Estas plantas no están mutando al azar: están activando genes antiguos para generar alcaloides defensivos que no aparecen en variedades modernas
En el entorno hostil de las islas volcánicas de Galápagos, donde el calor extremo y la pobreza del suelo desafían la vida vegetal, crecen tomates silvestres que están sorprendiendo a la ciencia. Lejos de evolucionar hacia formas más modernas, estas plantas están recuperando rasgos bioquímicos que se creían extinguidos.
Investigadores de universidades internacionales descubrieron que algunas especies de tomates silvestres están produciendo compuestos químicos arcaicos, similares a los de sus ancestros. Se trata de un caso documentado de “evolución inversa”, fenómeno que pone en cuestión los modelos lineales tradicionales del desarrollo evolutivo.
Estas plantas no están mutando al azar: están activando genes antiguos para generar alcaloides defensivos que no aparecen en variedades modernas. Es como si estuvieran desbloqueando un archivo biológico olvidado, útil para sobrevivir en un entorno extremadamente adverso.
La clave estaría en su entorno. Las islas más jóvenes del archipiélago, como Fernandina e Isabela, imponen una presión ambiental severa. Allí, los tomates vuelven a fabricar defensas químicas prehistóricas como estrategia de supervivencia frente a un ambiente agresivo.

Vuelve una defensa ancestral de las plantas
El estudio se centró en las especies silvestres Solanum cheesmaniae y Solanum galapagense, descendientes de tomates sudamericanos. Los científicos analizaron su genética y encontraron que estas plantas pueden sintetizar alcaloides de una forma muy similar a como lo hacían hace millones de años.
La estereoquímica de estos compuestos, es decir, su estructura tridimensional, es clave. Aunque contienen los mismos átomos que los alcaloides modernos, su disposición cambia completamente su función, convirtiéndolos en potentes defensas naturales.
Este fenómeno es resultado de apenas cuatro mutaciones en la secuencia de un enzima esencial. Esos mínimos cambios bastan para activar nuevamente una ruta bioquímica que parecía extinguida, revirtiendo el curso evolutivo de la planta.
Los experimentos en laboratorio confirmaron que al introducir estos genes antiguos en otras especies vegetales, como el tabaco, también pueden producir alcaloides prehistóricos. Esto refuerza la idea de que los caminos evolutivos del pasado siguen presentes en los genomas actuales, esperando ser reactivados.
Naturaleza que mira hacia atrás para avanzar
Este hallazgo no solo amplía la comprensión de la evolución, sino que abre nuevas perspectivas para la biotecnología agrícola. Si es posible reactivar rutas químicas ancestrales con solo algunos ajustes genéticos, se podrían diseñar cultivos más resistentes sin recurrir a productos sintéticos.
Las condiciones extremas de Galápagos parecen haber actuado como catalizador de esta reversión evolutiva. Y sugiere que, frente al cambio climático y la presión ambiental, otras especies podrían seguir caminos similares.
La evolución no es una flecha que apunta al futuro, sino un proceso flexible, que también recupera soluciones antiguas cuando son las más eficaces. En estos tomates resilientes, la vida nos muestra que, en ciertos contextos, el mejor camino hacia adelante puede ser volver al origen.

Un alimento beneficioso para la salud y el medio ambiente
El tomate es una fuente rica en nutrientes esenciales como vitamina C, potasio, ácido fólico y antioxidantes como el licopeno, que ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. Su alto contenido en agua lo convierte además en un alimento hidratante y de bajo contenido calórico.
Desde el punto de vista ambiental, el cultivo de tomate puede adaptarse a distintas regiones y sistemas de producción sustentables, especialmente cuando se utilizan técnicas de agricultura orgánica y manejo eficiente del agua. Su resistencia a distintas condiciones climáticas lo hace viable en huertas familiares y comunitarias.
Al ser un cultivo de ciclo relativamente corto, permite una rotación frecuente del suelo y puede integrarse en sistemas agroecológicos que reducen el uso de agroquímicos. Así, el tomate no solo aporta a la seguridad alimentaria, sino que también puede formar parte de prácticas agrícolas más responsables con el ambiente.
