Opinión

Los bosques, los pulmones de la tierra


Por el rabino Sergio Bergman (*)

Nuestra casa común cumple casi 4.500 millones de años. Durante todo este tiempo la naturaleza ha evolucionado en un equilibrio dinámico. Por ejemplo, el ciclo biogeoquímico del carbono, es decir básicamente el intercambio entre los reservorios del suelo y océanos y el carbono de la atmósfera, ha estado en equilibrio durante millones de años hasta la revolución industrial, cuando comenzamos a quemar hidrocarburos.
Recién en las últimas décadas la humanidad ha comenzado a entender que dependemos de las plantas, porque son los sumideros naturales del dióxido de carbono que a nosotros nos afecta, además de brindarnos muchos otros servicios ecosistémicos, como purificación del aire, formación de suelos fértiles, hábitat de especies y reservorios genéticos y regulación climática e hidrológica.
En Argentina tenemos la gracia de contar con 53.654.545 hectáreas de bosque, lo que representa el 19,2% del territorio nacional. Casi un millón y medio de personas habitan en bosques nativos y viven de la producción de leña y carbón, la carpintería, las artesanías, la ganadería y el aprovechamiento de productos alimenticios, medicinales, textiles o aromáticos.
Sin embargo, también hemos perdido grandes superficies forestales en manos de la tala. Sólo entre el año 2007 y el 2017 se han desmontado más de 3 millones de hectáreas. La deforestación en Argentina es de hecho una de las principales causas de emisión de gases de efecto invernadero, comparables a las de transporte, es decir a la quema de combustibles fósiles.
Desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable nos hemos propuesto evitar la deforestación ilegal y fomentar la creación y mantenimiento de las reservas forestales. Es nuestro deber preservar la biomasa de nuestros bosques, a la vez que prevenir los efectos ecológicos adversos y la pérdida de los servicios ambientales estratégicos que los bosques brindan.
Pero no se trata de cuestiones románticas, sino de frenar la deforestación con límites claros y acciones contundentes. Por eso estamos implementando acciones concretas para tornar aplicable la Ley de Bosques Nativos empoderando a las provincias con herramientas de control y monitoreo, así como fondos necesarios para su conservación y recomposición.
Trabajamos bajo el firme propósito de que el Fondo Fiduciario para la Protección Ambiental de los Bosques Nativos llegue de forma efectiva y uniforme a los bosques de todo el país. En 2017 logramos que la partida destinada al fondo se incremente un 110% en comparación al año anterior, y que fuera transferido a las provincias en tiempo récord.
En el marco del Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA) delineamos estrategias para focalizar en la restauración de bosques degradados, el manejo sustentable del bosque a nivel de cuenca, el manejo del bosque con ganadería integrada, el uso sustentable y la conservación de ambientes prioritarios, el manejo de bosques en zona de interfase y la prevención de incendios forestales.
A su vez, junto al CONICET y la CONAE desarrollamos un Sistema de Alerta Temprana de la Deforestación que este año ya comenzó a generar informes cada 15 días de alerta de deforestación de los bosques nativos de la región chaqueña. El sistema prevé la informatización del tránsito y comercio de madera para fortalecer la fiscalización y disuadir el tráfico ilegal.
Por su parte, a través del Plan Nacional de Restauración de Bosques Nativos el objetivo es ampliar la superficie cubierta, recomponer las degradadas, restaurar suelos, prevenir inundaciones y ampliar la captura de gases de efecto invernadero. El plan tiene como meta la restauración de unas 1.800 ha en 2018, hasta llegar a las 18.000 ha para el año 2023, lo que implicará la plantación de más de 10 millones de especies autóctonas.
Confiamos en que nuestro trabajo puede tener un efecto potenciador y que recuperando nuestros bosques estamos revirtiendo el curso de la historia.
En física «el efecto mariposa» es un concepto que explica como el batir de sus alas puede provocar un huracán en otra parte del mundo. Ello nos viene a revelar que en la naturaleza todo está interrelacionado, que los efectos son imponderables, pero también que las fuerzas destructivas pueden cambiarse por otras constructivas.
En esta casa común los impactos ambientales no diferencian entre países, status o clases sociales; si contaminamos el aire, el suelo y el agua, todos estaremos afectados.
Los humanos somos tan capaces de destruir el planeta y tornarnos vulnerables, como de cuidarlo y fortalecernos. Cuidar a la naturaleza es cuidarnos a nosotros mismos y a nuestras generaciones futuras.
Este año, Argentina preside el G20 y hemos convocado a los países miembros al Grupo de Trabajo de Sustentabilidad Climática donde alcanzamos acuerdos para alinear los fondos internacionales multilaterales para que países en vías de desarrollo logren objetivos de sostenibilidad.
Nos comprometimos en torno al desarrollo de infraestructuras resilientes al cambio climático, la protección en adaptación a las poblaciones vulnerables, y la creación de nuevos trabajos frente al desafío de la innovación que implica un desarrollo sustentable.
Finalmente, el Día de la Tierra vuelve a poner de manifiesto nuestra responsabilidad de cuidar el planeta y a toda la familia humana, por eso nuestra política de Estado no es sólo una agenda verde sino una política en Derechos Humanos.
Que este Día de la Tierra sea de reflexión y compromiso por una ecología humanista, integral e inclusiva; que nos permita construir consensos para un desarrollo justo y sostenible.

(*) Ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.

– El Día de la Tierra se celebra el 22 de abril.