Por Carlos Duclos
La Argentina es un país ahora bajo pandemia, pero desde hace mucho tiempo bajo fuego de la delincuencia que roba, hiere, mata al amparo de un sistema político y judicial que ha confundido (¿lo confundió realmente?) garantía del delincuente, derechos que como ser humano le corresponde, con abolición de la pena que incentiva la impunidad. Desde la década del 90 a la fecha, se han agravado los sucesos delictivos, sin que ningún gobierno haya atinado a mitigar ese flagelo más peligroso que el Covid.
Para tener una somera idea de esta endemia que es el delito en Argentina, téngase presente que en promedio en Europa hay un homicidio cada cien mil habitantes, pero en Argentina, desde el año 1991 a la fecha el promedio es de 7 asesinatos por cada cien mil. El Observatorio de Seguridad Ciudadana da cuenta de que en el año 1.992 hubo 9 muertos por cada cien mil; en el año 2.014 la cifra fue de 7,6 asesinados por cada cien mil y en el año 2.017 esa cifra bajó a 5,2. Por supuesto que este es el promedio nacional, porque si se toman datos provinciales se tiene que Santa Fe, por ejemplo, en el año 2.017 ostenta el número de 8 muertos por cada cien mil.
El año pasado hubo en Santa Fe (según datos del Ministerio de Seguridad de la Nación) 340 muertes por homicidios dolosos. Esta cifra, que bien podría ser sospechada de incompleta, pero extraordinaria no obstante, marca el grado de deterioro social en el que se ve envuelta la provincia. Poco y nada ha cambiado a la fecha ¿Cantidad de robos? Miles.
En la ciudad de Rosario, en donde el crimen nada como pez en el agua perfecta, en lo que va del año se cometieron 140 muertes y en 48 horas, en los últimos días, hubo siete asesinatos. La paz y el orden brillan por su ausencia.
En el año 2.014 hubo en la provincia de Buenos Aires, otra estrella a la hora de evaluar el crimen argentino, 1.500 muertos víctimas de homicidios. En el año 2.019 esa cantidad de seres humanos muertos a manos de los delincuentes bajó a 912, aunque la cifra es igualmente alta.
En la Región Pampeana, esto es provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Capital Federal, La Pampa y Entre Ríos, entre el año 1.990 y 2.008 fueron asesinadas más de 45 mil personas (cifras oficiales). Nada de esto ha cambiado hasta el día de hoy.
¡Pero claro, estimados lectores! Estas son estadísticas relativas, porque en general cuando se trata de buscar aquellas que reflejan la realidad surge la justificada sospecha, puesto que ya se sabe que la forma de solucionar los problemas que aquejan a los ciudadanos en el país es dibujar la realidad a gusto de las necesidades políticas.
Este virus que es el delito, verdadera endemia, va de la mano de la pobreza histórica que hay en el país, de la institucionalización de planes, del auge de la cultura del no trabajo, de una educación por el piso y de otros factores determinantes también como el establecimiento del narcotráfico.
La pobreza en el país, en los últimos 10 años, no ha bajado del 24 por ciento. Una cifra abrumadora, indignante, en un país inmensamente dotado de recursos naturales. La verdad sea dicha, la “dirigencia política conocida”, en general ha sido incapaz de resolver este problema (¿no se puede pensar que no le ha importado no hacerlo… verdad?, eso ya sería demasiado).
Hace unos días atrás un vecino que vive en el microcentro rosarino decía que “ya no se puede salir bien cambiado, ni con cartera, ni con nada, porque corrés el riesgo no solo de que te afanen, que eso sería lo de menos”.
Renglón aparte merecen las mujeres, quienes son víctimas de delincuentes feroces, sin que el Estado haya sido capaz de resolver este drama. El año pasado cada 26 horas murió una mujer en el país víctima de estos criminales. Ni hablar, claro está, de las agresiones de todo tipo de la que son víctimas, de los robos y golpes que reciben y de otras circunstancias nefastas como violaciones.
Y mientras estas cosas suceden en medio de otro mal como la pandemia y angustian a la familia argentina, a esa gente honesta que trabaja y solventa a una corporación muy especial, los muchachos y muchachas, de uno y otro espacio, se la pasan peleando en las redes sociales, en los medios, disputando poder, como si aquí nada malo pasara.