En las montañas de Islandia se enconde una mole de turbinas y chimeneas escupe al cielo columnas de vapor, gruesas y constantes, mientras se ocupa de generar energía para un país entero.
Hellisheidi es la principal central geotérmica de Islandia, un país donde el 100% de la electricidad proviene de fuentes renovables. Y es, además, una de las plantas geotérmicas más grandes del mundo.
«Esta es una zona volcánica, aprovechamos la energía de los volcanes y el vapor para generar electricidad y proveer de agua caliente a la ciudad, para el sistema de calefacción y para nuestras piscinas y duchas. ¡A los islandeses nos encanta darnos duchas largas y bien calientes!» cuenta Edda Sir Aradóttir, la administradora.
Hellisheidi se encuentra ubicada a unos 25 kilómetros de la capital islandesa, Reikiavik, no es sólo un centro de generación eficiente de energía verde, es también el corazón de un revolucionario proyecto científico, un experimento que trata de capturar el dióxido de carbono (CO2) que ensucia la atmósfera y convertirlo en roca, para siempre.
Una solución para poner a raya las emisiones de este gas dañino, que el año pasado fueron de 32,5 mil millones de toneladas, si se suman las de todos los países del mundo, y así colaborar en la batalla sin tregua contra el cambio climático.
Bautizado CarbFix, el proyecto está en manos de un consorcio internacional de investigadores, con la empresa de energía de Reikiavik, el Centro Nacional de Investigación Científica francés, la Universidad de Islandia y la de Columbia, Nueva York, a la cabeza, además de financiación de la Unión Europea.
Tras las pruebas piloto iniciadas en 2014, CarbFix es ahora una solución permanente, capaz de limpiar un tercio de las emisiones que genera la planta anualmente.