Por Damián Umansky - Periodista especializado en internacionales
Por Damián Umansky – Periodista especializado en internacionales
Antes de convertirse en presidente de los Estados Unidos, Donald Trump era famoso en su país por ser un excéntrico hombre de negocios, millonario y por los imponentes rascacielos que llevan su apellido en ciudades como Nueva York o Chicago. Sin embargo, la popularidad del magnate llegó de la mano de la televisión, siendo la cara del reality show The Apprentice («El Aprendiz»), donde inmortalizó la célebre frase ¡You´re Fired! (“Estás despedido”).
El inolvidable latiguillo que usaba Trump en el reality para eliminar participantes, se convirtió en tendencia en redes sociales pocos minutos después de haberse consumado la victoria del demócrata Joe Biden en las históricas elecciones estadounidenses.
Usar el término “histórico” para adjetivar los comicios es más que un cliché. Hasta ahora ningún candidato presidencial había superado los 70 millones de votos. En esta oportunidad, tanto el ganador como el perdedor superaron esa marca. Esto corresponde a la inédita participación. Y se explica a partir de la observación de una sociedad hiperpolarizada.
La grieta, un término más familiar en el léxico argentino para definir la división política al extremo, se instaló en Estados Unidos hace 4 años con el triunfo de Trump ante Hillary Clinton. Algo que pocos esperaban, pero sucedió. Allí nació el “trumpismo” y, paralelamente en simultáneo, el “antitrumpismo”.
La imagen de Trump se robusteció en estos 4 años a partir de determinados logros en materia económica y, especialmente, manteniendo el estilo antisistémico que le significó la adhesión de la población suburbana, en su mayoría hombres, blancos y sin estudios superiores. En la otra orilla, están los habitantes de las grandes metrópolis, espantados por tener un presidente que nunca disimuló sus posturas xenófobas, misóginas y racistas.
Estos últimos, encontraron en Joe Biden la síntesis para reunir en una “gran carpa ideológica” a los diferentes sectores anti-Trump. A pesar de los matices, desde los más progresistas hasta los más conservadores, aunaron esfuerzos para darle batalla en las urnas -y en el correo- a la base fiel del hasta ahora mandatario.
Esta cohesión partidaria -algo que no ocurrió 4 años atrás y que explica en buena medida el fracaso de Hillary- fue fundamental para la reconstrucción del “muro azul”, es decir, para lograr las victorias de Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, tres estados claves, tradicionalmente demócratas, en los que Trump ganó en 2016 y que significaron gran parte de su éxito electoral.
El mote de “histórico” le cabe también a esta elección, porque quién ocupará el despacho oval de la Casa Blanca es considerado un presidente de transición. Biden asumirá con 78 años, será el más longevo en hacerlo. Su compañera de fórmula, Kamala Harris, se proyecta como una clara candidata a sucederlo. La actual senadora por California -un gran valor de la campaña demócrata- será la primera mujer en asumir la vicepresidencia del país. Otro hecho histórico.
La incógnita por saldar es cómo será la transición con un presidente que, lejos de reconocer la derrota, amenaza con un pleito legal tras sus denuncias de fraude. Veremos si esto prospera o si en realidad está preparando el terreno para buscar revancha en 2024.
Otro detalle no menor, es saber cuál será la actitud al respecto del Partido Republicano. ¿Hasta dónde acompañará a Donald Trump? Por ahora nadie salió a apoyarlo. Incluso, dicen que por lo bajo, hay muchos referentes que tienen ganas de indicarle con el dedo la salida y decirle “¡Estás despedido!”.