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Una historia diferente a 12 años de la pedrada que marcó a Rosario


Por Emilia Ottogalli

El 15 de noviembre de 2006 uno de los temporales más duros golpeó la ciudad de Rosario: la gran caída de piedras dejó grabado en la memoria de todos a un día negro. Autos, ventanas, vidrios y demás se rompieron o abollaron para convertirse en un recuerdo constante de lo que había pasado.

Poco a poco, cada perjudicado se encargó de ir arreglando los estragos de tamaña tormenta. Pero durante mucho tiempo, mientras se caminaba por la calle, podía verse una enorme cantidad de vehículos con las cicatrices de aquel día. Mariano Salibi, cordobés, fue uno de los encargados de ir borrando las heridas con su trabajo. CLG dialogó con este chapista para que cuente cómo fue ese período laboral.

Para Mariano el temporal significó trabajo, pero también significó un cambio de vida. «Por la pedrada de 2006 yo me vine a vivir a Rosario», contó en el comienzo. «Nos llamaron unos clientes de aquí y me quedé por la cantidad de trabajo que había», agregó.

Los daños causados durante aquel 15 de noviembre de 2006 le significaron a este chapista muchísimas horas de trabajo interminable. «Yo venía por 25 días y me terminé quedando. Esa pedrada me llevó cerca de dos años de trabajo», explicó. Y graficando aún más la situación soltó: «Cuando pensábamos que se terminaba seguían apareciendo».

Foto: Rosario3

Es que el temporal llegó tan de repente que no hubo tiempo a reaccionar. Un día como cualquier otro terminó dejando secuelas que perduraron en la historia. Y que durante mucho tiempo mantuvieron la alerta entre los rosarinos cada vez que caía alguna piedra.

Según explicó, los autos llegaban con «mucho daño» y no podía tomarse a la ligera, había que dedicarles la cantidad de horas necesarias, «no se podía reparar autos con tanta facilidad».

«Teníamos que dar turnos, una vez terminado el auto recién podíamos llamar otro cliente y así se iba sumando y dábamos turnos para dos o tres meses adelante», recordó. Y añadió: «Al tener tantos autos se tenía que hacer con mayor cuidado y mayor tiempo porque los bollos eran grandes».

Foto: Rosario3

Entonces, detalló: «Nos poníamos dos técnicos por auto porque si éramos más por ahí trabajábamos incómodos. De a dos estábamos bien, uno hacía el techo, el otro el capó, el primero que terminaba se iba a la tapa del baúl o a los laterales. Una vez que se terminaba el vehículo, llamábamos al cliente, supervisábamos el trabajo con el cliente, el cliente quedaba conforme, se retiraba el auto y recién ahí llamábamos otro».

Mariano llegó a Rosario a trabajar en el taller de un conocido y, supuestamente, por un par de semanas. La gran cantidad de pedidos hizo que, finalmente, se instalara y pusiera su propio taller en Salta 3115. «Seguimos trabajando con clientela de ese momento que cambió el auto, le pasaron algunas cosas menores y como vieron cómo trabajamos nos siguieron trayendo sus autos», relató.

Foto: La Capital

A 12 años de aquella tormenta, las cicatrices ya sanaron. La caída de piedra no se vive con tanta intensidad o nerviosismo en Rosario. Pero no se puede negar que ese día marcó un antes y un después en la ciudad, y en la vida de Mariano, mucho más.