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El ocaso de los videoclubes

La historia del último local de Blockbuster que queda en todo el mundo


En los años 90, cuando alguien exclamaba «esa película es un blockbuster», quería decir que era un éxito de taquilla. Para muchas productoras la recaudación de una película en los videoclubes Blockbuster era más importante que la propia taquilla de cine.

Antes de internet, de la piratería digital, del streaming y de Netflix, florecían los videoclubes, adonde la gente iba a alquilar o a comprar películas en VHS, DVD y Blu-ray.

Hoy son tiendas fantasma que han desaparecido de casi todos los sitios, incluso en Rosario quedan muy pocos de ellos. Y los Blockbusters que frecuentaban los rosarinos, uno de ellos en la esquina de San Juan y Oroño y el otro en Sarmiento y Pellegrini, son parte de ese parado que no volverá. De ese Rosario en el recuerdo…

Pero en la localidad de Bend, estado de Oregón, en Estados Unidos, aún resiste en pie el último Blockbuster del mundo, al sur de Alaska, señala una nota escrita por Juan Antonio Pascual para el sitio Computer Hoy.

 

El auge de los videoclubes

 

En los años 80, con el nacimiento de los formatos de vídeo doméstico VHS, Betamax y Vídeo 2000, los videoclubes se convirtieron en el centro del entretenimiento familiar.

Aunque se vendían películas eran muy caras, y aún no existía internet, así que todo el que quería ver un filme que ya no se proyectara en los cines, acudía a alquilar a un videoclub. También se alquilaban videojuegos. Alcanzaron su auge en los años 90 hasta que Internet, los formatos digitales, la piratería online, y Netflix y derivados, los llevaron a la extinción.

Una de las franquicias de videoclubes más importantes del mundo fue Blockbuster. Fundada en 1985 por David Cook, en los años 90 tenía una cuota de mercado del 25% mundial. En el año 2004 contaba con 9.000 videoclubes repartidos por todo el mundo. Hoy solo quedan seis en Alaska, y uno en Bend (Oregón). El último Blockbuster de Estados Unidos, fuera de la propia Alaska (que también es territorio estadounidense, pero aislado del resto del país), señala la nota de Pascual.

 

Unos 50 millones por Netflix

 

Ironías del destino, en el año 2000, cuando Netflix aún era un servicio de alquiler de películas a domicilio y todavía no había dado el salto al streaming, Blockbuster tuvo la oportunidad de comprar Netflix, por 50 millones de dólares. Pero el consejero delegado de la compañía, John Antioco, desestimó la compra porque pensaba que los clientes preferían ir a buscar películas a una tienda… Hoy Netflix vale 100.000 millones de dólares.

Internet y los formatos digitales de vídeo primero trajeron la piratería masiva de películas. Después, el alquiler y venta en formato digital, y el streaming con servicios tipo Nerflix. Los videoclubes sucumbieron a todo esto. ¿Para qué ir a una tienda a alquilar una película y tener que devolverla dos o tres días después, si puedes verla al instante en Internet? Blockbuster se declaró en bancarrota en 2010, aunque en España cerró como franquicia alrededor de 2005.

Los restos de la compañía fueron vendidos a Dish Network, un proveedor de televisión de pago cuya idea era cerrar las tiendas y usar la marca como un servicio de streaming tipo Netflix, que no prosperó.

Dish ha permitido a algunos franquiciados seguir usando el nombre Blockbuster en sus comercios, bajo acuerdo comercial. Ya solo quedan seis Blockbuster en Alaska, y solo uno en el resto de Estados Unidos, en Bend (Oregón). La web Geekwire ha viajado hasta allí para conocer de primera mano cómo sobrevive el último gran videoclub de América, más allá de los negocios particulares y los kioscos de alquiler de películas Redbox, agrega la citada nota de Pascual.

 

El último local del mundo

 

Bend es una ciudad turística de unos 90.000 habitantes situada en el estado de Oregón, Estados Unidos.

Ken Tisher, dueño de este Blockbuster, explica a Geekwire que su videoclub es un negocio local y todos sus trabajadores viven en Bend, algo que sus clientes aprecian. Una imagen alejada de la todopoderoa franquicia de dueños anónimos que era Blockbuster en los 90.

El videoclub esta situado en un zona con gasolineras y centros comerciales, así que la gente aprovecha para ir a poner gasolina o hacer la compra, y alquilar alguna película. Especialmente los martes, que es cuando llegan las novedades.

El alquiler de una novedad en DVD o Blu-ray cuesta 3,99 dólares, y puedes quedártela tres dias si es un título de éxito, o una semana si es un título menor. Los clásicos cuestan 1,99 dólares, y los títulos de catálogo, 99 centavos, detalla la nota de Computer Hoy.

Tisher reconoce que su mayor problema es encontrar películas, pues ya no existen los distribuidores a videoclubes. Muchas de ellas las compra directamente a tiendas, aunque confiesa que sobreviven gracias a un acuerdo con una compañía de distribución llamada Vobile, que les proporciona las películas de Disney, con una gran demanda entre las familias de la zona.

La mayoría de los clientes de este último Blockbuster entrevistados por Geekwire aseguran que tienen Netflix, pero que acuden al videoclub a por películas que en Netflix no hay, principalmente clásicos. También porque les gusta el trato con sus empleados, y las recomendaciones que les hacen. Hay gente que aún prefiere el contacto humano antes que las recomendaciones de un algoritmo, señala la nota de Pascual.

De momento el último Blockbuster da beneficios, así que no corre peligro. Pero es la crónica de una muerte anunciada. En los últimos meses cerraron otros tres Blockbuster cercanos a Bend, el último el mes pasado.

Internet nos ha traido muchas cosas, buenas y malas. Esta es una de sus caras más amargas.