roza, quienes incluso intentaron por sí mismos una hospitalización que fue rechazada justamente por la ausencia del profesional.
«Sabiendo que Roza no seguía el tratamiento prescripto, sumado a lo informado por sus hermanos acerca de la situación de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros, el médico debió activar los mecanismos para lograr una internación voluntaria de su paciente o, en subsidio, una forzosa ante la ausencia de otra alternativa eficaz para su tratamiento, pero ninguna de estas acciones asumió como responsabilidad propia y se mantuvo prácticamente prescindente», evaluaron los camaristas.
Agregaron que «es reprochable también su deficiente cooperación para internar a Rodrigo Roza. La familia reconoció que la situación escapaba de su control y, precisamente por ello, requirieron que interviniera el profesional que había asumido el tratamiento médico de su hermano quien, por medio de sus conocimientos y experiencia, estaba en una mejor posición para neutralizar el riesgo o evitar que escalara a mayores».
«Sin embargo, la hospitalización debió ser postergada para el día siguiente en razón de la falta de colaboración del psiquiatra», indicaron.
El médico consideró que la situación estaba «encaminada» y expresó a los familiares: «Seguiremos adelante mañana… quedo libre tipo siete de la tarde». A esa hora, el policía estaba muerto y Roza, malherido y a punto de morir, lo que finalmente ocurrió.
«Es posible endilgarle un accionar negligente que contribuyó al resultado dañoso. Ello en razón de no haber adoptado las medidas que el caso ameritaban, tanto en relación a la correcta administración del tratamiento farmacológico como frente a la adopción de medidas urgentes para minimizar o evitar conductas riesgosas para sí o para terceros por parte de Rodrigo Facundo Roza, a partir del cuadro de esquizofrenia psicótica que presentaba», resumió el fallo.