La historia de Niki Lauda en la Fórmula 1 tuvo un capítulo lleno de dolor en el año 1976, cuando sufrió un grave accidente en el Gran Premio de Alemania que le produjo graves quemaduras que le dejaron marcas de por vida.
El 1º de agosto próximo se cumplirán 43 años de aquella jornada cuando Andreas Nikolaus Lauda a bordo de su Ferrari 312T2 en el circuito de Nürburgring, Alemania, sufrió un tremendo accidente.
Era la séptima carrera del Mundial de la Fórmula 1 de 1976. Lauda venía de ser campeón en 1975 y defendía su título con cuatro victorias sobre seis circuitos recorridos en el nuevo campeonato. Llevaba una gran ventaja y todo indicaba que iba a repetir los buenos resultados de la temporada anterior. Pero todo cambió en la curva del kilómetro 14 cuando perdió el control de su Ferrari. Tres pilotos lo salvaron de morir quemado vivo dentro del automóvil.
El austríaco desde que lo retiraron del auto no recordó nada. Cuando despertó, estaba internado en una clínica de Ludwigshafen, en donde los médicos lo trataron por múltiples quemaduras de tercer grado en todo su cuerpo. Además limpiaron sus pulmones durante días, intoxicados con los gases tóxicos que inhaló durante el accidente.
Sin embargo, se recuperó. Y a 42 días del accidente volvió a correr.
«Seis meses después volví a conducir al mismo nivel o incluso mejor todavía. Y eso sólo es posible si uno supera un problema al ciento por ciento», recordaba el austríaco, quien en 1977 se imponía nuevamente, obteniendo su segundo título mundial. «El hecho de recuperarme rápido formaba parte de mi estrategia. No podía estar sentado en casa pensando en ello, por qué pasó y por qué a mí».
Así fue el accidente
Lauda dio con todo contra el muro. Su auto salió de la pista y volvió envuelto en llamas. Brett Lunger lo chocó y fue quizás el que le salvó la vida junto a Harald Eartl y Arturo Mezario, pues cada uno cumplió un papel fundamental en ese terrible accidente.
Mientras el austríaco Ertl descargó un matafuegos sobre las llamas, el italiano Mezario desabrochó su cinturón, el cual tenía un agarre distinto al de la mayoría de los monoplazas que participaban en la Fórmula 1. Finalmente, el norteamericano Lunger abrazó a Lauda y lo sacó de lo que quedaba de aquella Ferrari.
«Para mí el 1º de agosto es un día como otro cualquiera. No me pongo delante del espejo y digo: ‘¡Hurra, hurra, hurra, estoy vivo!'», señaló Lauda en una entrevista al diario «Frankfurter Allgemeine Zeitung».
Hoy, 43 años después de ese accidente, falleció. El mundo del automovilismo lo llora.