Este miércoles el cuarteto oriundo de Salta tuvo la oportunidad de cerrar la velada ratificando su ascendente momento con un espectáculo impecable
Por Sergio Arboleya, enviado especial – Télam
El cuarteto salteño Ahyre que por primera vez tuvo la oportunidad de cerrar una velada en Cosquín, ratificó su ascendente momento con un espectáculo impecable que coronó la quinta noche del 63er. Festival Nacional de Folclore.
Antes de ese broche de impacto, la grilla prevista mostró una oferta dispar que se inició en gran forma con el homenaje chamamecero de Antonio Tarragó Ros al centenario de su padre.
Y en el resto del camino artístico trazado, destacaron los dos números de la pareja de baile estilizado de los hermanos porteños Posse (llegada desde el Pre Cosquín), el compacto set de la riojana Bruja Salguero y los otros dos centenarios, de Eduardo Falú y Juan José Botelli, saludados por la excesiva comitiva salteña con sus 250 integrantes entre músicos y cuerpos de baile.
El programa de actuaciones sufrió el lunes la imprevista baja de Los Nocheros por el crítico estado de salud de Moro tras la creciente expectativa por despedir a Kike Teruel que el domingo había anunciado –también de manera sorpresiva- que dejaría el conjunto tras cumplir con los compromisos en festivales veraniegos.
La baja del grupo (por la cual la organización del Festival previó la devolución del dinero de las entradas que se hará efectiva a partir de mañana a través de los canales por donde fueron adquiridas), hizo ingresar a Los Manseros Santiagueños.
Y el histórico combo formado en 1959 dejó anotado su nombre esta noche para seguramente firmar la despedida del Festival ya que su presente artístico parece alejado de un nivel aceptable para este tipo de lances, aunque la emoción generada por el repentino llamado tuvo público de su lado tanto adentro como afuera de la Plaza Próspero Molina con no pocas personas con reposeras escuchando la leyenda aún sin ver el escenario.
Con todo, la participación anotó dos circunstancias llamativas en relación a los últimos y tumultuosos años de Los Manseros cuando la voz de Onofre Paz –líder y sobreviviente desde su fundación- saludó a su viejo compañero original Leocadio del Carmen Torres (fallecido en octubre de 2016) y destacó que una de las piezas del repertorio había sido compuesta por su hijo Martín a quien echó intempestivamente de la agrupación en febrero de 2017.
En relación a las reacciones de la audiencia, también destacó la pasión que despertó Destino San Javier con los modélicos Paolo Ragone, Franco Favini y Bruno Ragone más cercanos a ídolos latinos que a artistas nativos que fueron capaces de terminar su actuación cantando abajo del tablado con la muchedumbre extasiada.
Esos dos momentos de escasa espesura estética no opacaron el gran desempeño de Ahyre que puesto a clausurar la quinta luna, asumió con una adecuada mezcla de profesionalismo y soltura la misión encomendada.
En apenas una hora de actuación, el cuarteto que reúne a Juan José Vasconcellos, Sebastián Giménez, Hernando Mónico y Federico Maldonado (más la batería en manos de Guido Bertini), exhibió ductilidad instrumental y grandes voces para abordar un repertorio parejo y con algunos grandes momentos.
Con mayoría de temas compuestos y arreglados por el “Colo” Vasconcelos con una disposición eficaz y puntillosa, la nómina brilló con “Cusco” (en el inicio), la lograda conjunción entre “La noche sin ti” e “Himno de mi corazón”, “Las ideas”, “No” y los bises “Si te vas” y “Quiero más”.
“Gracias a la vida por esta oportunidad de poder mostrar nuestra mirada sobre la música latinoamericana. Venir con canciones nuevas es todo un desafío y es todo un honor hacerlo en la plaza mayor del folclore”, sintetizó el exHuayra sin ocultar la satisfacción por el resultado alcanzado.
En el otro extremo horario de la función, el chamamé se adueñó de la apertura con el logrado tributo audiovisual que Antonio Tarragó Ros armó por el centenario de su padre, conocido como “El Rey del Chamamé”.
Conmovido y dispuesto a que se note, el autor de clásicos como “María va” y “Canción para Carito”, anunció tras entonar “Jineteando la vida” que “estamos ingresando al centenario de papá y estamos llenos de emociones. En Corrientes no pudimos poner este video porque se ve que papá lo quiso guardar para ustedes”.
Lejos de otras alegrías impostadas, el chamamé austero, filoso y entrañable de los Tarragó Ros generó un clima festivo que se coronó con integrantes del local Ballet Camin repartidos en la platea para sacar a bailar mujeres y hombres presentes bajo los sones siempre abrasadores de “El Toro”.
El propio mentor del culto explicó luego en una suerte de monólogo que ocupó la modalidad de la rueda de prensa que “lo que más le gustaba a mi papá es que la gente bailara y aunque a mí me parecía una profesión menor, él me enseñó que el músico de baile está más alto porque entra porque el corazón de las personas sin importar cómo sea físicamente o las morisquetas que haga”.
Verborrágico y feliz, Antonio anunció que transitamos “la era del chamamé que es el baile del abrazo” y sostuvo que “el chamamé es necesario porque es una música reflexiva y una herramienta de autoconocimiento”.
Entre mítico y provocador, redondeó que “el chamamé no es de Corriente ni de ningún lugar sino que es de los chamameceros como el cristianismo es de los cristianos” e inmediatamente dijo que “mi papá vendió más discos que Los Beatles pero les pusieron la plata a ellos para que destruyeran las músicas regionales del mundo”.
María de los Ángeles “Bruja” Salguero encabezó un recital contundente en compañía de una afianzada banda que reunió a Julieta Lizzoli (piano), Lucas Homer (bajo), Jero Izarrualde (batería), Pablo Ponce (charango y guitarra) y Leo Andersen (guitarra).
Aún con la voz lejos de la plenitud que es capaz de ostentar, la riojana que esta vez abandonó su costumbre de cantar descalza, se atrevió a proponer piezas nuevas en su cancionero como “Saravá”, «Dele retumbar» y «Baila, baila», que combinó con «El camión de Germán», «Ella baila sola», «Los amanecidos» y, dedicada a “las mujeres que nos han marcado el camino”, una visita a «Juana Azurduy» que entonó al filo del escenario.
Además del paso del cordobés Gabriel Macías, entre las propuestas seleccionadas en el Pre Cosquín, se contó el pirotécnico dúo tanguero de piano y bandoneón respectivamente asumidos por Cristián Asato y Ayelén Pais y la inquietante performance coreográfica de Facundo y Ezequiel Posse que sacudió la tradición coscoína al proponer una inédita pareja de hombres que primero bailó un tango (con beso incluido) y más tarde descolló con la plasticidad del cuadro denominado “Arte locura”.
Con la renovada amenaza de otro pronóstico de lluvia, esta noche será el turno de Raly Barrionuevo; Roxana Carabajal; Maguie Cullen; Carlos Di Fulvio-Alberto Muñoz; Pocho Sosa; Adrián Maggi; Cuarteto Karé; y Jorge Rojas.
Para la séptima luna figuran: Mario Álvarez Quiroga; Alma Carpera; Eduardo Guajardo; Marina González; Los 4 de Córdoba; Sergio Galleguillo; y El Chaqueño Palavecino.