Análisis
Opinión

Por Diego Añaños

Una semana blanca y rubia para Macri


 

Por Diego Añaños

Mauricio Macri tuvo, finalmente, una semana rubia, y de ojos celestes, después de tanta negrura. El dólar detuvo su desenfrenada carrera, los papeles argentinos se recuperaron levemente, y bajó el riesgo país (aunque aún sigue por encima de los 2.000 puntos). Si bien desde el gobierno ya tienen asumido que el frente económico (inflación, pobreza, recesión, endeudamiento) no va a mejorar, un resquicio de calma cambiaria y financiera era vital para encarar el proceso de negociación para una transición institucionalmente ordenada.

El viernes 30 de agosto de daban a conocer declaraciones de un desaparecido Cobos que retornaba a la escena política pública afirmando que, si las medidas de Lacunza no funcionaban, se iba hacia un control de cambio. Finalmente, el presidente decidió resignarse a la derrota y, dejando caer una de las últimas banderas que aún le quedaban en pie, impuso vía un DNU de control de cambios el domingo 1° de septiembre. Afortunadamente, las medidas no profundizaron la crisis y le permitieron al gobierno recomponer su imagen y avanzar.

Está claro que, utilizando la figura médica, sólo se consiguió estabilizar al paciente. La situación sigue siendo extremadamente delicada, y no hay margen para ninguna salida que no surja del consenso con la oposición, el FMI y los principales agentes económico-financieros del sistema. El gobierno, remedando la metáfora de Harrod, camina por el delgado filo de una navaja. Sin embargo, y a diferencia del caso que describía el economista, a ambos lados del filo hay crisis cambiaria y bancaria. Daría la impresión de que se está a las puertas de cerrar un acuerdo político para surfear (y sólo eso, surfear), la crisis económico-financiera hasta la entrega del mando en diciembre. Que ese acuerdo esté cerca, pero que aún no estén ultimados los detalles, explica la decisión del ministro Lacunza de posponer su visita al Congreso para explicar el paquete de medidas anunciadas recientemente.

Macri, por su parte, pidió a sus colaboradores bajar el tono de los decibeles de la campaña política, particularmente los ataques contra Alberto Fernández, que tomó la decisión estratégica de viajar a Madrid y ser muy prudente en sus declaraciones públicas. El presidente, además, ha elegido permanecer callado. A diferencia de otras oportunidades, dispuso que fueran sus ministros, y no él los que anunciaran las medidas, y tiene sentido. Era mucho lo que se jugaba este lunes, y no es recomendable exponer tanto la figura presidencial. Está claro que ante una respuesta negativa de los mercados, su autoridad se vería muy deteriorada.

Fernández, más allá de su ausencia circunstancial va, lentamente, revelando el perfil de su programa económico. En la edición del martes de Infobae, Analía Argento describe lo que serían las líneas principales de un plan que tiene como columna vertebral las cinco reglas que guiaron la gestión de Néstor Kirchner:

  1. Superávits gemelos (fiscal y comercial),
  2. Acumulación de reservas,
  3. Desendeudamiento,
  4. Tipo de cambio competitivo,
  5. Programa antiinflacionario.

El candidato ganador de las Paso se siente ganador de las generales, y trata de ser mesurado, dando a conocer a cuentagotas algunos detalles de su probable gestión.

También se conoció esta semana el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que realiza el Banco Central, correspondiente al mes de agosto. El documento da cuenta del fuerte deterioro que se produjo en las expectativas de los principales agentes económicos locales y externos, luego de los sucesos posteriores a las Paso. La inflación esperada para 2019 tuvo un salto de 15 puntos porcentuales, ya que se ubicó en 55%, luego del 40% registrado el mes pasado. Mientras que en julio se esperaba para el presente año una caída del PBI de 1,5%, en agosto las expectativas de retracción del producto se ubicaron en 2,5%. En relación con la tasa de referencia del BCRA (Leliqs) se pasó una expectativa de un 58% a un 80% para fines de 2019. Finalmente, mientras que en julio se especulaba con un dólar a $50 a diciembre, en agosto las expectativas ya se ubican en $66,7. Evidentemente, y más allá de que las proyecciones siempre tienen un elevado margen de error, lo cual se demuestra en las enormes diferencias entre julio y agosto, va quedando claro que 2019 va a ser un año aún peor que 2018 en todas las variables relevantes. Según el gobierno, el año pasado la culpa fue de la mala cosecha. Será interesante escuchar las explicaciones a fin del corriente.

Mi tía María, hermana de mi abuela, decía: “Más vivís, más ves”. Uno debería preguntarse si la frase es aplicable a la Argentina, que tiende a repetir cíclicamente determinados procesos político-económicos. El economista, y premio Nóbel, Paul Krugman declaró durante la semana que se siente sorprendido de que el FMI siga insistiendo con su fórmula clásica, pero más sorprendido de que Argentina, en vista de los recientes fracasos del Fondo, haya aceptado las condiciones impuestas por el organismo. Uno imagina que si se llega a enterar de que esto ya sucedió varias veces en la Argentina, se tira de la ventana del hotel. Un análisis más indulgente, o más desapasionado, tal vez contemple el hecho de que, a diferencia de lo que ocurrió con Menem, la sociedad argentina reaccionó antes, e impidió un segundo mandato de Macri. Es una lectura posible. Sabemos también que, seguramente, la dinámica de los ciclos políticos traerá en el futuro un gobierno de derecha, o centro derecha. Los argentinos deberíamos a aspirar que, si así ocurriera, y más allá de sus matices, sea un proyecto de derecha o centro derecha ligado a los intereses nacionales. En definitiva, que si no elegimos un proyecto popular, al menos nunca más votemos un proyecto que no sea nacional.