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Una pandemia que golpea y duele: más niños asisten a comedores y merenderos


Unicef emitió un informe que muestra datos alarmantes en torno a la pobreza y la desigualdad de los menores. CLG dialogó con voluntarios de comedores rosarinos: coinciden en que la realidad es muy complicada en los barrios

Por Gina Verona Muzzio

Unicef dio a conocer este miércoles una investigación que muestra alarmantes datos en relación a la situación de muchos niños, niñas y adolescentes en el país. El informe «Efectos del Covid-19 sobre la pobreza infantil y la desigualdad en Argentina» plantea que, de cumplirse una caída del PBI esperada de 5,7 puntos (FMI), la cantidad de menores pobres pasaría de 7 millones en 2019 a 7,7 millones hacia finales de 2020. Las consecuencias de la pandemia ya se reflejan en todos los comedores y merenderos del país y la ciudad, donde los números de personas que se acercan a buscar alimento se incrementan día a día. CLG dialogó con referentes y voluntarias de estos espacios en Rosario y alrededores, quienes brindaron un panorama más que preocupante.

Hay varias cuestiones que se repiten en los relatos de todas las personas con las que tuvo contacto CLG: la duplicación o triplicación de las personas que se acercan a los lugares en busca de alimento; la solidaridad de los rosarinos y la imposibilidad de las madres y padres de salir a trabajar por la pandemia, ya que sus tareas son informales.

Gráficos del informe de Unicef Argentina

“Tenemos alrededor de 300 personas que vienen a buscar la comida y la merienda. Antes teníamos 70 chicos y sus familias, que era un cálculo de 150 personas. Ahora es el doble”, contó Daniela, encargada del merendero “Somos Futuro”, de Capitán Bermúdez.

Daniela explicó que la gente necesita de todo: ropa, alimentos para cocinar. “A veces no nos alcanza para toda la gente. Hay algunos que se van sin comer. Yo hago todo lo que puedo, pido por todos lados, pero están todos pasando una mala situación y hay gente que colabora y otra que no puede. Yo siempre trato de darles primero a los chicos. Pero cada vez es más difícil”, añadió.

Gráficos del informe de Unicef Argentina

Un mes atrás, Unicef presentó al presidente Alberto Fernández los primeros resultados del estudio «Impacto de la pandemia y las medidas adoptadas por el gobierno sobre la vida cotidiana de niñas, niños y adolescentes», que reveló que el 59% de los hogares perciben menos ingresos y en el 31% se dejó de comprar algún alimento por no tener dinero.

De más está decir que la alimentación es crucial en el desarrollo de los niños, por eso es que los comedores y merenderos de la región están cumpliendo un papel fundamental en medio del aislamiento por la pandemia, que ya lleva dos meses en Argentina. Así lo destaca María Angélica, voluntaria del comedor Ojitos Felices, de Villa Gobernador Gálvez: “Los centros que prestan asistencia ocupan hoy un lugar vital. Pero es más difícil para los voluntarios llegar y ha habido una merma en las personas que hacen donaciones. No es lo mismo pensar en una cuarentena en tu casa con la heladera llena, que una cuarentena en una situación marginal”.

“En nuestro caso, el merendero y comedor, da comida tres veces por semana a la gente del barrio. Antes dábamos 300 porciones, ahora se da todo lo que se puede. Es la necesidad en todo momento. La gente se acerca en todo momento al comedor, a intentar suplir necesidades básicas”, ahondó.

La representante de Unicef en Argentina, Luisa Brumana, expresó tras dar a conocer el comunicado que «el Covid-19 impacta con más fuerza en las poblaciones vulnerables, amplía las brechas de inequidad que ya había en el país y aumenta los niveles de pobreza entre niños, niñas y adolescentes, las víctimas ocultas de la pandemia».

“Nosotros le dábamos a comer 195 personas, entre ellos abuelos y abuelas. Se fue incrementando cada vez más y ahora estamos pasando las 250 personas, entre chicos y grandes. Tuve que pedir prestada una olla, porque la que tenía no era suficiente. Los ex combatientes me prestaron”, relató Marita, encargada del comedor “Los pibes de barrio Copello”, de Capitán Bermúdez.

Y agregó: “Mi esposo falleció en marzo y yo no me sentía bien. Pero cuando empezó la cuarentena y la gente no tenía para comer, los chicos y los papás me golpeaban la puerta de mi casa, me tuve que levantar y salir adelante a ponerle el pecho para hacer la leche y la comida a los chicos. De ahí en más, no paramos. Nosotros nos estamos exponiendo mucho al virus, pero los chicos tienen que comer. Gracias a Dios estamos bien”.

Gráficos del informe de Unicef Argentina

La situación se repite en los barrios de Rosario. Desde el Centro Comunitario Olavarría, en Empalme Graneros, Gabi indicó: “Nosotros estábamos con el merendero, mantuvimos la leche, pero con la situación que estábamos pasando, viendo que las escuelas ya no daban viandas, fuimos pidiendo donaciones y nos vimos obligados a hacer comida. Damos hasta que se termine. Triplicamos, cuatriplicamos las raciones. Cada vez viene más gente”.

Al Centro Comunitario Olavarría también llegó la solidaridad de los ex Combatientes de Malvinas, quienes no sólo brindan comida a personas en situación de calle cada noche, sino que también colaboran con otros espacios. “Ex Combatientes nos dieron una mano grandísima, con lo que tienen y encuentran. Nos mandaron a una colaboradora que nos explicó cómo trabajar para hacer comida. Hicimos 27 kilos de fideos, nunca habíamos cocinado en tanta cantidad”, contó Gabi.

“Además de los chicos, tenemos abuelos, gente que no tiene hijos chicos pero que está pasando necesidad. Nosotros no podemos mirar para el otro lado cuando sabemos que hay necesidades reales en el barrio, cuando las vivimos en carne propia. Hay gente que nunca pensó que iba a ir a pedir comida, vecinos que nunca se vieron en la necesidad y hoy están haciendo fila”, concluyó la voluntaria del Centro Comunitario.

Gráficos del informe de Unicef Argentina

A no muchas cuadras de Olavarría, está el Comedor “Los Peques de Travesía”, donde Carina relató a CLG la complejidad de la realidad en el barrio, mientras preparaba la cena para más de 300 personas. “Cuando empezamos, hacíamos comida para 250 personas en una sola olla de 100 litros. Ahora estamos haciendo en dos ollas, porque se sumó mucha más gente. Nos costó muchísimo, porque la gente por miedo a contagiarse no se acercaba a ayudar. Gracias a Dios, después se animaron. Costó, pero pudimos seguir adelante”, afirmó.

“Yo lo quería cerrar pero después me puse a pensar en qué iba a pasar con todos los chicos que dependen del comedor. Siempre que tenga alimentos para el comedor, voy a seguir. Esto es todo a partir de donaciones, de la gente solidaria”, comentó. Y agregó: “La mayoría de la gente del barrio era ayudante de albañil o cartonera y ahora no se puede hacer ni eso. Los comedores son los lugares donde pueden buscar un plato de comida. Por eso no cerré”.

Otro de los nombres que surgió en varios de los relatos fue el del Banco de Alimentos de Rosario (BAR), que está realizando una importante tarea en el abastecimiento de todos los merenderos y comedores de la zona. Además, en las situaciones más difíciles, los comedores y merenderos siguen sostenidos principalmente por la solidaridad de otros vecinos y vecinas. Todos los espacios expresaron tener las puertas abiertas a quienes puedan ayudar en medio de la pandemia.