Carina Trivisonno y Ricardo Celaya son dos docentes que escribieron un ensayo sobre un hito en la historia de la comuna santafesina, que pocos conocen. Mientras trabajan en la revalorización de otros acontecimientos, relataron a CLG de qué se trató
Por Gina Verona Muzzio
En el departamento San Lorenzo, sobre la Ruta 11 y a 35 kilómetros de Rosario se emplaza la localidad de Timbúes. En el censo de 2010, contaba con 4.294 habitantes, pero se estima que ese número ha crecido considerablemente en la última década. Los datos enumerados hasta el momento son conocidos y fácilmente accesibles para cualquiera. Sin embargo, la comuna alberga historias que muy pocos han oído. Es por eso que Carina Trivisonno y Ricardo Celaya, dos docentes y apasionados de la historia, han emprendido la tarea de visibilizarlas, recuperarlas y ponerlas en valor. “La revolución de las mujeres de Timbúes” es el primero de un corpus de diez ensayos en los que ambos están trabajando, en el que incorporan también una necesaria perspectiva de género. “Las mujeres tenemos una historia, es bueno conocerla y visibilizarla cada vez más”, expresó Trivisonno a CLG, al relatar este acontecimiento, del que este mes se cumplieron 145 años y que fue clave en el emplazamiento de la que entonces se denominaba Colonia Jesús María y hoy se conoce como Timbúes.
Celaya es profesor de Historia, Trivisonno es maestra de primaria y directora de la Escuela Nº 90 Franklin Roosevelt, de Rosario. Además de su formación docente, la mujer cuenta con un postítulo en la Facultad de Humanidades de la UNR sobre Géneros y Sexualidades y, actualmente está cursando otra especialización sobre la temática. Lo particular del vínculo entre los docentes es que Carina fue la maestra de Ciencias Sociales de Ricardo en la primaria. «Él después estudió el profesorado de Historia, cuando fue grande nos volvimos a encontrar y somos muy amigues. Además, compartimos ese gusto por la historia, por visibilizar y poner en valor las historias locales, los relatos más pequeños de los pueblos. Yo nací y viví muchos años en Timbúes», comentó.
Al ser consultada por CLG sobre cuál fue el disparador para comenzar con estas interesantes investigaciones, Trivisonno fue clara: “Nuestro interés surge de nuestra necesidad de recuperar la memoria y de nuestro compromiso con los derechos humanos. No hay una escritura de lo que pasó desde fines del siglo XIX hasta ahora en Timbúes”.
El primero de los hechos estudiados y plasmado por escrito en un ensayo es aquel que tuvo como protagonistas a un grupo de entre 80 y 100 mujeres, que un 27 de octubre de 1875 tomaron instrumentos de cocina, herramientas para trabajar la tierra y llevaron a cabo una gran revuelta, que consiguió frenar el traslado de la Colonia Jesús María. “Había un conflicto de intereses sobre las tierras, que beneficiaba inmobiliariamente a un hacendado. Lo que en 1874 se había emplazado en el actual territorio de Timbúes, al año siguiente lo querían trasladar. Todos esos colonos que ya estaban afincados con sus casas allí, tenían que irse a otro lugar por el único beneficio del terrateniente Bergamino”, explicó Trivisonno.
“Marcamos una diferencia muy fuerte entre el posicionamiento de los varones y el de las mujeres. Los varones en una forma pasiva, ya habían puesto árboles y unas pirámides de fundación en el nuevo emplazamiento. Las mujeres se organizaron con elementos de cocina y agrícolas, fueron todas en carro hasta ese lugar, que según la decisión de los varones iba a ser el nuevo emplazamiento del pueblo, y destruyeron todo lo que había. Realmente fue violenta la acción. A todo el que se les cruzaba, le tiraban pimienta en los ojos. Quemaron todo lo que se les cruzaba. Esto constituye un hito importante. Se paró el traslado y comenzó una deliberación de diez años, tras la que Timbúes finalmente quedó donde estaba originalmente”, agregó la docente y directora.
En el ensayo, los docentes destacan una cuestión importante en este hecho histórico, que se repite a lo largo del tiempo: “Cada vez que las mujeres osaron traspasar el umbral de la esfera de lo doméstico, reino que ‘naturalmente’ debían gobernar, a la arena de lo público, las voces dominantes consiguieron nombrarlas potentemente con expresiones que les otorgaban el estatus de ridículas o peligrosas”. Seguidamente, enumeraron contundentes ejemplos, como el de Mary Wellstoncraf, la filósofa inglesa que en el siglo XVIII pugnaba por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y fue apodada como “la hiena con faldas”; el de las sufragistas, tildadas de “estúpidas, feas y solteronas”; hasta las Madres y Abuelas, mencionadas como “las locas de la plaza” y las feministas consideradas “feminazis”. “El patriarcado ha sabido desde siempre como estigmatizar a las mujeres”, añaden.
A las mujeres que se resistieron al traslado de Timbúes, periódicos de la época las nombraron como “furias salidas del infierno”, en relación a lo que los romanos consideraban como “horrendas criaturas femeninas, con serpientes en sus cabelleras, alas de murciélagos y ojos ensangrentados, vengativas por excelencia y aficionadas a las torturas”. “Fueron estas ‘furias’ las que marcharon hacia el pueblo que estaban construyendo los miembros del Cuerpo Municipal, al sur de donde se hallaba la capilla realizada por el empresario Cullen al fundarse el poblado en 1870, destruyendo todo lo que existía del pueblo y provocando un conflicto armado”, informaron los historiadores.
Los medios de la época “denostaron la acción pública de las mujeres, nombrándolas como locas y violentas, en consonancia con lo que se suele decir de las mujeres cada vez que toman el espacio público para reclamar”. Sin embargo, Trivisonno afirmó que “los periódicos de la época no hablan de que había un conflicto de intereses. Está narrado como si un grupo de locas salió a prender fuego todo y a embarrar la cancha de lo que se estaba planeando. La puja duró muchos años, no fue una pavada. Esto originó un conflicto político. Desbarataron un negocio, que se iba a hacer sin problemas y a espaldas de los intereses del pueblo. Ese negociado lo desnudaron las mujeres”.
“La María, la Petisa y la Sardeña” fueron las cabecillas de la revuelta y terminaron detenidas en Rosario, cuando en general en los conflictos de la región intervenía la policía de San Lorenzo. “Este disturbio fue tan grande que fue la policía de Rosario. Pusieron presas a las tres cabecillas, de quienes no pudimos encontrar los nombres verdaderos ni apellidos. Las tuvieron unos días presas en Rosario, no sabemos en qué condiciones”, ahondó Trivisonno.
El trabajo que realizaron y continúan desarrollando Trivisonno y Celaya cobra aún más importancia cuando se destaca que hay un único libro que habla de la historia de Timbúes y fue escrito en 1974 por los investigadores Carlos Marc y César Mansilla. Fue titulado “Nuestro pueblo, su historia” y tuvo como fuente principal el “Anuario Departamental” de 1933. En esos textos tan sólo se menciona la revolución de las mujeres en dos renglones. “El libro relata el tema del emplazamiento de una forma muy acrítica, sin poner en valor los conflictos que hubo sobre el territorio y sin visibilizar la importancia que habían tenido las mujeres en este hecho histórico. La narrativa es pintoresca y ridiculiza a las mujeres”, analizó Trivisonno.
Y agregó: “Lo que analizamos es cómo están las mujeres puestas en el discurso. A partir de esa mínima narración, empezamos a investigar con el Anuario Regional. No hay mucha producción escrita, no sólo de Timbúes si no a nivel regional, del cordón industrial en ese momento histórico de final del siglo XIX, donde se empezaron a conformar las colonias, política y administrativamente. No hay un material muy sólido. En el anuario, hay una narración un poco más amplia de lo que fue esa revuelta de las mujeres”.
En relación a las cuestiones de género y a los intentos por visibilizar el papel de las mujeres y las disidencias en la historia, Trivisonno consideró que se han hecho grandes avances. “Se está haciendo mucho y hay mucho por hacer. Pero no termina en visibilizar. Las mujeres tenemos que tener en cuenta que hay una historia de lucha, no se empieza de cero ahora en las calles. Visibilizar y ver ese encadenamiento de luchas, porque esas mujeres de la revolución furiosa no se reconocían feministas, las Madres de Plaza de Mayo tampoco. Sin embargo la organización y la lucha que dieron tiene que ver con lo que es el feminismo para quienes entendemos que el feminismo es un movimiento político que lucha contra distintas opresiones. Esa es la tarea, recuperar aquellas acciones que, como en este caso de Timbúes están tapadas, olvidadas, pero que tienen que ver con estas mujeres de la casa, sin una formación académica, sin una teoría feminista, que intuitivamente, por su práctica, por sus saberes propios, con mucha potencia emprendieron las luchas”, concluyó.
Los ensayos
Finalmente, Trivisonno contó a CLG algunos otros hechos que están investigando para el corpus de ensayos. “No hay una escritura de lo que pasó desde fines del siglo XIX hasta ahora en Timbúes. Encontramos varios hechos muy interesantes, que tienen que ver por ejemplo con la explotación de campesinos, donde hubo acción de una organización armada del cordón industrial en los 70, que fue la columna Sabino Navarro de Montoneros”, especificó.
Por otra parte, la docente hizo alusión a otros hechos, como “el crimen de una persona que se ocultó y donde estuvieron implicados los poderes políticos y policiales a nivel regional, previamente a la dictadura del 76; un fusilamiento de la Triple A en Villa La Ribera, en la zona de Timbúes, que tampoco está por escrito”.
“Hay una memoria oral muy fuerte que hizo que esto persistiera a pesar de todas las amenazas y los miedos que perpetraron los centros de poder. Hubo un pueblo muy amenazado y amedrentado, más o menos desde la dictadura de Onganía hasta la nefasta última dictadura. Hubo un pueblo que se tuvo que callar por amenazas, miedo, preservar la vida, todo lo que fue el país que se calló y miró para otro lado. Hubo enterrados NN en el cementerio. Hay una serie de hechos históricos que merecían ser mostrados, que la gente se interpele contra esa idea de que en los pueblos no pasa nada, donde se cree que la vida es súper tranquila. En realidad pasa mucho y son los lugares elegidos muchas veces para perpetrar un montón de injusticias porque los poderes dominantes tienen más fuerza, o porque no hay a lo mejor grupos de resistencia como en las grandes ciudades”, indicó.