El pasado 27 de septiembre, varios autos aparecieron quemados y pintados con la palabra ‘Uber’ en Buenos Aires. Una de las víctimas, María Carolina Roldán, escribió, muy dolida, una carta para quienes salen a ‘cazar’ a los chóferes de la aplicación.
La mujer de 37 años es venezolana y remarcó que el vehículo era su «única fuente de trabajo» y ahora no sabe que hará. El Renault Logan de la mujer se encontraba estacinado en Almagro y apareció arruinado.
Oriunda de Maracaibo, llegó hace dos años al país con su hija Sara. «Ahora no sé qué voy a hacer porque buscar trabajo está cada vez más difícil. He enviado currículums a un millón de lugares y no te llaman. Estoy desesperada», reveló María Carolina en medio de un llanto que la llevó a escribir una carta, la cual pidió publicar en el diario Infobae, dirigida para aquellos que la dejaron sin auto y sin trabajo.
Aquí, la carta completa:
Yo, María Carolina Roldán, me dirijo a los «caza uber», a esa gente que siento que ha perdido la decencia, los escrúpulos, la humanidad. Estoy en estas tierras porque en mi país ya no daba para más. Trabajar incansablemente no bastaba, el dinero no alcanzaba y los productos escaseaban.
Aquí, a diferencia de lo que sucede allí, yo podría poner el mismo esfuerzo para trabajar y se traduciría en bienestar para mi hija, que es quien me da la fuerzas de poder salir adelante.
El primer año logré trabajar 8 meses cubriendo una licencia materna como representante comercial para una librería , visitando todos los colegios de la zona de Palermo para negociar las ferias escolares y recreativas. Ese contrato finalizó en septiembre de 2017 y a partir de allí no logré encontrar un trabajo bajo relación de dependencia.
Y seguí adelante. No me importó trabajar por hora en casa de familias. También cuidé mascotas toda la temporada de verano y eventualmente fui niñera. Pero todos sabemos que trabajar a retazos no funciona, porque ahora mismo convivo con una constante preocupación de saber si podré reunir el dinero para pagar el alquiler a fin de mes; también la comida junto a la presión de no endeudarme y quedar sometida a los intereses.
Vi entonces mujeres al volante y me dije «esa es una buena salida laboral». Ingreso diario e inmediato. Cumplí con la ley: saqué mi licencia profesional y fui al sindicato de peatones a hacer el curso de 5 horas para poder tomar trabajo manejando un taxi, en donde permanecí un mes.
Trabajaba de 17 a 5. Lo tomé de noche porque había mucho menos tránsito y podría conocer la Ciudad mucho mas fácil, pero me encontré con un gremio rudo, en donde se pelean en las paradas y en las esquinas. En donde se pelean a los pasajeros como si fueran carne y ellos tuvieran hambre: no hay compañerismo entre choferes y a esta incomodidad se sumaba el miedo a la noche, a no saber qué tipo de pasajeros se subirían ni a qué lugares los llevaría. Pasajeros de mal humor que pagaban su histeria conmigo. Y yo no estaba para eso, solo buscaba trabajar tranquila, siempre dentro de lo legal pero con seguridad.
Fue así como me registré como chofer sin auto en la web de Cabify. Me contactó el propietario del vehículo que me quemaron, ofreciéndome ser chofer bajo relación de dependencia, con la responsabilidad de tener el auto a cargo pero con la condición de registrar 12 horas diarias. El vehículo estaba habilitado por SACTA y yo tendría mi carnet de chofer de remis avalado por SACTA. Todo esto a fin de no tener ningún problema con los taxistas, que son los primeros en exigir la legalidad en las aplicaciones.
Yo sentía que Dios al fin me había dado lo que yo le pedía y necesitaba. No habrían mas peleas con otros choferes por levantar pasajeros en la calle, no me expondría al peligro de ser asaltada o violada, porque toda las personas están debidamente registradas e identificadas. No manejaría efectivo en grandes cantidades y al mismo tiempo el cliente que yo llevaría sentiría lo mismo: seguridad y tranquilidad, algo tan importante para mí, que no tengo mi hogar en estas tierras.
Para un hombre todo es mucho mas fácil, para una mujer es el doble de difícil. Hasta este momento remado con todas mis fuerzas pero al final logré un poco de estabilidad y tranquilidad. Y ustedes me la arrebataron, quemando el único medio laboral que había logrado después de tantos meses, después de tantas dificultades. Me arrebataron mi tranquilidad, volvieron cenizas mi estabilidad.
Ustedes, que sienten que se están quedando sin sustento, pero no se detienen a pensar por qué eso está ocurriendo. Piden legalidad y actúan de modo ilegal usando el acoso y el ataque. Siendo Cabify me atravesaban el auto con pasajeros poniendo en riesgo nuestra seguridad. Y me mantuve tranquila porque sabía que yo estaba con todo en regla.
¿Creen que de ese modo, asustando a los pasajeros, que ya optaron por buscar otro servicio, los recuperarán? Sienten que se están quedando sin recursos para solucionar su vació de demanda y ahora han optado por quemar los vehículos para sacarlos de circulación. Y a mí me dejan sin el medio de ingreso que me costó tanto encontrar, justo la última semana del mes, cuando sabemos que faltan pocos días para que las factures lleguen.
Aún no concibo que exista gente tan inescrupulosa que llegue a este nivel de agresividad. Lo peor de todo es que los jefes de los sindicatos los apoyan porque saben que están en grupos y saben quiénes son. Saben dónde se reúnen y dónde «cazan».
Hoy siento tristeza profunda e incertidumbre, pero mantengo mi fe en Dios, que algo bueno ha de tenerme.