La flexibilización del aislamiento demanda actitudes responsables por parte de los ciudadanos, pero también acciones por parte de las autoridades provinciales y municipales
Las circunstancias, no determinadas de manera fehaciente, fundamentada y contundente, del por qué Rosario y otras ciudades del país no han registrado casos de contagios o estos han sido escasos, pueden sufrir un vuelco si no se adoptan medidas preventivas que, mirada la situación desde un punto de vista imparcial, hasta ahora en ciertos aspectos han estado ausentes o son escasas. Es muy cierto que la ciudad cuenta con una estructura en materia de salud pública que ha sido y es ejemplo, y que esto se debe a la gestión que los gobiernos socialistas, a partir de Hermes Binner, han desarrollado a través del tiempo, pero no es menos cierto que esto por sí mismo no basta para evitar brotes infecciosos.
Se improvisa demasiado o se fundamenta erróneamente cuando se dice que Rosario no ha registrado contagios por la infraestructura en materia hospitalaria. No es así, porque tal infraestructura está para actuar ante casos concretos y no es preventiva. La cuarentena ordenada en el orden nacional, a no dudarlo, influyó para que los picos que se observan en Capital Federal y Gran Buenos Aires no se produzcan aquí, pero tampoco eso es determinante por sí mismo. También las acciones desarrolladas por la secretaría de Salud, a cargo del doctor Caruana, aportaron lo suyo beneficiosamente, pero seguramente hay otros factores que han determinado la enhorabuena rosarina.
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Lo cierto es que controles rigurosos y campañas agudas de educación ha habido pocos y que mucha gente no colabora para mantener una situación sanitaria halagüeña. Basta con caminar por el centro de la ciudad para observar como no se respeta el distanciamiento social, ni el uso adecuado de barbijos, o se permiten reuniones o manifestaciones en donde el protocolo brilla por su ausencia y los controles también (por caso, entre otros, este viernes al mediodía en el microcentro rosarino).
Es imprescindible restringir, en la medida que se pueda, el acceso de gente de otras provincias y profundizar los controles.
Con un epicentro grave de infecciones a 350 kilómetros de la ciudad, la falta de conciencia de las personas y de respeto por normas básicas de bioseguridad, así como la ausencia de rigurosidad por parte de las autoridades, es tentar a la suerte. Porque a no dudarlo que en Rosario, como en otras ciudades, también ha habido suerte, mal que les pese a algunos políticos que quieren suplantar la fortuna o el destino por medidas que jamás existieron.
La flexibilización del aislamiento demanda actitudes responsables por parte de los ciudadanos, pero también acciones por parte de las autoridades provinciales y municipales para preservar un estado de cosas más o menos tranquilizador. En las últimas horas han surgido en Rosario algunos casos y esto supone no alarmar, pero sí adoptar medidas para no retroceder no olvidando lo que dice el viejo refrán: la confianza mata al hombre. Que eso no ocurra.