El titular del MSR y secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza aseguró que los ataques del gobierno se combaten con "gestiones transparentes, abiertas y democráticas”
Por Franco Albornoz
La avanzada contra los representantes del movimiento obrero y dirigentes gremiales fue una marca registrada del gobierno de Mauricio Macri. Con frases como “ponen palos en la rueda” o “vamos a terminar con la mafia sindical”, el presidente eligió al sindicalismo como su enemigo preferido y apostó a la generalización. El objetivo fue desviar el foco de la discusión y poder avanzar con reformas en las condiciones laborales de los trabajadores, acompañado por una corporación judicial y mediática en sintonía con ese discurso.
En las últimas elecciones, lejos de la “demonización” que intentó imponer el oficialismo sobre los sectores gremiales, la penosa situación económica que atraviesa la Argentina con cierres de fábricas, pérdida de miles de puestos de empleo, caída del salario e inflación se impuso con números arrasadores.
En este segundo tramo de la entrevista con CLG, el titular del Movimiento Sindical Rosarino (MSR) y secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario, Alberto Botto, aseguró que detrás de los ataques “hay negocios millonarios” y aseguró que la lucha hay que darla “con gestiones transparentes, abiertas y democráticas”.
Además, el líder sindical se refirió al sufrimiento de la familia en ese proceso, valoró el trabajo de mujeres y jóvenes dentro de las organizaciones gremiales y puso de relieve la Campaña Solidaria Permanente que llevan adelante desde Luz y Fuerza. “Hacer solidaridad es perforar culturalmente a un modelo que promueve el individualismo, para elevar los valores humanos”, puntualizó.
—Luego del 10 de diciembre también habrá un cambio en la gestión provincial, ¿qué balance hace del gobierno que termina su mandato y cuáles son las expectativas con el que comienza?
—Nosotros venimos de varios procesos donde la Empresa Provincial de la Energía (EPE) se consolidó en la órbita estatal, se invirtió y se nos respetó el convenio colectivo de trabajo. No hay que olvidar que en 1997 los trabajadores pusimos plata de nuestro bolsillo para que la EPE no se privatice por exigencia del Banco Mundial. Después resistimos la privatización en el gobierno de (Carlos) Reutemann y posteriormente se quiso hacer un gerenciamiento privado que también resistimos. En los últimos años tuvimos inversiones muy importantes, aunque creemos que hay que revertir la falta de trabajadores. Si bien la empresa se recuperó de la década neoliberal, no alcanzó los niveles que tenía anteriormente. Hoy hay un 18% menos de personal en relación a ese momento. Las expectativas están puestas en que el nuevo gobierno sea una gestión excelente y nosotros podamos ayudar en todo lo que sea necesario. Descontamos y confiamos en que la EPE se va a consolidar en la órbita del Estado, y que se van a respetar los acuerdos convencionales porque así siempre lo hizo el peronismo. Hoy necesitamos de todos para salir adelante.
—La estrategia de Cambiemos desde sus inicios fue demonizar al sindicalismo, ¿cómo vivió esa estigmatización cotidiana que se planteó desde el gobierno nacional?
—Los sindicatos somos el bastión de resistencia de estos modelos de derecha que hoy se aplican en todo el mundo. De igual forma, no hay que meter a todo el empresariado en la misma bolsa. Hay muchos buenos empresarios que apuestan a las Pymes y al país, que no piensan igual que los grandes Ceos. Esta estigmatización tiene mucho que ver con el debilitamiento que quieren hacer sobre las organizaciones gremiales. También generando otros sindicatos por rama. Entonces atacan, pero por la respuesta que dio el pueblo argentino esto se va a diluir. En realidad, lo que hay detrás de esa intención de desprestigio son negocios millonarios. No es que hay una mafia sindical que combatir. Si bien hubo errores por parte del sindicalismo no nos pueden ubicar a todos en el mismo lugar. Nosotros en Luz y Fuerza podemos mirar a los afiliados a la cara y todos los días rendimos examen. Caminamos nuestros barrios, saludamos a los vecinos y no somos el Tigre Verón.
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—¿Cómo se combate esa campaña de desprestigio con las corporaciones judicial y mediática en contra?
—Con gestión transparente como en este gremio, donde elegimos y votamos a nuestras autoridades un día domingo. Los afiliados participan masivamente y con muchas ganas, se logran listas de unidad desde hace tiempo y sacrifican un domingo para cumplir con su deber democrático, eso tiene un valor incalculable. Con la Agrupación Azul y Blanca nos planteamos formar nuevos dirigentes, y darle la participación a las compañeras. En ese sentido, firmamos con la EPE el ingreso de mujeres a sectores manuales, que creció mucho. Este gremio por cultura siempre fue de varones, pero tanto jóvenes como compañeras tienen el lugar que se merecen y muchos ocupan lugares estratégicos de decisión, aunque aún queda mucho por hacer.
—¿Cómo influye en la familia esos ataques sistemáticos?
—Es imposible separar una cosa de la otra. La familia sufre, no le pasa sólo al dirigente gremial. Sobre todo, cuando esos procesos son injustos, con una justicia cooptada y presos políticos, algo que nos puso en alerta. Para poder estigmatizar a una persona hay que tener pruebas contundentes. No de la manera que fue manipulada la Justicia por este gobierno. Aunque es evidente que ya ni el poder económico le cree al gobierno nacional. Y el círculo cierra con el blindaje mediático para confundir a la gente. Es para desviar la atención de la crisis que generó Cambiemos y el mejor equipo de los últimos 50 años. Pusieron al país de rodillas ante organismos internacionales y lo endeudaron como nunca en su historia.
—También desarrollan desde el gremio una Campaña Solidaria Permanente. ¿De qué se trata y cómo impactó la crisis en los sectores más vulnerables?
—Creamos el área de Relaciones Intersindicales, Derechos Humanos, Género e Igualdad que depende de la Secretaría General para llevar adelante esta Campaña Solidaria Permanente. Desde hace tiempo venimos trabajando, pero la intensificamos en los últimos años por la demanda que nos llegan de los barrios: abuelos que comen salteado y niños que tienen hambre. Pero no somos el Estado, no llegamos como quisiéramos. Sin embargo, hicimos una campaña intensa, y este domingo por ejemplo cocinamos para 400 personas en el comedor Piecitos Descalzos. Los argentinos nos podemos dar cuenta que con muy poco podemos regalarle una sonrisa a alguien que sufre. El objetivo es que el Estado vuelva a estar presente y para eso debemos perforar culturalmente este modelo.