Hace 20 años -un 20 de mayo de 1998- se suicidaba el empresario postal Alfredo Yabrán en una estancia de su propiedad ubicada en la provincia de Entre Ríos, donde evadía una orden de detención dictada por el juez federal de Dolores, José Luis Macchi, que lo acusaba de haber instigado el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas.
La muerte del entonces propietario de la empresa OCA causó una gran conmoción social y política, fundamentalmente por las vinculaciones que tenía con los funcionarios del gobierno del presidente Carlos Saúl Menem.
Acostumbrado a pasar largos veranos en la localidad de Pinamar, Yabrán -de 53 años- había logrado mantenerse en el anonimato mientras controlaba negocios en depósitos fiscales, logística y concesiones en rampas aduaneras y aeropuertos por medio de diversas firmas.
Pero en agosto de 1995, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, lo acusó ante el Congreso -en una exposición que se prolongó durante 11 horas- de liderar «una mafia enquistada en el poder».
Aunque seis años más tarde Cavallo se retractó de sus dichos en un acuerdo firmado con los familiares de Yabrán, esa denuncia en la Cámara de Diputados le otorgó al empresario una visibilidad que nunca habría querido tener.
El seguimiento periodístico y las investigaciones sobre los negocios, vinculaciones y contactos que guardaba Yabrán se incrementaron con el correr de los meses hasta que se produjo un hecho que marcaría el principio de su caída.
En el verano de 1996, José Luis Cabezas logró tomarle una fotografía mientras caminaba por una playa de Pinamar, imagen que ilustró una tapa de la revista Noticias y se convirtió en una afrenta que no pudo tolerar.
«Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente», acostumbraba a decir Yabrán ante las personas que integraban su círculo íntimo.
La pretensión de ‘Don Alfredo’ de pasar un «verano tranquilo», significó para su jefe de su seguridad, Gregorio Ríos, una orden que debía cumplirse sin miramientos.
Ríos se contactó con el policía bonaerense Gustavo Prellezo, quien a su vez se vinculó con una banda de delincuentes comunes conocida como «Los Horneros» para ejecutar, el 25 de enero de 1997, el crimen de Cabezas.
El cuerpo del trabajador de prensa fue hallado en las afueras de Pinamar, calcinado, dentro de un Ford Fiesta y con un tiro en la cabeza.
La investigación judicial que encaró el juez Macchi -tras descartar varias pistas falsas- se cerró con el correr de los meses sobre el entorno del empresario.
La esposa de Prellezo, Silvia Belawsky, declaró el 15 de mayo en Dolores que su marido le había dicho que Yabrán había ordenado la muerte de Cabezas, y en consecuencia, el magistrado a cargo de la causa libró una orden de detención internacional contra el empresario.
«Cuando se ordenó la captura empezamos a trabajar en un número especial de la revista Noticias. Lo que menos se pensaba era que Yabrán podía matarse. La verdad que al principio no lo creía», señaló a Télam el periodista Gabriel Michi, compañero de Cabezas en la cobertura del verano en Pinamar al momento de producirse el asesinato del fotógrafo.
Varios días antes de su muerte, Yabrán se ocultó en uno de los tantos campos que poseía en su Entre Ríos natal, con la esperanza de que alguna de sus vinculaciones políticas le permitiera eludir el requerimiento de la Justicia.
Por esos días, se resguardó en la estancia San Ignacio, ubicada en cercanías a la localidad de Aldea San Antonio, donde una comisión de la Policía entrerriana lo fue a buscar.
Yabrán se encontraba preparando una picada junto a sus caseros Leonardo Aristimuño y Andrea Biordo y, al advertir la presencia de los efectivos, se encerró en el baño de la habitación que usaba en esa estancia.
Al intentar forzar la cerradura, los policías escucharon un disparo y, al ingresar, se encontraron con el cuerpo de quien buscaban tirado en el piso.
Eran las 12.45 del miércoles 20 de mayo, y Yabrán acababa de pegarse un disparo en la boca con una escopeta calibre 12.70 que -según la autopsia- le incrustó más de 30 perdigones en el cráneo.
«En medio de la incredulidad, comenzaron a correr muchos rumores sobre si en verdad Yabrán se había suicidado o se trataba de una simulación. Me puse a investigar y comprobé que era cierto. Se había quitado la vida. No había dudas», apuntó Michi.
El periodista recordó que vio fotos del cuerpo de Yabrán, y asegura que los rasgos de su rostro podían distinguirse a pesar de los impactos recibidos.
«Tenía la cara hundida y, a pesar de las heridas que tenía en la parte superior de su cabeza, se podían reconocer sus facciones. Se hicieron análisis de ADN y tres periodistas vieron el cuerpo en la funeraria a la cual se lo trasladó. Investigué el tema y puedo afirmar que es imposible especular con una muerte fraguada», remarcó.
Tras el suicidio de Yabrán, su esposa María Cristina Pérez y los tres hijos que tuvo con el empresario, Pablo, Mariano y Melina, heredaron su fortuna y montaron negocios en Uruguay, donde aún residen distanciados de sus tíos, los hermanos del empresario.
Gregorio Ríos llegó a juicio oral por el crimen de Cabezas, y su defensa legal estuvo costeada por la familia del empresario, en un intento de desligarlo del crimen del fotógrafo de Noticias.
«La metodología bajo la cual se ejecutó el asesinato de José Luis quedó muy clara. (Alfredo) Yabrán daba las órdenes, (Gregorio) Ríos como jefe de seguridad lo secundaba y Prellezo mandaba a los Horneros. Eso es lo que se probó en la Justicia», explicó Michi.
El empleado más fiel del empresario postal resultó condenado como instigador del crimen de Cabezas y hace tres años la Justicia dio por terminada su condena.
«Con esa sentencia, se probó la implicación de Yabrán con el asesinato de José Luis. Cuando me preguntan por qué un hombre con tanto poder tomó esa decisión, pienso que lo hizo por una sencilla razón: no soportó perder la impunidad», puntualizó Michi.