Por Mario Luzuriaga
A Néstor Giuria no le gusta que lo presenten como periodista deportivo. Él se define como periodista. Debutó de joven nada más y nada menos que en el diario Crónica que lo comandaba el periodista Héctor Ricardo García y cubría todo lo que podía, hasta que llegó el deporte.
No hay persona más apasionada que Giuria al hablar de deportes en general, dejando de lado toda su experiencia en el boxeo y el rugby, otro de sus grandes amores.
Estuvo entrevistando a los más grandes púgiles del mundo y tuvo destacadas anécdoctas que compartió con CLG, en esta entrevista a fondo con un maestro del periodismo.
—¿Cómo se inició en el periodismo?
—Yo empecé de pibe, tendría 14 o 15 años. Cuando terminé la secundaria me di cuenta que esto me gustaba. Había inventado una revista en el colegio secundario, siempre quería subir a los escenarios y presentar orquestas en los clubes de barrio.
—¿Y su primera incursión?
—Y tuve una oportunidad en mi vida muy joven, a los 18 o 19 años entro a trabajar en el diario Crónica, que le dieron tres meses de vida y aún está vigente. Entré porque mi padrino fue un gran escritor que se llamaba Américo Barrios, un hombre que fue secretario de (Juan Domingo) Perón y cuando volvió del exilio se integró como director de la sección matutina del diario. Entonces yo debuto siendo cronista volante, tenía que ir a todos lados y traer notas. Entonces yo hacía fútbol y me mandaron hacer Primera B y debuto en la cancha de Atlanta, donde jugó Deportivo Español, que tenía un cuadro impresionante, contra Almirante Brown: 4 a 2 ganó Deportivo. De ahí no paré más y nunca más hice otra cosa.
—¿Siempre vinculado al deporte?
—No, actualmente hago música, pero el deporte fue lo fundamente. No sólo boxeo, hice muchísimo fútbol. Fui comentarista de la selección argentina, hice muchísimo rugby; recorrí medio mundo con ese deporte.
—Por el lado del boxeo, uno de los más grandes del mundo fue sin dudas Carlos Monzón…
—Para muchos fue el mejor del mundo, para otros no tanto, pero sin dudas fue una de las grandes figuras que dio el boxeo argentino con proyección internacional. Defendió con éxito su título 14 veces consecutivas, decidió retirarse luego de la pelea con Rodrigo Valdez que lo tiró, pero igual ganó Carlos. Nunca fue un noqueador, pero desgastaba al adversario.
—¿Cuál fue la pelea que más le impactó?
—No podemos olvidar cuando gana el título el 7 de noviembre de 1970 en el Palacio de los Deportes en Roma, cuando noquea a Benvenutti. Pero en lo personal me gustó mucho la primera pelea que hace con Jean Claude Buttier, muy interesante y yo hubiese elegido esa pelea como la más difícil de su carrera. Se lo dije y el me dijo que su pelea más difícil la tuvo con Emile Griffith.
—Luego llegó la caída con la muerte de su mujer Alicia Muñiz.
—Termina su vida mal matando a su esposa, a la madre de Maximiliano, su hijo. En ese momento no se hablaba de femicidio, y pagó con la cárcel y cuando estaba por salir tuvo el accidente. Quedó una nota pendiente, porque con Carlos tuve un karma. No tuve una buena relación con él, no sé por qué, el me asociaba con periodistas de Rosario y no le gustaba Rosario. Luego de su retiro tuvimos muchas charlas pero teníamos pendiente una entrevista deportiva que nunca pudimos tener. Tampoco me la concedió cuando estaba en la cárcel y por trabajo en una ocasión me encontré con Buttier y me entregó una carta para Carlos. Es ahí donde podría entrar a hablar con él y lamentablemente cuando tenía la oportunidad de poder hacerlo tuvo este accidente. No me quedé con esa carta, me pareció que era una cuestión íntima entre ellos, pero a lo mejor cometí un error periodístico, pero no la abrí y ni la mostré.
—¿Pudo conocer a su hijo Maximiliano?
—Me pasó algo muy sorprendente y extraño. Siempre me pregunté dónde estaba, si vivía en Uruguay con sus abuelos, me llamaba la atención que ese periodismo que le gusta escarbar no haya podido encontrarlo. Muchos años pensé en él y en febrero de este año me fui a trabajar para Boxeo de Primera y estaba en el hotel de Melincué. Fuimos a cubrir la pelea de un boxeador que se llama «Popi» Fernández, venía a desayunar con su gente y vi un muchacho morocho que no hablaba. Pregunté quién era y me dijo que era Maximiliano Monzón, y me comentaban que estaba junto al equipo de Fernández. Me quedé impactado.
—Al igual que el boxeo, el rubgy es otro deporte popular e imagino que habrá visto grandes estrellas.
—No solamente tuve la oportunidad de verlos sino que hoy son amigos. A mí me honra con su amistad, y para mí el más grande del rugby es Hugo Porta. Hay un Monzón, hay un Vilas, hay un Fangio y en el rugby está Hugo Porta. Lo he acompañado en varias giras, los jugadores de aquella época son imposibles de no recordarlos. Han hecho campañas impresionantes, como por ejemplo los Pumas del 65, que marcaron un antes y un después en la historia del rugby, ganándole a los Springboks en su gira por Sudáfrica. Ahí se destacaron tres rosarinos que son amigos míos, no me imaginé que ellos iban a serlo. Coco Benzi, José Luis Imhoff y Eduardo España, que hace el try del triunfo en Sudáfrica.
—Una hazaña maravillosa contra uno de los mejores equipos del mundo.
—En aquella época eran imbatibles, era imposible ganarles, estamos hablando de hace 60 años atrás.
—¿Qué le pareció como jugador el cuestionado Alejandro Puccio?
—Fue un jugadorazo, yo lo conocí, fue un tremendo jugador. Era del CASI, entrenó en el seleccionado y se enfrentó con equipos de Rosario cuando se hacían los grandes campeonatos argentinos. Se enfrentaban nueva pumas de Buenos Aires contra cuatro o cinco Pumas de Rosario, eran partidos de enorme nivel. Cuando pasó todo lo que pasó no lo pudimos entender.
—También habrá conocido y vivido grandes partidos de tenis.
—El tenis nunca me atrapó, pero el que me cautivó fue Guillermo Vilas. No sé por qué ha sido siempre ninguneado, cuando lo llaman o le piden una opinión o está con los muchachos en una Copa Davis. A lo mejor es una cosa de él, pero siempre me lo pregunté.
—En el básquet también hubo grandes.
—Argentina en el básquet no existe por (Emanuel) Ginobili, recordemos que Argentina fue campeón mundial en 1950 en el Luna Park. Hubo grandes figuras, pero siempre hay un jugador, no te olvides que el que puso al básquet en la vidriera fue el capitán de la selección Oscar Furlong, que después fue gran jugador de tenis, Copa Davis y presidente de la Federación de Tenis. En ese plantel había dos rosarinos, el gran y querido amigo que fue Alberto Lozano y el famoso «Palazo» De Vecchio. No vas a encontrar deporte en el máximo nivel en el que no haya ningún rosarino en el medio.
—O santafesino, no nos podemos olvidar que tuvimos uno en el automovilismo.
—Carlos Reutemann fue figura y otro hombre contemporáneo de Monzón. Ellos paraban el país cuando corrían o peleaban, porque a la hora que corría Reutemann, por lo general, y a la hora que peleaba Monzón, que de las 14 defensas 13 las hizo en Europa; entonces peleaba a las cinco de la tarde y Reutemann corría a las dos. Entonces las calles quedaban vacías los días sábados a las cinco de la tarde, no había un taxi en la calle hasta que terminaba.
—¿Cuál fue el mejor deportista de todos los tiempos que ha visto?
—Vi muchos por ahí te digo tres y son muchos más, pero ni hablemos de Hugo Porta o Carlos Monzón, he visto grandes jugadores de básquet, hablamos de Reutemann también, me acuerdo de los hermanos Gálvez; Marcos Ciani, un corredor de Venado Tuerto que te impactaba con verlo. Uby Sacco para mí el fue el mejor boxeador que vi en lo últimos cuarenta años, nadie lo superó, técnicamente superior a Monzón, una cosa fantástica y su vida termina trágicamente.
—Una difícil: ¿Maradona o Messi?
—Para mí no es difícil, sin lugar a dudas Maradona. Messi es un jugador de otro planeta que lo han bajado los marcianos para esta época, pero no hizo y no hará lo que hizo Maradona. El jugó toda la vida en Barcelona, internacionalmente tuvo muchas deudas, mundial o Copa América; pero aunque la ganara, no puede representar las cosas que ha hecho Maradona. Hace unos días casualmente un colega me pasaba cosas de Maradona, en donde hace un saque de costado, se la pasa a un jugador, el jugador se la devuelve, él gambetea a dos y tira un centro que se convierte en gol. Hacía cosas increíbles, parecía Patoruzú (risas), un jugador extraordinario.
—¿Y su estadía en Rosario?
—Fue muy buena, breve, muy corta, pero le aportó muchísimo a Newell’s, no pudo hacer un gol. Cuando lo presentaron hicieron un amistoso con un equipo ecuatoriano e hizo un golazo desde afuera del área al arco que da al hipódromo. Partidos oficiales fueron pocos, pero dejó un recuerdo imborrable.
—¿Bielsa?
—Es un loco hermoso, tuve oportunidad de tratarlo y es un loco hermoso. Era lindo verlo con esa locura y pasión por el fútbol como Bilardo. Eran locos por la dedicación, del estudio y de lo que exigía; otros grandes también eran Carlos Griguol y Don Ángel Zoff. Lo que he aprendido de Zoff con toda su humildad al igual que Griguol, que se ponía mal cuando discutían cosas que no tenían sentido.
—¿Menotti o Bilardo?
—De los dos sacás muchas cosas. Menotti tiene esa comunicación, esa calle, ese barrio, el tango, que se te hace digamos más querible. Deja de lado esa cosa más académica para explicarte una jugada con una canción de Roberto Goyeneche; Bilardo era todo número y cuadros. Me acuerdo que cuando Bielsa era entrenador de la reserva de Newell’s, yo iba a ver al utilero y me contaba lo que hicieron en el entrenamiento. Un día entro y vi que siempre había pizarrones y en uno había flechas y el utilero me decía que era el Loco Bielsa; y cuando lo vi me di cuenta que era un tipo muy estudioso.
—¿Cómo ve el periodismo deportivo en la actualidad?
—En primer lugar tienen que tener una gran pasión, porque si no este laburo no se puede hacer. Si vos ves a este laburo para hacerte rico, te equivocás de camino, habrá algunas excepciones. Pero hay que tener en claro lo que vos querés hacer y si los momentos vienen malos hay que bancarlos. Yo muchas veces me quedé sin trabajo, no tenía nada, tenía familia y nunca fui a buscar otra cosa, porque era lo mío y no me podía ver en el mundo si no hacía esto. Primero que descubran esa vocación y lógico hoy ha cambiado todo, hay una parte comercial que es muy importante. Hoy muchos periodistas son empresarios de ellos mismos, aprenden a tener un manejo publicitario que antes no teníamos. Hoy se permiten las especializaciones y ahí pueden encontrar un nicho; pero algo fundamental es capacitarse, leer, meter información en el bocho. No abandonar la lectura ni la escritura, porque llega algún momento de escribir un texto y tienen problemas. No tienen que dedicarse a ver todo desde un teléfono, sino leer y buscar información.