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Y yo siempre fui y quise ser ¡Eva Paula!


Paula Arraigada, militante peronista y activista trans, integrante de los espacios La Nelly Omar y Movimiento Peronista Trans

Tengo una memoria selectiva, trato generalmente de recordar solo los momentos de alegría, porque esos que inundan el alma de tristeza (a cierta edad) suelen aniquilar los sueños y las ganas de vivir.

Sigo soñando como cuando tenía 15 años, sueño con un pueblo feliz con trabajo, sin privaciones, porque de esas cosas nosotras, las travas, tenemos un extenso telar para bordar una historia plagada de desencuentros por la ausencia del Estado.

Aunque lo evite todavía me asalta el recuerdo del frío en las piernas en las noches de invierno en aquella esquina, el ruido de los taquitos de los zapatos en el adoquín cuando corríamos a escondernos de la yuta, de la que ingenuamente creíamos que podíamos escapar. El hambre, la vergüenza, porque en la escala social (allá por los ’90) éramos igual a la basura, donde cualquiera podía limpiarse la boca o los puños.

La desesperación, el miedo, las ausencias, son recuerdos que prefiero evitar, e intento canalizarlos, a modo homenaje, viviendo cada día con esperanzas, enfrentando con alegría desde mi puesto de lucha a la mediocridad que siempre amenaza, pero a la que siempre le pondremos barricadas.

Diez años han pasado de aquella noche en la que celebramos algo que ni en el mejor de nuestros sueños podíamos imaginar, que el Estado reconociera nuestra identidad autopercibida, el ser quienes deseábamos ser y el poder nombrarnos y que nos llamen como elegimos.

Desde ese día en los papeles soy quien en la vida ya era hacia décadas, Eva Paula (y no fui Cristina porque era largo y no pegaba con mi apellido). Desde entonces muchas empezamos a creer en ese futuro negado, en ese vivir la vida como todo el mundo, a sentirnos partes de otras luchas y a ser actoras de nuestras propias realidades. Porque de ahí en más ese nombre (el de la «O»), el odiado, el que nos provocaba escozor que alguien lo supiera daría paso al elegido, al que nos redimía y nos dejaba otra vez en la senda prometida de la gloria…

Y hubo una etapa de organización que antes no estaba, pero fundamentalmente, empezamos a ser ciudadanas con derechos y por lo tanto con deseos de representatividad. En 2012 la vida político partidaria era una posibilidad para unas pocas, hoy es una realidad para toda aquella que quiera integrar las filas de cualquier partido político.

Con la sanción de la ley de cupo laboral trans, dimos el segundo paso para equilibrar las vidas de una población diezmada, y allí donde no había oportunidades se generó un derecho, el del trabajo formal y así ya no depender exclusivamente del trabajo sexual.

Antes peleábamos por nuestro derecho identitario, después por el ser nombradas, hoy la lucha es por el derecho pleno a ocupar lugares de decisión y de representatividad y no solo por nuestro género autopercibido (o elección sexual o laboral), sino por todo esto más la clase social de la que provenimos y que aún no logra estar presente en esos espacios donde se decide el futuro del pueblo.

Nosotras, las travas, que fuimos expulsadas de los claustros académicos, que durante décadas vimos pasar la vida a través de la ventana, que amasamos hambre para convertirlo en esperanza, le dimos al glorioso pueblo argentino dos leyes que fueron quiebre a la desigualdad en una Nación que quiere ser justa, y en estos años le compartimos sueños y le mostrarnos lo que es ser libres y soberanas. Porque nunca renunciamos a lo más hermoso de nuestro patrimonio, ser quien queríamos ser. Y yo siempre fui y quise ser ¡Eva Paula!