Por José Odisio
Juan Manuel Llop no está tranquilo. Los resultados no lo acompañan, el hincha le sacó el crédito hace rato y la dirigencia, que trata de bancarlo, empieza a perder la paciencia. Y entonces, el partido con San Lorenzo pasó a ser a matar o morir.
«Si un ciclo tiene que terminar, termina; y si debe continuar, continuará. No me vuelvo loco. Tampoco que se mencionen nombres de entrenadores». Llop conoce el paño. A pesar de sus discursos optimistas sabe bien que una derrota podría ser el final del ciclo. Y sabe también que inevitablemente haya nombres de reemplazantes dando vuelta. Al fin y al cabo, el Chocho comenzó a arreglar su llegada al Parque cuando Osella aún era el DT.
¿Tiene derecho a enojarse Llop? No. Con una eficacia del 33 por ciento sus argumentos se desmoronan. Pero la pregunta debería ser: ¿puede Llop revertir este pobre presente? Y ahí las dudas aumentan.
Con un plantel corto y sin jerarquía, pensar en un cambio profundo suena ilógico. Y a esta altura los intentos del DT por revertir la situación son manotazos de ahogado. Y Newell’s necesita un capitán para enderezar el barco, no un marinero aferrado a un salvavidas.