Espectáculos

Noche mágica

Video: Charly García tocó con Nito Mestre en el Luna Park


 

Charly García sintetizó su presente de redención musical con el regreso al estadio Luna Park -territorio que abrigó a algunos de sus mejores discos-, después de siete años de ausencia, bajo el universo conceptual que denomina «La Torre de Tesla», que le permitió acomodar, bajo una nueva gramática, canciones antiguas y recientes de una obra inmensa que admite (y resiste) múltiples abordajes.

La fragilidad corporal del músico, de 67 años, contrastó con la fortaleza de su expresión musical, sostenida por su pericia compositiva, su recuperada postura (y compostura) y el añadido de una banda que ordena la estructura y puede reconducir cuando la marcha, más no sea por el precio físico de la aventura, se insinúa empinada.

Con media hora de retraso para el anuncio que se hizo al público, García abrió el fuego de la noche con Nito Mestre como invitado para ofrecer una versión de «Instituciones», la canción de apertura del último disco de Sui Géneris que, por su brusco cambio de norte, empujó el final de aquel dúo (para aquel entonces, cuarteto); ciclo que se clausuró, precisamente, en el Luna Park.

La iconografía proyectada de la torre del inventor Nikola Tesla, como los fragmentos de clásicos del cine, aportaron un contexto que reclamó una saludable distancia del ligero ejercicio de la nostalgia.

Es que la reaparición de García debe leerse en tiempo presente. Tras padecer diferentes problemas de salud, que lo alejaron por completo de los escenarios, retomó su marcha con «Random», en 2017 y desde entonces recuperó una gimnasia de presentaciones públicas que lo han animado a atreverse a la masividad: un concierto en Santiago, Chile, ante 12 mil personas, el 13 de julio, y ahora frente a 6 mil en el Luka Park, con el capital simbólico que ese espacio, además, expresa en relación al ciclo ascendente de su carrera.

En Luna Park fue el punto de partida de «Clic Modernos» (1983) y «Piano bar» (1984), para algunos el vértice de la obra solista de García; pero también la plataforma de lanzamiento de el boxset «60 por 60» (2002, el último concierto en ese escenario); y desde ya, las noche doble de despedida de Sui Géneris, en 1975, en conciertos documentados para la historia por cuatro cámaras para la película de Bebe Kamin (una de ellas, la del cineasta desaparecido Raymundo Gleyzer).

La noche prosiguió combinando tiempos y temperamentos: el momento en el piano con «De mí»; el presente inmediato con «La máquina de ser feliz» y «Rivalidad», y el guiño al público, que arrebató todas las entradas a la venta en unas pocas horas, con «Yendo de la cama al living», «Cerca de la revolución», «Demoliendo hoteles» y «Nos siguen pegando abajo».

El tiempo político también atravesó la noche, ya sea con alguna ironía del propio García en el escenario como por el resonante canto contra el presidente Mauricio Macri en las tribunas del estadio. García aprovechó el fragor del momento para responder con «No llores por mi Argentina», acompañado por Pedro Aznar. «No es un invitado si nunca se fue», le regaló García al ex bajista de Serú Girán.

El recorrido, que concluyó con «Total interferencia» y «gracias chicos y chicas», fue acompañado por Fabián «El Zorrito» Quintiero en teclados; Rosario Ortega en coros; y el trío chileno integrado por Toño Silva, en batería, Carlos González en bajo y Kiuge Hayashida en guitarra.

El público, que pobló el Luna Park acaso ya predispuesto para la fiesta, encontró sin embargo la gratitud de la correspondencia artística.

Un García sereno, comedido, bajo la dosis de disciplina imprescindible que requiere hasta el músico más convulsionado. En esa intersección, García, todavía, tiene algo para ofrecer.