El georgiano Amirán Devnozashvili lleva más de diez años impidiendo salir a la calle a sus ocho hijos con la intención de «protegerlos de la mala influencia de la sociedad». Desde el hogar familiar, ubicado a unos 320 kilómetros al noroeste de la capital georgiana, el progenitor ha respondido a las preguntas de varios periodistas de medios locales. «Mis hijos saben cosas importantes como, por ejemplo, que fumar es malo», ha declarado. La situación de secuestro en la que viven los niños, tres de ellos varones y cinco mujeres, no es nueva debido a que sobre Devnozashvili pesa una orden judicial emitida por un juzgado de la zona. Desde 2010, los niños —de entre siete y 21 años—, únicamente salen al exterior de la vivienda para dar paseos por el patio de la misma, alejados de la vista de curiosos y vecinos.
«Les hago hombres yo mismo, les enseño lo que considero necesario, no les hace falta ni química ni física», afirmaba Devnozashvili. La privación de la libertad de los vástagos ha provocado fuertes críticas de trabajadores sociales y vecinos de la localidad, situada en la provincia de Racha-Lechkhumi y Kvemo Svaneti. La presión vecinal, sin embargo, no ha logrado atajar el problema.
El modus operandi del progenitor recuerda a la vida en esclavitud en la que se encontraban recluidos los 13 hermanos, sometidos por sus propios padres, de una misma familia en el estado de California desde hacía años. En la denominada «casa de los horrores», la policía logró detenerlos gracias a la confesión de una de las niñas, que logró escapar de la casa. Los progenitores los mantenían encadenados y desnutridos, hasta el punto que varios de ellos no parecían adultos aunque sí lo fueran; el mayor de ellos tiene 29 años, la menor tan solo dos.
En esta ocasión, las autoridades policiales georgianas han rechazado hacer ningún tipo de comentario al alegar que se trata de «un tema delicado y sensible». Devnozashvili ya ha advertido que si alguien tiene la pretensión de hacerse con la custodia de sus hijos «correrá la sangre». «Llegaré hasta el final, derramaré la sangre, sea mía o la de mis hijos, pero no se saldrán con la suya», ha sentenciado.
FUENTE: EL PAÍS