Se cumple un siglo de que entró en vigor la ley seca en Estados Unidos, que buscaba cesar con el consumo de alcohol. Sin embargo, no obtuvo los resultados que esperaba
Se cumple un siglo de que entró en vigor la ley seca en Estados Unidos, que buscaba cesar con el consumo de alcohol. Sin embargo, no obtuvo los resultados que esperaba
La ley seca, entendida como la prohibición de vender bebidas alcohólicas, estuvo vigente en los Estados Unidos entre 16 de enero de 1920 y el 6 de diciembre de 1933. Fue establecida por la Enmienda XVIII a la Constitución de los Estados Unidos y derogada por la Enmienda XXI.
En los Estados Unidos había existido desde el comienzo del siglo XIX un Movimiento por la Templanza (o Temperancia), entendida primero como moderación en el comer y en el beber, luego como prohibición total de consumir alcohol, y finalmente como una condena de todo lo relacionado con el alcohol, especialmente la industria que lo producía y lo vendía. A lo largo del siglo XIX diversos líderes religiosos de iglesias protestantes, populares entre las masas anglosajonas del país, habían insistido públicamente en regular el libre consumo de alcohol, al cual culpaban de diversos males sociales.
Aunque muchas personas creen que fue un fracaso absoluto, lo cierto es que durante la década de los años 1920 el consumo de alcohol disminuyó a la mitad, y se mantuvo por debajo de los niveles anteriores hasta bien entrados los años 1940, lo que sugiere que socializó a buena parte de la población en hábitos de sobriedad, al menos temporalmente. Ahora bien, tuvo efectos secundarios negativos, y fue perdiendo apoyos progresivamente. Se siguió produciendo alcohol de forma clandestina y también importado clandestinamente de países limítrofes, provocando un auge considerable del crimen organizado. Hubo numerosos casos en donde ciudadanos compraron licor masivamente durante las últimas semanas del año 1919, antes que la ley entrase en vigor el 16 de enero de 1920, para así atender el consumo propio. Si bien la ley impedía la oferta de alcohol, la demanda no había desaparecido.
La persistencia de la demanda de bebidas alcohólicas estimuló la fabricación y venta de licores, que se convirtió en una importante industria clandestina; la ilegalidad de esta práctica causó que el alcohol así producido adquiriese precios elevados en el mercado negro, atrayendo a este a importantes bandas de delincuentes. Un buen ejemplo de esto fueron Al Capone (inspiración de infinidad de películas, tales como Los intocables de Eliot Ness) y otros jefes de la Mafia estadounidense, que ganaron millones de dólares mediante el tráfico y la venta clandestina, expandiendo sus actividades criminales a casi todo el país, e involucrando la corrupción de numerosísimos funcionarios y policías encargados de hacer cumplir la ley seca.
Durante la década de 1920 la opinión pública dio un giro, y la gente decidió que había sido peor el remedio que la enfermedad. El consumo de alcohol no solo subsistió, sino que ahora continuaba de forma clandestina y bajo el control de feroces mafias. En vez de resolver problemas sociales tales como la delincuencia, la ley seca había llevado el crimen organizado a sus niveles más elevados de actividad como nunca antes se había percibido en Estados Unidos. Antes de la prohibición había 4000 reclusos en todas las prisiones federales, pero en 1932 había 26 859 presidiarios, síntoma de que la delincuencia común había crecido gravemente, en vez de disminuir. El gobierno federal gastaba enormes cantidades de dinero tratando de forzar la obediencia a la ley seca, pero la corrupción de las autoridades locales y el rechazo de las masas a la Prohibición, demostrada por el hecho de que el consumo no disminuía, hacían más impopular sostener la ley Volstead.
En 1932 el Partido Demócrata incluyó en su plataforma la intención de derogar la ley seca, y Franklin Roosevelt dijo que, de ser elegido presidente, derogaría las leyes que aplicaban la ley seca. Se estima que hacia 1932, tres cuartos de la población favorecía el fin de la veda.
El 21 de marzo de 1933 Roosevelt firmó el Acta Cullen-Harrison que legalizaba la venta de cerveza que tuviera hasta 3,2 % de alcohol y la venta de vino, siendo aplicable a partir del 7 de abril de ese mismo año, derogando la ley Volstead. Meses después diversas convenciones estatales ratificaron la Enmienda XXI a la Constitución de Estados Unidos, que derogaba la Enmienda XVIII. La nueva enmienda fue ratificada el 5 de diciembre de 1933 por el Senado de Estados Unidos.