Por Dr. Gustavo Douglas Nazareno (*)
La medicina es una ciencia esencialmente dinámica que debe adaptarse a nuevos desafíos y a continuos cambios de paradigmas. Uno de los grandes desafíos que se avecina es la atención médica del sector de la población conocido como «adultos mayores o tercera edad», que conforma una proporción creciente en nuestra sociedad. Esta realidad toca de cerca a la medicina respiratoria en particular, ya que se calcula que cerca del 60% de las consultas por síntomas respiratorios corresponden a personas que tienen más de 65 años.
Según datos de la OMS, en 2050 el porcentaje de adultos mayores será el doble del actual, o sea que aproximadamente un 22% de la población mundial tendrá más de 60 años. Gran parte de estas personas vivirá en países de ingresos medios y bajos, por lo que sería importante que los sistemas sociales y sanitarios se vayan preparando para este cambio demográfico. En Argentina actualmente el 12% de la población tiene más de 65 años, con una expectativa de vida de 20 años por encima de esta edad.
Los adultos mayores tienen ciertas particularidades que los hacen especiales a la hora de ser abordados como pacientes. En estas personas son relativamente frecuentes las dificultades cognitivas (de entendimiento), auditivas o del habla, que pueden dificultar la obtención de un buen relato acerca de lo que sienten; pueden tener ciertos cambios fisiológicos que alteren la percepción de algunos síntomas o suelen padecer de múltiples enfermedades, por lo que puede ser difícil determinar la contribución de cada una en el cuadro respiratorio que pudieran presentar.
A todo esto, debe agregarse que tampoco son fáciles de realizar los «estudios complementarios» que, con fines diagnósticos, se utilizan en la medicina respiratoria. Estas dificultades pueden derivar de la incapacidad del enfermo de colaborar adecuadamente con las maniobras respiratorias necesarias para poder efectuarlos o de los riesgos derivados de la existencia de otras patologías concomitantes, etc.
La evolución y el progreso médico han permitido disponer de nuevos métodos de diagnóstico y tratamientos que han mejorado el pronóstico de muchas enfermedades respiratorias, pero como contrapartida, se observa una creciente desestructuración de la familia que complica la realidad a la que se tiene que enfrentar la persona de la tercera edad que padece alguna dolencia de este tipo. Adultos mayores «abandonados» en los hospitales, sin nadie que los visite; otros que concurren solos a la consulta y tienen dificultades para entender las prescripciones del profesional, son ejemplos de realidades cotidianas que los profesionales de la salud presencian cada vez con mayor frecuencia.
La utilización de la informática y de las redes, que se conoce como telemedicina, además del desarrollo de aplicaciones especiales para los celulares, pueden ser parte de la respuesta a este desafío a futuro. Debe considerarse que los adultos mayores del mañana estarán familiarizados naturalmente con estos recursos, razón por la cual podrían ser de gran ayuda. En los últimos años tímidamente han comenzado a asomar iniciativas en este sentido.
Sin embargo, el progreso y el desarrollo no serán suficientes para reemplazar la paciencia, que será necesaria cada vez que el adulto mayor no entienda las prescripciones u otro aspecto relacionado con el acto médico; la perseverancia, que hará falta para no darse por vencidos de antemano en la búsqueda del origen de una enfermedad solamente porque el paciente es un anciano y, finalmente, habrá que tener prudencia a la hora de hacer procedimientos invasivos o tratamientos donde los riesgos puedan superar a los beneficios. Por esos motivos la respuesta para este gran desafío que tiene la medicina de los próximos años, pasará sin duda por el desarrollo tecnológico, pero jamás podrá prescindir del factor humano tanto familiar como del personal de salud.
(*) Coordinador de la Sección Neumonología Clínica y Medicina Crítica de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) y Jefe de la Sección Neumonología del Hospital E. V. Barros (La Rioja).