Sofía Giampaoli es una ingeniera química de 29 años que desde que era niña tuvo la «debilidad» de interesarse por el sufrimiento ajeno, algo que años después la llevó a liderar el proyecto argentino para producir carne celular, cultivada a partir de células madre de origen animal y que evita el sacrificio de seres vivos.
Giampaoli está al frente de Granja Celular, una iniciativa en la que trabaja junto a la bióloga Carolina Bluguerman (Conicet) para producir carne celular, obtenida a través del cultivo en un reactor de células madre de origen animal, técnica que está en fase de experimentación en solo tres países: Israel, Holanda y Estados Unidos.
«Siempre tuve espíritu emprendedor y el sufrimiento ajeno nunca me fue indiferente. El hambre, la falta de alimentos y, al mismo tiempo, el maltrato a los animales fueron una debilidad para mí», contó Giampaoli sobre los motivos que la llevaron a la agricultura celular y no hacia la industria del petróleo, la opción de la mayoría de sus compañeros del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA).
En ese camino, la ingeniera química buscó documentos e informes de la FAO (Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) sobre escasez y crisis de alimentos, al tiempo que se sumaba a causas por el trato ético a los animales.
«Hay un mundo afuera que tiene que ser solidario», enfatizó Giampaoli, que reparte su tiempo entre «Granja Celular», su empleo en una multinacional alimentaria y el rescate de animales de la calle junto a una amiga.
Su proyecto surgió cuando en 2013 supo que el científico holandés Mark Post había producido la primera hamburguesa del mundo con carne celular, cuyo costo era, en ese entonces, de unos 300.000 dólares, a 2.300 por gramo, lo que evidenciaba la barrera económica de la biotecnología.
«Hoy el desafío está puesto en buscar costos de mercado. Me parece genial que la Argentina esté trabajando a la par de Holanda, Israel y de los Estados Unidos en el desarrollo de esta carne, que tiene beneficios fundamentales para la salud, el medioambiente y los animales», explicó Giampaoli.
Hablar de carne celular implica cuatro ejes: el cuidado del medioambiente (reducción de gases efecto invernadero, menos uso del agua y tierras); la salud del consumidor (se puede controlar nutrientes, grasa y proteínas); la salud pública y la ética (no se matan ni explota a los animales, basta una mini biopsia de 3 centímetros en un muslo para extraer el tejido necesario).
«Me interesan los procesos productivos y quiero que podamos disfrutar de lo que comemos desde una práctica ética», destacó la investigadora, consciente de que la carne celular es apenas parte de la solución.
Investigaciones muy costosas, el cultivo celular, las formulaciones, el serum que se usa para que proliferen las células, las técnicas de bioimpresión y el tiempo, entre otros factores, elevan los costos.
«Es importantísimo el biorreactor en donde las células se sienten cómodas porque, en definitiva, lo que se hace es replicar lo que pasa adentro del animal, pero afuera. Y estamos en el momento de hacerlo»,explicó Giampaoli.
El proceso es parecido al de la producción de cerveza, pero mientras en este caso se usa la fermentación, el de la carne celular se basa en la proliferación de células en el biorreactor.
Esta semana, Giampaoli presentó su proyecto ante investigadores del país y extranjeros en el congreso anual de la Cámara Argentina de Biotecnología. Según la ingeniera, en «Argentina tenemos todo para llevar adelante este tipo de proyectos: excelentes profesionales en el Conicet, talentos y la capacidad de ser mucho más que un país agroexportador».
Sofía aseguró que la gente tiene más acceso a la información y por eso, «cuando sepa cómo está hecha la carne celular y cómo beneficia al planeta, apostará por ella».
«Hoy el desafío de la carne celular pasa por la investigación y los costos, pero no dudo de que la vamos a tener en nuestras góndolas», concluyó.