Las puntuaciones de exámenes de alumnos en el Reino Unido y Suecia demostraron el efecto positivo de vedar su utilización, en especial con alumnos de bajo rendimiento
Cada tanto se reaviva la polémica sobre el uso de los celulares inteligentes en las aulas por parte de los alumnos: si perjudican o tornan accesible el aprendizaje, y lo mismo con la salud mental.
El año pasado, el organismo de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) advirtió en su Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo que debe prestarse una atención similar al modo en que se utiliza la revolución digital en la educación.
Y que la tecnología solamente se utilice en clase cuando sirva de apoyo a los resultados del aprendizaje, lo que incluye el uso de smartphones.
Se pidió una prohibición mundial de los teléfonos inteligentes en las escuelas a fin de abordar las interrupciones que provocan en las aulas y proteger a los niños del ciberacoso.
Fue alertado el resgo de que los dispositivos móviles se convieran en una fuente de distracción constante para los estudiantes, interrumpiendo el proceso de aprendizaje y reduciendo la concentración en clase.
Sara Abrahamsson, del Instituto Noruego de Salud Pública, reavivó la llama en torno de una gran preocupación para las escuelas, los padres y los formuladores de políticas: cómo el uso de teléfonos inteligentes afecta el bienestar y el aprendizaje entre niños y adolescentes.
Instó a prohibir los teléfonos inteligentes en las escuelas por ser una herramienta política de bajo costo para mejorar los resultados de los estudiantes.
Políticas de teléfonos inteligentes
Datos administrativos detallados combinados con encuestas sobre las políticas de teléfonos inteligentes de las escuelas secundarias, junto con un diseño de estudio de eventos, mostraron que prohibir los teléfonos inteligentes “disminuiría significativamente la demanda de atención médica para síntomas y enfermedades psicológicas entre las niñas”.
Pero al mismo tiempo, disminuiría el acoso posprohibición entre ambos sexos.
Además, la calificación de las niñas (el Grade Point Average), sobre todo las de niveles socioeconómicos bajos, mejora y aumenta su probabilidad de asistir a una carrera académica en la escuela secundaria.
El uso cada vez mayor de la tecnología, en particular teléfonos inteligentes, por parte de niños y adolescentes, genera preocupación sobre los efectos en el desarrollo cognitivo, físico y socioemocional de los jóvenes.
En los países de la OCDE, más del 90% de los adolescentes afirman poseer un teléfono inteligente o tener acceso a uno.
En promedio, los adolescentes pasan tres horas en línea por día fuera de la escuela.
Más del 20% afirma pasar más de 6 horas en línea fuera del horario escolar, señala Abrahamsson.
La tecnología y el aprendizaje
Darío Álvarez Klar, educador y presidente ejecutivo de la Asociación Civil HUB educación e innovación, no está de acuerdo en que se afecte el desarrollo de los jóvenes y, por el contrario, sostiene que «a través de la tecnología se hace accesible el aprendizaje”.
La académica noruega afirma que la salud mental de los adolescentes empeoró al promediar lo que va del siglo debido al tiempo que están frente a la pantalla, y en particular al mayor uso de las redes sociales, a las que calificó de adictivas y dañinas y que alimentan una experiencia de inadecuación sobre su vida o apariencia personal. .
Pone como ejemplo que en 2019, el 29 % de las adolescentes y el 10 % de los adolescentes en su país informaron tener problemas de depresión o ansiedad.
Otro enfoque, más conceptual, como el que publicaron en University of Chicago Press Journals John Deighton, Jacob Goldenberg y Andrew T. Stephen, para la Revista de la Asociación para la Investigación del Consumidor, contextualiza cómo el marketing y el comportamiento del consumidor fueron revolucionados en la última década por las tecnologías de comunicaciones móviles, que junto con las redes sociales y otros programas y servicios «conectados» que se ejecutan en dispositivos móviles,cambiaron radicalmente la forma en que las personas viven sus vidas.
“De manera bastante abrupta en una década, ya no estamos atados a la ubicación, y nuestras conexiones no están obligadas a ser episódicas, incluso cuando estamos separados por la distancia”, sostiene.
El poder del encuentro
Dos mil millones de personas con teléfonos inteligentes viven con el poder de encontrarse y, de mutuo acuerdo, de seguirse en casi todo momento, y 1.860 millones usan, al menos una vez al mes, las redes sociales que se montan en Facebook, justifica.
Nadie en ningún lugar con un teléfono móvil está fuera de su alcance, de hecho, fuera de la vista, excepto voluntariamente.
El mundo se volvió más pequeño, la información se hizo visible y se difunde a la velocidad de la luz.
En lugar de prohibir que se usen, Ward, Duke, Gnezy y Bos proponen asignar tiempo para estar lejos del dispositivo móvil, ya que su mera presencia, incluso si está boca abajo o apagado, puede afectar el rendimiento cognitivo de una persona.
Advierten que el simple hecho de tener el teléfono inteligente cerca, cuando se hace algo no relacionado, puede ocupar los recursos mentales de una persona y reducir su capacidad cognitiva.
A contramano, los teléfonos móviles juegan un papel cada vez más importante en la vida de los niños.
Padres, pedagogos, psicólogos, tecnólogos, publicistas, fabricantes y comerciantes tienen opiniones dispares sobre el tema.
La directora general de UNESCO, Audrey Azoulay, declaró hace poco que si bien estos dispositivos inteligentes encierran un potencial inconmensurable, la sociedad, incluida la escuela, debería regular su uso.