Por Diego Carballido
El proyecto Nidos trabaja desde hace cinco años en Rosario. Está en la zona de Garzón y Sorrento dando contención social a través de un comedor comunitario, en el que también se brinda apoyo escolar. Pero este espacio, además de esa fundamental tarea para el barrio, lleva adelante otro proyecto innovador en cuanto a la lucha contra la violencia y las adicciones tan presentes entre los jóvenes de la zona.
«El barrio está atravesado por la problemática narco y decidimos trabajar con las madres que estaban desesperadas porque pierden a sus hijos en las disputas entre bandas o porque terminan metidos en eso, ya que no encuentran otra forma de sobrevivir», describe Mariana Segurado, la presidenta de la asociación Proyecto Nidos, en diálogo con CLG.
El plan “Madres Preventoras” es una idea de las integrantes de Nidos para abordar el problema desde la óptica más presente en el barrio: la de las mujeres que son madres. «Trabajamos con las mamás porque consideramos que la prevención comienza desde la panza», explica Érica Navarro, también integrante del proyecto.
Aprendizaje constante
Nidos es la abreviatura de Núcleos Inclusivos de Desarrollo Óptimo Sustentables, pero también «el nido protege, brinda el alimento y enseña a volar», dice Mariana, que recuerda su llegada al barrio como la consecuencia de haber trabajado con un joven que había salido de Coronda, al término de su condena, que necesitaba de la ayuda de este grupo de mujeres para no caer nuevamente en las redes del delito.
“Deberían hacer lo mismo que hicieron conmigo en el barrio”, les propuso este muchacho. Una idea que a Mariana y a su grupo les había parecido descabellada porque no conocían cómo era la realidad en la zona Empalme profundo. ”Para nosotras fue todo un aprendizaje porque conocíamos el barrio solo por haberlo visto desde arriba cuando pasas en auto por Circunvalación”, cuenta Segurado, y agrega: «Cuando llegamos era todo barro y tuvimos que aprender muchas cosas».
El estudio como herramienta
«Cuando las madres nos empezaron a contar cómo sus hijos eran cooptados por el narco, en un primer momento no supimos qué hacer. Y fue así que decidimos empezar a estudiar”, relata Asegurado, quien además de llevar adelante este espacio en Empalme es maestra de escuela primaria. “Estamos haciendo la Tecnicatura en Prevención de la Violencia y Adicciones. Mi compañera se recibió de acompañante terapéutica y además nos capacitamos con psiquiatras de la Fundación Elementos”, manifiesta Mariana porque, según su análisis, «la complejidad de la situación obliga a capacitarnos permanentemente».
A lo largo de estos cinco años han logrado construir un equipo de trabajo en conjunto con vecinas del barrio. «No es un espacio nuestro sino de la gente del barrio. Por ejemplo, Emilce, la actual referente barrial, cuando nosotras llegamos estaba recién llegada del Chaco y no hablaba con nadie por vergüenza. Gracias al trabajo colectivo logramos que hoy encabece casi todas las tareas del espacio”, comparte Mariana y prevé que «en algún momento nos tendremos que ir porque la idea no es colonizar sino dar las herramientas para que los vecinos aprendan a demandar aquello que por derecho les corresponde, y a generar sus propios recursos».
Buscar soluciones a un problema complejo
El narcotráfico es un problema de por sí, pero toma mayor dimensión de complejidad cuando está enquistado en las zonas más empobrecidas de una ciudad. «Es necesario tener en cuenta que la sustancia de consumo es sólo un factor, pero el problema es la vulnerabilidad a la que están expuestas muchas personas en el barrio. Lo cual lo puede llevar a tomar malas decisiones con respecto a su vida», asevera Erica Navarro.
El proyecto “Madres Preventoras” que llevan adelante desde Nidos «apunta a que los chicos se sientan amados para que tengan otras herramientas. No olvidemos que un adicto es una persona que no puede hablar y se queda encerrado en su propio mundo, incapacitado de comunicar sus problemas», apunta Erica y sostiene que es necesario «abordar la problemática desde un punto de vista psicológico pero sin dejar afuera la cuestión de la espiritualidad».
«En el caso de las adicciones hay que acompañar en todo el proceso y trabajar en qué hacer con el adicto. Es un verdadero problema convivir con un adicto porque termina hasta robando las pertenencias de la propia familia. Si para un grupo familiar de clase media con obra social representa un problema, imaginemos para alguien que no tiene dónde golpear una puerta. Por eso, trabajamos con las madres para tratar de prevenir futuras adicciones», lanzó Segurado.
Una de las realidades con la que se toparon a la hora de llevar adelante este proyecto fue que pudieron palpar de cerca cuáles son los mecanismos reales que la sociedad ofrece para sacar a una persona del consumo de sustancias. “Vimos que no hay muchos lugares gratuitos y los que existen son verdaderos amontonamientos de adictos que finalmente terminan consumiendo igual”, advirtió Mariana, y por eso tomaron la decisión de «asegurar que por lo menos un integrante de la familia, y casi siempre es la madre a cargo de sus hijos, cuente con el conocimiento necesario para prevenir adicciones. En los talleres hablamos mucho sobre el rol de la madre, la vinculación con su hijo y tratamos de profundizar en cada caso».
Según la experiencia que vienen recolectando desde Nidos, es necesario comprender que ninguno de los problemas de consumo es espontáneo, sino la consecuencia de historias más extensas donde se presenta el desarraigo y falta de inclusión que son el caldo de cultivo para futuras adicciones. Según la presidente de Nidos, muchas personas intentan «sacarse toda esa frustración a través del consumo».
Reconocimientos
El proyecto Nidos es una asociación que se sostiene por el apoyo de donaciones de particulares, ya que no reciben ayuda permanente de estamentos del Estado o agrupaciones políticas. Este esfuerzo les ha valido el reconocimiento a nivel nacional de la Fundación Avón, que las destacó como una de las finalistas en la elección de las Mujeres Solidarias del 2018. También han obtenido el reconocimiento de la Cámara de Diputados de Santa Fe por su proyecto “Madres Preventoras”, todas premiaciones que suelen incentivar anímicamente a la hora de tratar de afrontar la gran cantidad de vicisitudes con las que Nidos debe lidiar en el barrio.
Complicados
El comedor de Nidos, que funciona en la zona de Garzón y Sorrento, alberga a 100 chicos pero, según Mariana, eso se da “porque no hacemos demasiada promoción en el barrio, sino seguramente tendríamos el doble y no daríamos abasto con la comida”. Asimismo, no tiene reparos en calificar: «La cantidad de chicos con hambre es espantosa y muchas veces se nos llena la puerta de gente pidiendo un plato de comida».
A este problema se le acopla la cuestión del cuidado permanente de los riesgos que tienen las disputas por el narcotráfico, lo cual las obligó a «no construir con ladrillos porque las balas los atraviesan y podría terminar lastimado uno de los chicos en el comedor. Por eso tenemos planeado rodear todo el espacio con cubiertas de autos y tierra para poder construir una especie de fuerte que nos aísle de los tiroteos», desliza con total normalidad Mariana.
Al respecto, Érica concluye: «Muchas veces se piensa en más fuerzas policiales para combatir este problema, pero el único uniforme que hace falta en el barrio es el guardapolvo. Es necesario reforzar todas las formas de educación, desde la sexual hasta las referidas a las adicciones, porque los chicos no disponen de ninguna herramienta para modificar su realidad”.
Para colaborar con Nidos dirigirse hasta Garzón y Sorrento o comunicarse al teléfono: 341-3221470