Ansiedad, agotamiento y un optimismo perdido, son las principales sensaciones que relataron distintos testimonios para describir el contexto actual del país para frenar la pandemia
Ansiedad, preocupación y agotamiento son algunas de las palabras que utilizan quienes viven en Inglaterra para describir lo que sienten ante el tercer confinamiento desde el inicio de la pandemia, inesperado por el optimismo que había el mes pasado ante la baja de casos y la llegada de la vacuna y con críticas al Gobierno por su política cambiante, que no evitó que hoy el Reino Unido sea el país más castigado de Europa por el coronavirus.
El país registró hoy 45.533 casos y 1.243 muertes en 24 horas, roza los 3,2 millones positivos y supera los 82.000 decesos desde el inicio de la pandemia, en medio de una cuarentena total impuesta desde la semana pasada ante la suba de contagios por una nueva cepa del coronavirus descubierta a principios de diciembre.
«El pueblo está muy cansado y ha perdido confianza en el Gobierno. Apoyé siempre a los conservadores, pero hoy en día digo que no manejaron bien la situación», explicó Marcus Smith, vicepresidente de la Sociedad Anglo-Argentina y uno de los habitantes de la isla con los que habló Télam para conocer qué piensan de la situación actual y cómo las restricciones afectaron su vida.
Smith, de 62 años, de madre argentina y padre británico, vende productos argentinos de talabartería como cinturones y sombreros. Antes de la pandemia lo hacía a través de un negocio móvil con presencia en 130 eventos por año y tuvo que reconvertirse al comercio electrónico, lo que al principio fue difícil pero que hoy le abrió nuevos mercados, como Estados Unidos.
Su vida personal también cambió por la pandemia: su madre, que recibió la vacuna de Pfizer la semana pasada, está en una residencia para adultos mayores en las afueras de Oxford, por lo que para verla alquiló una casa rodante y vive ahora a poca distancia.
Para eso, además, forma parte de un programa piloto en el que lo testean cuatro veces por semana: dos con PCR y otras dos con una prueba de detección instantánea que le hacen cada vez que va a la residencia.
La situación es más complicada en Londres: si la estadística muestra que en promedio uno de cada 50 personas en hogares privados se contagió de Covid-19 a nivel nacional, en la capital esa cifra es de uno cada 30 e, incluso, uno de cada 20 en los barrios de la capital con mayor circulación de virus, según indicó el alcalde de la capital, Sadiq Khan.
«Necesitamos algo de normalidad con urgencia», indicaron Rui Santos, que trabaja en el sector inmobiliario y su pareja, Andrea Vaskova, que se dedica al cuidado de niños.
Viven en Maida Vale, un distrito residencial cercano al centro de la ciudad.
«Después del confinamiento de abril y mayo del 2020 esperábamos que con la vacuna este enero fuera un poco mejor, pero podemos ver que es incluso peor que antes», manifestaron y agregaron que esta situación «aumenta el nivel de ansiedad y tristeza y también la preocupación por perder a los queridos familiares ancianos».
Con un poco más de optimismo, Vicky Evans, diseñadora gráfica que reside en el barrio de Islington, dijo: «Si bien la situación es desgastante, da ansiedad y no deja de ser preocupante, me siento más fuerte».
«Estamos en un confinamiento rotundo que significa quedarse adentro. Solo podemos salir una vez por día para hacer compras y ejercicio. Noto la diferencia en la calle, si bien todavía hay un poco de tráfico en la zona, se va apaciguando. Observo que la gente mantiene mayor distancia y a diferencia del sistema anterior de fases, se está usando el barbijo en la calle», indicó.
A una hora y media de tren de Londres hacia el sur se encuentra Uckfield, una localidad de unos 15.000 habitantes que está muy cerca de la zona donde apareció por primera vez la nueva cepa del coronavirus, 70% más contagiosa y gran responsable del crecimiento exponencial de casos desde el mes pasado.
Allí vive Carolina Gallardo, nacida en Argentina y con más de 20 años de residencia en Reino Unido: «Este tercer confinamiento no lo veníamos venir. Pensábamos que la ola de contagios iba a seguir descendiendo y empezábamos a salir».
«Nos agarró agotados y a diferencia de los anteriores, con el invierno encima. Es difícil estar adentro, los espacios son chicos, amanece a las 8 y a las 16:30 ya se hace de noche y eso es acá en el sur de Inglaterra, en el norte oscurece más temprano», añadió.
Instructora de fitness, sus ingresos como autónoma bajaron sustancialmente ya que se tuvo que adaptar a dar clases online, con clientes que insisten en pagar menos que de modo presencial y con mayores costos entre la tecnología que tuvo que comprar y los seguros que obligatoriamente debe tener para hacer su trabajo en por internet.
«Relajaron un poco las restricciones, para luego volver a endurecerlas, para después relajarlas y luego volver a cerrar todo. En mi caso, no logro terminar de organizar si ya tengo que pensar en hacer todo online o en que al tiempo vuelvo a la presencialidad», se quejó y destacó que una situación similar vivió con su hija de 17 años ante los idas y vueltas en cuanto a las clases en el aula y virtuales.