Análisis
Economía

La profundidad de la crisis en perspectiva comparada


Por Diego Añaños

Por Diego Añaños

Los informes periódicos no hacen más que confirmar lo que todos deberíamos saber: el 2020 será probablemente uno de los peores años de la historia del capitalismo en términos económicos. Digo, todos deberíamos saberlo porque la profundidad de la crisis ya tiene dimensión planetaria, y a nadie puede estar ajeno a lo que está sucediendo. Según el último informe del Estimador Mensual de la Actividad Económica que publica el Indec, muestra que el indicador cayó un 13,2% interanual con respecto a julio de 2019. A pesar de mostrar una leve recuperación intermensual de 1,1% con respecto al mes anterior, la actividad económica sigue sin mostrar aún signos de recuperación. Incluso se destaca que la recuperación intermensual fue más leve que la registrada en la medición anterior, que había sido de 7,4%.

Igualmente, y como insistimos siempre desde esta columna, si bien pueden proveer algo de información de corto plazo, los datos intermensuales no nos proporcionan información tan relevante como la que muestran los datos interanuales, por lo que es ahí donde debemos focalizar la atención. La industria y el comercio, dos de los sectores más relevantes de la estructura económica nacional, mostraron caídas del 20,8% y 16,9% respectivamente. Pero sin lugar a dudas el sector más castigado por la crisis de la pandemia es el de hoteles y restaurantes, que cayó un impresionante 73,4%,

Ya la semana pasada el Indec había informado que en el segundo trimestre la economía argentina se desplomó un 19,1% en comparación al mismo período de 2019. Es ciertamente un dato impactante, ya que está por encima de cualquier precedente registrado. Incluso supera la caída del 16,3% interanual medido en el primer trimestre de 2002, luego del colapso de la convertibilidad, y que había sido el mayor registrado en la Argentina desde que se realizan mediciones de éste tipo a partir de 1900.

La mayoría de los analistas han ido ajustando sus expectativas de desplome de la economía nacional a medida que la crisis se ha ido desarrollando. La semana anterior hablamos de los analistas y sus inmensos márgenes de error, por lo que no voy a abundar en el tema. De acuerdo a las últimas encuestas, las opiniones parecen converger, a sólo tres meses de cerrar el año y con gran parte del fenómeno conocido, en que el PBI argentino caería entre un 12% y un 13%.

Es un número alarmante, sin dudas, pero vale la pena analizarlo en el contexto de la situación. En columnas anteriores, ya llamamos la atención acerca de que el caso argentino, a diferencia de sus vecinos latinoamericanos, tiene un condimento especial: viene de sólo crecer un año de los últimos cuatro, y de dos años seguidos de caída del producto, por lo que la estropada recesiva iba a tener un impacto previsible en los números de 2020. La crisis sanitaria no hizo más reforzar la tendencia que venía registrando la economía nacional. De hecho países que venían de crecer en años anteriores, como Brasil o Méjico, tendrán desplomes similares de su PBI. Tema que ya tratamos con más detenimiento hace algunas semanas.

Sin embargo, vale la pena mirar un poco más allá y ver qué ocurre con la economía global y las economías desarrolladas. En el último informe de Perspectivas de la Economía Global del Fondo Monetario Internacional, publicado en junio, se proyecta una caída de la economía global de casi un 5%. Si desagregamos un poco los datos veremos que, de acuerdo al informe, la zona euro caería algo más de un 10%, una zona que, venía creciendo, lenta pero consistentemente. Pero si desagregamos esos datos un poco más, y vamos a los datos por países, nos encontraremos con que se pronostican caídas de 12,5% para Francia, y de 12,8% para Italia y España. Alemania con perspectivas relativamente mejores, espera una caída de casi 8%. Lo relevante de estos datos es que fueron elaborados antes del rebrote que actualmente sufre europa, por lo que no sería raro que los números pudieran ser aún peores.

Evidentemente el caso argentino ni es un caso aislado, ni se destaca por su impactante profundidad, particularmente si contextualizamos la situación en función de lo que está ocurriendo en otras zonas del planeta. Las medidas anunciadas esta semana por el ministro Martín Guzmán, secundado por el Gabinete en pleno, apuntan fundamentalmente a dos objetivos de corto plazo. Por un lado frenar la sangría de las reservas de dólares del Banco Central, y conseguir un shock de divisas que permitan restablecerlas en niveles aceptables, para lo cual se cerró un acuerdo con las grandes exportadoras. Por el otro, ofrecer algunas medidas de incentivo para la producción y el consumo, que morigeren la caída de la actividad económica. Está claro que no configuran un programa económico, ni apuntan a garantizar el crecimiento, sino que son un intento de amortiguar los efectos de una crisis que se va acercando a su fase más aguda.