El aislamiento obliga a separarse de amigos y familia, a cambiar rutinas. Además, trae problemas, y uno de los grupos más vulnerables es el de niñas, niños y adolescentes
Por Sebastián Urquijo (*)
Llevamos dos meses de «aislamiento social, preventivo y obligatorio». Todo lo común y cotidiano cambió de un día para el otro y no sabemos cuánto va a durar. Lo simple ahora es complicado, a veces prohibido, y no sabemos hasta cuándo va a durar. La cuarentena nos obliga a separarnos de amigos y familia, a cambiar rutinas. El aislamiento trae problemas, y uno de los grupos más vulnerables es el de niñas, niños y adolescentes.
¿Qué les produce el aislamiento social?
Tienen más miedos, enojo e incertidumbre, además del alto nivel de estrés que sienten en sus casas y que ven en las noticias. Sintonizan nuestros estados emocionales, perciben la exposición al coronavirus como una amenaza, aumentan sus niveles de ansiedad y aparecen en comportamientos desafiantes como enojarse, gritar o discutir, más que en llanto, tristeza o preocupación. Queremos saber lo que sienten, pero no les damos el ejemplo, no compartimos sentimientos o mentimos, tratando de mostrar una falsa seguridad que no se refleja en cómo estamos. Usamos lenguaje técnico para minimizar la angustia y la ausencia de emociones en las conversaciones, aumenta los niveles de ansiedad.
Un trabajo reciente de investigadores italianos y españoles, informa que el 85% de madres y padres notaron cambios en el estado emocional y el comportamiento de sus hijos y que el síntoma más frecuente fue la dificultad para concentrarse, seguido de aburrimiento, irritabilidad, inquietud, nerviosismo, sentimientos de soledad y preocupación. Todos pasaron mucho tiempo frente a pantallas, hicieron menos actividad física y durmieron más horas durante la cuarentena. Dar paseos cortos disminuye los síntomas.
Resultados de nuestra investigación en Argentina indican que los más jóvenes tienen más depresión, ansiedad y afecto negativo que otros grupos de edad. Son los más afectados a medida que pasa la cuarentena. Mas de un 20% informó niveles moderados o graves de depresión al inicio y, dos semanas después, subió al 25%. No poder acceder a espacios abiertos empeoró los resultados. Lo que más los preocupa son los cambios en su vida social.
¿Qué podemos hacer? Ser auténticos y honestos sobre la incertidumbre y los desafíos de la pandemia, les da permiso para que hablen de sus sentimientos. Muchas noticias y mucho tiempo ante pantallas, no son cosas buenas. Es muy importante pasar un rato al aire libre o hacer ejercicio. Si no se puede salir, ayuda mirar por la ventana, especialmente la luz del día. Las interacciones sociales por videoconferencias, teléfono, mensajes en línea son importantísimas y mejor, si son a la misma hora todos los días. Las siestas no hacen bien, nunca más de media hora. Evitar pantallas de noche, porque la luz azul inhibe la hormona que nos ayuda a dormir. Si se quejan y patalean por la falta de fiestas de cumpleaños, de previas, salidas y encuentros con amigues, es importante validar la tristeza y la frustración, reconocer las pérdidas, escucharlos con empatía y reconocer sus pensamientos, sentimientos y emociones, además de ayudarlos o promover que los exploren y comuniquen.
*Lic. Psicología y Dr. Psicología Educacional, investigador principal del Conicet, vicedirector Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (UNMDP-Conicet), e investigador del Proyecto «Evaluación del Impacto Emocional del Aislamiento por Covid-19»