Por Carlos Duclos
Se pueden cuestionar algunas formas, pero no se puede negar la legitimidad de la protesta policial que consiste básicamente en mejorar el salario de los agentes y las condiciones paupérrimas en las que deben desempeñar su función. Se debe cuestionar la presencia de efectivos policiales en la casa presidencial y hasta en el lugar que es asiento habitual del ministro de Seguridad Berni, lo que no se puede es bastardear a las fuerzas policiales de todo el país como históricamente se ha hecho. Toda causa tiene un efecto y el efecto está a la vista. Pero la verdad, y en opinión de quien esto escribe, el problema no es la policía protestando, el problema es otro al que la dirigencia política no quiere o no puede mirar. El problema es la división y el odio.
Los dirigentes pueden hacer especulaciones en off y para su consumo, lo que no pueden es hacer declaraciones públicas que sobresaltan a la opinión pública. No contribuye a la pasificación, al contrario, que algunos dirigentes digan alegremente que detrás de esta movida está Cambiemos, o que del otro lado se especule con que todo esto surge de la interna peronista que no quiere a Berni por diversas razones; un Berni quien últimamente viene pegando con un duro garrote a la gente de su mismo palo. Lo que se parece más a la verdad es otra cosa: los sueldos no alcanzan, la policía no está debidamente reconocida, ha sido históricamente humillada, muchos son heridos y muertos en el ejercicio del deber y hay cansancio.Por supuesto, y con mayúsculas: los sueldos no le alcanzan tampoco a los docentes, a los médicos de hospitales públicos, a los enfermeros, a los trabajadores del Estado que acaban de ser humillados en la provincia de Santa Fe con un mendrugo en negro de 5.000 pesos. Los sueldos no le alcanzan a nadie. Por ahí pasa la cosa.
El juego de poder
Lamentablemente, la dirigencia política de uno y otro signo pareciera que está jugando a la disputa de poder como si la realidad permitiera semejante sandez. El presidente Fernández tenía ayer la posibilidad histórica de convocar a los líderes de todas las fuerzas políticas, no lo hizo. O lo hizo a medias y mal, porque llamó a algunos intendentes del conurbano, entre ellos Jorge Macri, para anunciar, sin que estos lo supieran, que le quitaba plata al gobierno porteño para dársela a Kicillof. Es cierto que era un tema que se consideraba, pero la pregunta surge fluida y sola: ¿Era el momento? ¿Era la forma?
Por fin esta mañana, después del error, parece haber dado marcha atrás y dijo que había mandado un mensaje de texto a Rodríguez Larreta diciéndole que se quedara tranquilo, que iba a arreglar el asunto de otro modo. Más vale tarde que nunca, pero muchos quedaron patinando… una vez más.
En este marco, queda flotando en el aire la duda sobre si hay un juego político consistente en mellar a Rodríguez Larreta, que mide bien y tiene aspiraciones presidenciales. Un juego político que, ¡oh casualidad! le vendría requetebien a una parte del macrismo y del kirchnerismo. Es de desear que no sea así, porque la crisis sin precedentes que padece Argentina no permite este tipo de cosas. La imagen esperanzadora del presidente Fernández, junto a Kicillof y Rodríguez Larreta se desvaneció (lástima). Ya no aparecen juntos. Todos sabemos que esa imagen no era digerida en buena parte de las filas del macrismo y del kirchnerismo ¿Qué paso? ¿Triunfó la mezquindad de algunos, ganó la ceguera causada por las ansias de poder personal y sectorial?
Ganar ¿para qué?
La gente está mal, la gente está padeciendo una crisis sanitaria, económica y social que tiene pocos antecedentes. Y cuando se dice la gente, se dice policías, médicos, trabajadores públicos y privados, amas de casa, docentes, desocupados, jubilados, estudiantes y todo el arco que conforma la sociedad argentina. Solo un minúsculo grupo social, entre el que se encuentra la dirigencia política de uno y otro signo en funciones, se salva. Dirigencia política que ni siquiera ha tenido la grandeza de decir “por ley se establece una reducción drástica de las dietas y haberes o se establece un impuesto todos los cargos políticos para ser destinado a los profesionales de la salud pública en el marco de esta pandemia”, por ejemplo. Nada de eso, se dedican en muchos casos a disputar poder con miras a las elecciones del 2021 y 2024. Es deplorable, no hay grandeza.
Todo esto sucede y los efectos pueden ser graves. No hay estadistas, solo pareciera que hay actores políticos (a veces muy mediocres) que juegan a ganar, pero ¿para qué? La sociedad argentina es la única que va a perder en la división y el odio. Y va a perder mucho más si estos jugadores, además de ser mediocres, tienen planes reñidos con la vida digna.
El pato de la boda en la mesa
Ayer, todo el arco político, oficialismo y oposición, ha salido a criticar a esos insensatos que se juntaron en la Quinta de Olivos, temiendo por un acto que hiciera peligrar a las instituciones de la República, muy bien, aplausos por la defensa. Ahora únanse para defender los intereses de los argentinos ¿o ahí no juegan, o a los que quieren jugar allí los jefes no los dejan? El triste pato de la boda (el pueblo) está cansado, a veces enceguecido por las pasiones, a veces resignado. Está en la bandeja sobre la mesa, ojalá que no se deje sacrificar para deleite de los esposos políticos.