Por Matías Gregorio
Damián Barreiro -más conocido como Vicente, apodo que ligó por llamarse así uno de sus hijos- empezó a trabajar hace 12 años en el buffet del predio que tiene el Club Atlético Argentino en Sorrento al 1400. Hace tres años, en una tarde como cualquier otra, las inferiores practicaban en los distintos campos del polideportivo y Vicente se acercó a mirar los entrenamientos. Mientras las pelotas volaban, los técnicos gritaban y los padres charlaban esperando que terminen los ejercicios, el bufetero notó que un entrenador le pedía más actitud a un chico: «¡Juan, corré!», gritaba el técnico. A pesar del reproche, el joven seguía trotando despacio… «Dale Juan, ¡poné ganas!», le reiteró. A la tercera, el enojo fue mayor: «Bueno Juan, si no tenes ganas de practicar andá a tu casa». Ante esto, el chico respondió: «Profe usted me pide que corra y hace tres días que no como…». A partir de ese instante, Vicente pensó en crear un comedor para poder ayudar con una copa de leche a todos los chicos del club. El proyecto se hizo realidad y desde hace tres años casi 300 pibes que juegan a la pelota saben que cuando termina la práctica los espera una merienda.
Con categorías desde cuarta a novena, también décima, predécima y dos líneas de baby con 7 categorías por línea, Argentino, club de la zona norte y miembro de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), cuenta con 1.200 jugadores en sus divisiones inferiores, con edades que van desde los 5 años hasta los 21.
Luego de que entrenadores, la comisión del club y el propio Vicente notaran que algunos chicos de 5, 6 o 7 años que se desempeñaban en el baby fútbol no tenían una alimentación frecuente y diaria, y que esto repercutía en el rendimiento dentro del campo de juego, comenzaron a idear un proyecto para que funcione un comedor en el Salaíto.
Allí fue vital la presencia de Vicente: armó el comedor y se puso en contacto con el Banco de Alimentos de Rosario (BAR). «Es muy importante la ayuda que nos da el Banco. Nos provee toda la mercadería que necesitamos para que funcione el comedor», reconoció el propio Vicente.
De los 1.200 jugadores que integran las inferiores, entre 200 y 300 chicos se quedan todas las tardes en el polideportivo de Parque Casas para merendar en el comedor. «Yo preparo la merienda y se la damos a los pibes cuando terminan de practicar. A veces también hacemos un almuerzo o una cena», contó Vicente.
Solidaridad para batallar la realidad social
Vicente explicó que no todos los chicos tienen esa problemática, ya que algunos conviven con familias que pueden brindarles la alimentación necesaria. Además, señaló que la cantidad de jóvenes que asisten al comedor no ha variado a lo largo de los tres años que lleva en funcionamiento.
«Hay algunos que están bien y no lo necesitan, pero otros te piden una merienda para su hermano o su mamá. Se nos han presentado casos en que nos piden comida para sus familias, y como el Banco de Alimentos me da bastante cantidad, se la entregamos», narró Vicente.
Al pisar desde hace 12 años el polideportivo de calle Sorrento, Vicente vio crecer a muchos de los jóvenes: «Al que hoy está en cuarta lo conozco desde que empezó en el baby. Son muy agradecidos con lo que uno hace».
«Antes no había nadie, pero ahora el chico sabe que se va con un alfajor, un yogurt o un paquete de masitas»
En sus años en el club, donde la primera división disputa el torneo de la Primera D de la AFA y tiene su estadio José Olaeta en barrio Sarmiento, ha vivido muchas anécdotas, pero no sólo de alimentación. «Un día un chico no se quería sacar los pantalones para jugar y en la Rosarina no te dejan participar con pantalones largos. A pesar de nuestra insistencia, el chico se negó y dijo que no jugaba si no podía tenerlos. Cuando se fueron todos, le preguntamos el motivo y nos mostró que su familia lo había golpeado gravemente. Se viven cosas muy duras», contó Vicente.
Por otra parte, el histórico bufetero manifestó que sería necesario más apoyo de la Municipalidad en ciertos elementos: «Tengo una cocina chica y si quiero preparar 50 litros de leche se me complica. También nos faltaría una heladera».
Su labor, reconocida por todos aquellos que han pasado por el predio de Argentino, ha sido fundamental para la existencia y el mantenimiento del comedor. «Lo hago por decisión propia, con mucho orgullo y ganas», expresó.
«Soy padre de cuatro hijos y gracias a Dios uno tiene como vivir. Pero nunca se saben las vueltas de la vida, y si yo el día de mañana no estoy, me gustaría que alguien los ayude. De eso se trata, es lo que me satisface», concluyó Damián Barreiro, más conocido como Vicente.
Su acción de cada día, como así también la de todo el club que decidió crear un comedor, es un grano de arena para combatir las desigualdades que atraviesa la sociedad. Su labor va más allá de servir una merienda o un plato de comida. El escuchar a los más chicos, el sonreír con ellos y hacer de su paso por las divisiones inferiores un camino más placentero, reivindica la verdadera función de los clubes: ser un espacio de contención.