El Primeiro Comando da Capital lleva 25 años fortaleciéndose en las cárceles brasileñas, ya se expandió a Paraguay y Bolivia, y ahora, busca extenderse a Argentina y Uruguay. Una organización con ritos y estatutos propios
Organizaciones criminales de gran porte como las Farc de Colombia o la Mara Salvatrucha de Centroamérica siempre han sido vistas como un problema lejano de Argentina. Sin embargo, en los últimos años la preocupación en torno a una «sociedad secreta» de un país vecino ha crecido notoriamente: el Primeiro Comando da Capital amenaza con extender su poderío de las cárceles brasileñas a las argentinas, e incluso ya dejó algunos rastros en la provincia de Santa Fe.
El Primeiro Comando da Capital o PCC es una organización criminal brasileña que surgió a comienzos de la década del noventa en el Centro de Rehabilitación Penitenciaria de Taubaté, a donde eran transferidos prisioneros considerados de alta peligrosidad por las autoridades legales. Al ser fundado, el PCC afirmó que pretendía «combatir la opresión dentro del sistema penitenciario paulista» y «vengar la muerte de los 111 presos» que perdieron la vida el 2 de octubre de 1992 en la «masacre de Carandiru», cuando la Policía Militar mató a reclusos en la extinta Casa de Detención de San Pablo.
Durante los últimos 25 años, el PCC pasó de ser una simple banda de sicarios y narcotraficantes a convertirse en la fuerza asesina más brutal debajo del Ecuador, con el no menos temible Comando Vermelho con el que se disputa territorios en enfrentamientos armados. Según un informe del gobierno brasileño, para el 2012 el PCC ya era la organización criminal más grande de Brasil, con casi 20.000 miembros, 6.000 de los cuales estaban o están en prisión. Según expertos, la cifra de miembros hoy asciende a más de 30.000.
Usando un sistema de red que va más allá de los penales, un código anti violación, otro anti uso de crack tras las rejas y un sistema de pago de cuotas (sumado a un «bautismo» a través del cual dos padrinos presentan al postulante), el Primer Comando Capital crece.
Un grupo organizado con estatuto propio
Lejos de ser un grupo criminal errático, el PCC actúa como si fuera una comunidad secreta y se ha estructurado de manera horizontal. Existen los jefes de grupos y cualquiera de ellos se puede convertir en líder. Incluso, son responsables por establecer las penas cuando hay conflictos entre “los hermanos” en un tribunal de justicia propio, según publica el sitio AA.
Esta organización se rige por un estatuto propio, llamado el Estatuto del PCC. Es una lista de principios, entre los que se encuentra el ítem 7 del documento, el cual dice que los miembros «estructurados» y libres deben contribuir con los demás miembros reclusos bajo la pena de «que sean condenados a la muerte, sin perdón».
El estatuto predica «lealtad, respeto y solidaridad» a los miembros del grupo. Predica también una lucha por la «libertad, justicia y paz» y clama mejores condiciones en el sistema penitenciario brasileño, alegando que los presos sufren torturas y actos inhumanos.
Para dimensionar la organización que tiene este grupo, basta con recordar que el 19 de enero de este año se dio la mayor fuga de presos de una cárcel en la historia de Paraguay. Se trató de 75 reclusos vinculados al PCC que escaparon de una prisión cercana a la frontera con Brasil a través de un túnel. Es justamente en Paraguay donde el Primeiro Comando posee su mayor foco fuera de su país de origen.
Expansión en Sudamérica
Tras ser creado en el corazón de San Pablo, el PCC comenzó a extender sus redes por todo Brasil durante los noventa. Gracias a estructuración, mantiene una fuerza consolidada, con órdenes de administración dadas desde las cárceles. Sus miembros se comunican por medio de cartas trasladadas por los visitantes a los reclusos y utilizan un lenguaje codificado que cambia con tanta frecuencia que la policía no ha logrado identificar los patrones de dicha comunicación.
Esto le permitió seguir creciendo, a tal punto que se volvió un grupo criminal internacional. Actualmente, su núcleo más fuerte fuera de Brasil es Paraguay, en focos como Pontá Porá, que queda a solo cuatro kilómetros de la frontera con Brasil a la que se cruza fácilmente. Hay versiones sobre pistas de aterrizaje construidas en Paraguay para ingresar cocaína desde Bolivia. Sin embargo, en el PCC la coca no es lo principal, sino la marihuana paraguaya,
Además, en diciembre de 2019 la Policía uruguaya llevó adelante la «Operación Magnesio». Con ese nombre se bautizó a la detención de cuatro personas señaladas como la célula uruguaya del PCC, cuya misión era probar el puerto de Montevideo como potencial salida de cocaína rumbo a Europa.
Primeros pasos en Argentina
El PCC fue formado dentro de los penales. Y el PCC, precisamente, entra a una sociedad desde atrás de sus rejas. Lo hace con una herramienta tan sencilla como magnética: su bautismo, su rito de iniciación, algo que los une en su estrategia a fuerzas como la Mara Salvatrucha, que crean una homogeneidad y una lealtad, un sentido de pertenencia.
Thiago «Matrix» Ximenes, oriundo del municipio de Osasco en Sao Paulo, es un hombre iniciado en el PCC que pasó por varias cárceles de Argentina, Paraguay y Brasil por delitos entre los que se incluye robo a mano armada, portación de arma de guerra y privación ilegítima de la libertad. Pero fue en la Unidad Nº9 de Neuquén donde se realizó su rito de iniciación, el primero en territorio argentino.
Un rastro del PCC en Rosario
La ciudad de Rosario y sus alrededores no están exentos de bandas narcocriminales: basta con nombrar a Los Monos para dar cuenta de ello. Sin embargo, el 23 de noviembre de 2017 se conoció un hecho que paró varias orejas en el Ministerio de Seguridad de la Nación. Ese día un cuerpo apareció apareció flotando en el río Paraná, envuelto en una sábana y con un disparo en la cabeza, a la altura de Granadero Baigorria.
Su nombre era Maciel Amantino Wagner, un brasileño de 45 años que estaba prófugo desde 2014 en Ciudad del Este, Paraguay. Resulta que en agosto de 2014 la policía paraguaya difundió fotos y un listado de diez nombres de miembros del PCC que habían financiado y planeado un robo espectacular a la bóveda de la empresa Prosegur en Ciudad del Este y en ese listado estaba Wagner.
El brasileño, mejor conocido como «Juninho», había sido un miembro importante del Primer Comando Capital. Junto a otros integrantes de la organización planificó el robo a través de un túnel de más de 350 metros, desde la casa de un abogado, que terminaba en la bóveda de Prosegur, donde estaban guardados en ese momento US$100.000.000.
El Primeiro Comando da Capital sigue creciendo y sus intenciones de arribar a Uruguay y Argentina son evidentes, si no es que ya se cumplieron. Que eventualmente venga el PCC introduce a la Argentina de lleno en la realidad más brutal del crimen de Latinoamérica, un cambio de paradigma que si no se detiene sólo termina en el cementerio.