Opinión

Y ahora… la píldora de la muerte


Por Carlos Duclos

Por Carlos Duclos

“¿Qué sentido sentido tiene la vida a mi edad? Para vivir así, con este vacío existencial, mejor morir. Mejor morir aun cuando mi salud no esté suficientemente deteriorada”. Parece un pensamiento extraordinario, de una persona aislada y severamente deprimida, sin embargo, aunque cueste creerlo, eso piensan miles de personas de la tercera edad en Holanda, país en el cual el establishment político (y económico)  proyecta impulsar una “píldora de la muerte” que acabe con la vida de las personas de más de 70 años que deseen realizar el último viaje; el viaje hacia la nada. Esto marca el grado de deterioro espiritual en el que ha caído la sociedad mundial, la humanidad. Y, para los que creen en la política del “demonio”, de limitar la densidad demográfica (lo que debe leerse ni más ni menos como la matanza de gente) esto forma parte de un plan cultural de envergadura que ya se ha plantado en todas partes, y que consiste en hacer creer al hombre que después de todo la vida no es tan importante, y que uno puede prescindir de ella en cualquier momento y de cualquier forma.

Sí, claro, parece una locura, pero no lo es. El uso de herbicidas cancerígenos, las epidemias que aparecen con frecuencia, las muertes por desnutrición, los delitos seguidos de muerte (tan frecuentes por aquí), los actos terroristas y las guerras, la contaminación diversa y  propulsada, el control de la natalidad, la droga y todas aquellas medidas que indirectamente conllevan la destrucción del hombre, son parte del plan. Un plan sutil, que llega al punto que los organismos de crédito internacionales imponen condiciones de control demográfico a los gobiernos que toman préstamos. Un plan que comprende, además, a muchos medios, comunicadores, encargados de tildar de alienados mentales a quienes denuncian semejante “paranoia”.

Por supuesto, el vacío existencial de buena parte de la tercera edad en Europa es una realidad. El sistema (demonio) se ha encargado de pergeñar una cultura de vida en la que la persona adulta mayor puede ser arrojada a la soledad, a un depósito de personas. Una cultura que ofrece al ser humano bienes con oos que  no puede llenar su vacío y que ahora sugiere, alegremente, que si alguien está cansado de la vida puede dormir para siempre tomando una pastilla ¡Dramático!

Sería oportuno y necesario recordar que estos vacíos existenciales presentes en muchos países, como Argentina, no son solo de las personas mayores, sino de muchos seres de diversas franjas etarias. Condiciones de vida indignas, falta de oportunidades, grandes esfuerzos para lograr poco y nada, van socavando, desgastando la fe, la voluntad, el empeño y las ganas.

Este plan del que hablan los “paranoicos” como quien esto escribe, tiene agentes pagos, pero también voluntarios inocentes. Increíblemente muchos de estos agentes son de ideologías opuestas, aparentemente discordantes, pero confluyen en un punto común: borrar la obligación que tienen los seres humanos de construir un mundo mejor con orden, justicia y elevación de valores fundamentales. Pero no, los derechos se han convertido en impunidad para los delincuentes de todo tipo; las garantías están ausentes para los honestos; la vida es un valor relativo; la vida digna una utopía alcanzable para algunos; la presión tributaria voraz y delictual ahoga a la clase productiva y el glifosato dona a facultades y medios dinero para poder seguir matando gente de manera solapada.

Poco falta para que un servicio de cadetería rápido ofrezca la píldora para dormir eternamente a domicilio. Sí, es una mordacidad, pero ¿qué es una ironía ante la desfachatez del poder mundial? Lo bueno es que, de todos modos, hay gente que está del otro lado, que hace, que quiere y trabaja por un mundo mejor. Uno tiene la impresión y la esperanza de que el sistema (demonio) no podrá contra esa gente.