Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
Sobre el fin de la semana, el ministro Guzmán delineó los objetivos fundamentales de su programa económico. Sin dar demasiadas precisiones con respecto a los instrumentos, planteó las líneas básicas sobre las que se asentará la política económica. El diagnóstico del que ese parte es extremadamente preocupante.
Como venimos comentando en nuestras columnas, no hay ninguna variable económica relevante (nivel de actividad, inflación, desempleo, pobreza, distribución del ingreso, endeudamiento, etc), que la gestión de Mauricio Macri no haya empeorado hasta niveles críticos. Guzmán hizo un repaso sintético pero muy completo de cada uno de las variables en cuestión, para luego marcar la tarea: “Lo que venimos a hacer es resolver una muy profunda crisis económico social”. Describió la situación de la economía argentina como “de extrema fragilidad”, por lo que el objetivo primordial que se plantea es frenar la caída de la actividad económica. Un objetivo de corto plazo, claro, pero que muestra una vocación profundamente pragmática, que quedó patentizada cuando sostuvo: “Venimos a hacer las cosas con responsabilidad sin dogmas”.
Probablemente la palabra más utilizada fue “tranquilizar”. El equipo económico vislumbra que la sociedad argentina, tanto trabajadores, como desocupados y empresarios, necesita un horizonte de certidumbre que permita bajar los niveles de angustia. Entonces habrá que tranquilizar la economía, para frenar la caída y sentar las bases para un desarrollo sostenible. Y sobre éste punto Guzmán fue claro, la precondición indispensable en el diseño del programa es que ese desarrollo sostenible sea con inclusión social.
Caracterizó a la apuesta económica de Macri como irresponsable, ya que generó falsas expectativas acerca de los posibles logros del plan económico, los cuales eran absolutamente inalcanzables en función de su diseño e implementación. Los brotes verdes, la lluvia de inversiones no fueron sino meras invenciones, ficciones literarias, que jamás podrían tener correlato en la realidad.
Anunció que se está trabajando sobre un programa macroeconómico integral. Esto es, que intenta abordar todos los desequilibrios que enfrenta la economía argentina: el externo (endeudamiento en moneda extranjera que no generó mayor capacidad productiva para pagar la deuda), el desequilibrio fiscal (la carga de intereses induce su aumento, y si la argentina intentase pagar en éstas condiciones sólo impulsaríamos la caída). Y aquí aparece otra de las palabras claves de la conferencia de prensa, la consistencia. Dijo el ministro, «debemos ordenar estos desequilibrios de forma consistente, de modo de no generar instrumentos que busquen objetivos contradictorios». Entonces, se busca un plan donde los programas fiscal, monetario y de sector externo funcionen coordinadamente, articulados por un eje central de la consistencia, y que es la cuestión social. Destacó un hecho por sobre todas las cosas: es el equipo económico el que se encargará del diseño, no lo diseña el FMI, por lo cual se trabajará para para adecuar la renegociación del acuerdo a los objetivos de sostenibilidad macroeconómica dispuestos por el presidente.
Guzmán fue claro: para pagar necesitamos recuperarnos. «Vamos a buscar una relación constructiva con los acreedores, intentando reperfilar la deuda, de modo de que su pago no altere la consistencia macro en la búsqueda de los equilibrios fiscal y comercial». Lo bueno, sostuvo, es que el FMI reconoce el fracaso del programa anterior.
Dedicó un importante capítulo a la cuestión fiscal. Dijo que hay un problema muy grave, y que es necesario recuperar el equilibrio fiscal para ser sostenibles, pero eso no se puede hacer de golpe. Afirmó que 2020 no será el año de la contracción fiscal, a la vez que sostuvo que la economía argentina necesita aire para no hacer un ajuste. Hoy no se cuenta con los recursos necesarios para producir un impulso fiscal fuerte, pero tampoco es posible financiarlo con deuda. Si quisiéramos financiarlo con emisión, seguramente profundizaríamos la inestabilidad. Esto explica que, si nos restringimos al orden de lo posible, lo mejor que se puede hacer en el corto plazo es detener la contracción entendiendo que no hay recursos para llevar adelante una fuerte expansión del gasto estatal.
En éste sentido, anunció la presentación en las sesiones extraordinarias un proyecto de Ley de Solidaridad y Reactivación Productiva, que tiene dos objetivos primordiales: proteger a la población más vulnerable y restablecer las condiciones para frenar la caída de la actividad.
Afirmó que para 2020 se espera un proceso de desinflación, compatible con la resolución de los otros desequilibrios. El equipo económico tiene claro que no es fácil, diferenciándose claramente de las declaraciones de Macri, que sostenía que resolver el problema de la inflación era muy sencillo. Sin embargo, también expresó que la inflación no es un fenómeno monocausal, y que por lo tanto no basta con atacar sólo con instrumentos de política monetaria como durante la gestión anterior.
El ministro se comprometió a comunicar las decisiones de manera escrita y de forma institucional, a la vez que sostuvo que su equipo económico está formado por gente que tiene un profundo conocimiento del sector público y tiene como objetivo cuidar a la Argentina. Destacó, en ése sentido, el rol del Estado en la generación de las condiciones para que los mercados funcionen mejor. También anunció que se creará una unidad ad hoc para la gestión de la sostenibilidad de la deuda pública externa, que será acompañada por una comisión asesora integrada por algunos ex sub secretarios de Finanzas del Ministerio de Economía de la Nación
Concluyendo, Guzmán dijo que no han venido a hacer promesas rimbombantes. La tarea es clara: redefinir prioridades con respecto a quién hay que cuidar, poniendo lo productivo en el centro, a través de la generación de trabajo y de conocimiento, sobre un sendero de estabilidad. En síntesis, dijo el ministro, una Argentina que produce, que aprende y que trabaja