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Una investigación demuestra que las avispas tendrían pensamiento lógico


Investigadores de la Universidad de Michigan acaban de publicar una investigación en la que encontraron que las avispas de papel tienen la capacidad de inferir relaciones desconocidas para ellos, a partir de relaciones conocidas. Es la primera vez que se observa este proceso de razonamiento –llamado inferencia transitiva– en animales invertebrados.

“Durante milenios, la inferencia transitiva (IT) se consideró un sello distintivo de los poderes deductivos humanos, una forma de razonamiento lógico utilizada para hacer inferencias: si A es mayor que B y B es mayor que C, entonces A es mayor que C”, explicó en un comunicado la universidad.

Sin embargo, a medida que las herramientas de observación de otras especies se han ido refinando, nos hemos dado cuenta que esta capacidad no es exclusiva de seres humanos: monos, aves y peces han demostrado tener esta habilidad cerebral.

Hasta ahora, los invertebrados parecían estar excluidos de esta actividad. La única investigación que se había publicado hasta el momento demostró que las abejas de miel no tenían esta capacidad.

Pero un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan no se dio por vencido. Sus miembros estaban convencidos de que el minúsculo sistema nervioso central de las abejas les impidió lograr la tarea, pero creían que otros insectos, como las avispas de papel, podrían lograrlo.

Los investigadores sabían que aunque las avispas de papel tiene un sistema nervioso tan pequeño como el de las abejas, éstas tienen un “cableado” diferente, que les permite tener una organización social mucho más compleja. Ya en estudios anteriores, este grupo de biólogos y ecólogos habían observados a las avispas de papel reconocer «rostros» de miembros de su especie; así como relacionarse con otros basándose en experiencias previas.

La gran pregunta era si este cableado les permitía un razonamiento lógico.

Para comprobarlo, la bióloga evolutiva Elizabeth Tibbetts y su equipo recogieron varias reinas de colonias de dos especies de avispas, las Polistes dominula y las Polistes metricus.

En el laboratorio, cada avispa fue entrenada para diferenciar entre pares de colores, que el equipo llamó “pares de premisas”. Un par le daba a las avejas una leve descarga eléctrica, mientras que el otro no.

Después, los investigadores le presentaron a cada avispa pares de colores desconocidos, para que escogieran entre ambos. Fue entonces cuando llegó la sorpresa: las avispas fueron capaces de inferir, según la situación, cuál par les convenía para evitar la descarga y cuál no.

«Pensé que las avispas podrían confundirse, al igual que las abejas», dijo. «Pero no tuvieron problemas para darse cuenta de que un color en particular era seguro en algunas situaciones y no en otras”.

De acuerdo con los autores del paper, que se publicará en la revista Biology Letters, “Nuestros hallazgos sugieren que la capacidad de comportamiento complejo puede estar determinada por el entorno social en el que los comportamientos son beneficiosos, en lugar de estar estrictamente limitados por el tamaño del cerebro”.

Al comparar las estructuras sociales de abejas y avispas, esta hipótesis cobra sentidos. Mientras que las abejas tienen una reina por colonia, y todas las trabajadoras tienen el mismo rango; las colonias de avispas de papel tienen varias hembras reproductivas, conocidas como “fundadoras”.

Las fundadoras compiten entre ellas, y así se forman jerarquías no sólo verticales entre reinas y trabajadores, sino también horizontales. El rango que tenga una avispa en esta jerarquía social determina qué tanto se reproduce, trabaja y come. “La inferencia transitiva podría permitir que las avispas hagan rápidamente deducciones sobre nuevas relaciones sociales”, dicen los investigadores.

«Este estudio se suma a la creciente evidencia de que los sistemas nerviosos en miniatura de los insectos no limitan los comportamientos sofisticados», añadió en un comunicado la profesora en el Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Michigan.

Fuente: El Espectador