La microbiota, cuyo papel es fundamental en el sistema inmune como barrera a agresiones de otros microorganismos, cumple un rol decisivo en el origen de la obesidad, una patología que genera otras afecciones no transmisibles como cáncer, diabetes tipo II, enfermedad cardiovascular e hipertensión arterial, dijeron hoy fuentes científicas.
«La obesidad es una enfermedad multicomponente y la microbiota es uno de los últimos factores responsables que se han identificado», dijo el biólogo e investigador del Conicet Gabriel Vinderola.
Se define como microbiota al conjunto de microorganismos localizados en el tracto intestinal que cumplen la función esencial de ayudar al cuerpo a digerir alimentos que el estómago y el intestino delgado no son capaces de digerir, y contribuye a la producción de vitaminas como B y K, además de combatir agresiones de otros microorganismos.
Vinderola señaló que «hay tres factores que contribuyen al desarrollo de la obesidad en los dos primeros años de vida: el parto por cesárea, la lactancia materna limitada y el uso de antibióticos».
«Los bebés que atraviesan uno o más de estos factores, tienen mayor probabilidad de desarrollar síndrome metabólico, sobrepeso y obesidad, y esto tiene que ver con que estos factores hacen que se instale una microbiota pobre«, agregó.
Vinderola señaló que «una microbiota debilitada puede producir una disbiosis, lo que significa que no se educa correctamente al sistema inmune del intestino y permite que se instale una respuesta inflamatoria intestinal, que es una condición que precede a la obesidad«.
«Con el tiempo, el perfil de microbios del intestino metaboliza diferente a los alimentos y logra fijar más energía de los mismos, la cual se acumula como tejido adiposo», agregó Vinderola.
Para favorecer una microbiota sana, el investigador del Conicet insta a «como primera medida promover el parto vaginal, instalar la lactancia materna extendida y realizar un uso racional de antibióticos (consumirlos cuando sean estrictamente necesarios), siempre bajo la supervisión de un profesional de la salud».
Otro factor es la adopción de una alimentación balanceada, con consumo de frutas, verduras, hortalizas, legumbres, cereales, alimentos fermentados, yogur y yogur con probióticos.
«El equilibrio entre la dieta, la microbiota intestinal y el huésped puede optimizarse mediante la utilización de prebióticos, probióticos y derivados, solos o combinados», dijo Andrea González, jefa del Departamento de Alimentación del Hospital de Gastroenterología «Dr. C. Bonorino Udaondo».
Los prebióticos, como frutas y verduras, granos integrales y legumbres, son alimentos que aportan fibras y pueden funcionar como alimento para las bacterias intestinales: «Los alimentos fermentados y los yogures con probióticos son cosas diferentes, pero ambos son una opción para incorporar bacterias viables y sus productos de fermentación a un intestino que necesita el estímulo microbiano constante para constituir un adecuado sistema inmune», concluyó Vinderola.