Ignacio Carnevale está a seis materias de ser Ingeniero Electrónico y pasó el contexto de pandemia estudiando y trabajando en la base científica
Ignacio Carnevale emprendió su viaje a la Base Científica Carlini en enero del 2020 y allí es el encargado del laboratorio que hasta marzo 2021. Esta base depende del Instituto Antártico y se encuentra ubicada en la isla 25 de Mayo del archipiélago Shetland del Sur
Ignacio es estudiante de Ingeniería Electrónica de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la UNR y trabaja allí con tres personas: la jefa científica, la licenciada en Bioquímica Jazmín Fógel y Emmanuel Chang.
La licenciada realiza trabajos relacionados con las ciencias del mar y el monitoreo de animales, mientras que Carnevale y Chang están abocados al Laboratorio Multidisciplinarios de Base Carlini. «Ambos somos estudiantes de ingeniería electrónica, solo que Emmanuel estudia en la UBA”, explicó Ignacio.
En el Laboratorio Antártico se registran en forma constante datos sismológicos y geodésicos, que permiten modelar la estructura de la corteza terrestre, contribuyendo a redes de monitoreo sísmico internacional, y pudiendo detectar fenómenos de cambios en la superficie terrestre y obtener cartografía de alta precisión.
“Nuestro trabajo consiste en dar soporte a dichos proyectos y mantener y administrar la red informática y los enlaces satelitales para brindar Internet a la base. Estas tareas son afines a mi carrera, por lo que además me va a servir para acreditar las Prácticas Profesionales Supervisadas en la Facultad”, señaló el futuro ingeniero ante Ileana Carrizo en una entrevista para la página oficial de la UNR.
Durante su estancia en la base debe realizar otras tareas como reparar las computadoras y celulares de los miembros de la dotación, que si bien aclara, “nos son específicas del puesto no hay en la base otras personas que puedan realizarlas”.
Todos los integrantes de la dotación realizan tareas generales vinculadas a la convivencia como por ejemplo ayudante de cocina y colaborar en la limpieza general.
«El trabajo diario depende principalmente de los requerimientos de los proyectos a los que brindamos soporte. Un día a lo mejor trabajamos dentro del laboratorio y al otro salimos en busca de unos sensores que se encuentran en distintas ubicaciones de la isla», contó.
Para Ignacio Carnevale esta es su segunda campaña Antártica, la primera fue durante 2016 en Base Orcadas. Para participar de las mismas, el estudiante, tuvo que pasar por un año de preparación, exámenes físicos y psicológicos.
Sobre sus razones para realizar esta experiencia, Ignacio señaló “lo que motiva a cada uno para venir es muy personal, seguramente hay un componente de aventura que lo hace más atractivo, además del factor profesional y económico. La vida es bastante más tranquila, sin la prisa típica de la ciudad, por esto el trabajo aquí creo que tiene tiempos más humanos. La belleza del paisaje es única y muchas veces se tiene la sensación de ser afortunado porque pocas personas pisaron este suelo. También se siente orgullo por el hecho de que nuestra presencia aquí contribuye a la soberanía del país”.
El estudiante cuenta que también hay muchas dificultades al realizar una invernada en la Antártida, el clima es hostil y se está alejado del resto del mundo “todos los víveres, materiales y demás insumos para el año completo se traen durante el verano y si algo no ingresa durante la descarga no se cuenta con ello durante todo el año, no hay negocios donde ir a comprar, de hecho no se usa dinero”
Las temperaturas bajas complican el trabajo en el exterior, “los materiales no se comportan de la misma manera, algo flexible como un cable, por ejemplo, puede volverse rígido y quebradizo o una cinta aisladora pierde su elasticidad al punto de asemejarse a un papel. Sin contar con el hecho de tener que trabajar con los guantes puestos que te restan movilidad y quitártelos tampoco es la solución ya que el frío te entumecen las manos. Todo esto hace que cada tarea que se realice fuera deba planificarse para estar el menor tiempo posible expuesto al clima hostil. Otro factor de dificultad es el viento que puede llegar a ser muy fuerte. Este año hemos tenido temporales con ráfagas de viento de unos 139 kilómetros por hora”, relató Ignacio.
La convivencia con los miembros de la dotación y la distancia con los afectos pueden ser un desafío durante la campaña de invierno, aunque el joven destaca que “es una experiencia muy enriquecedora. La dotación de la base está integrada por personas de distintas edades, formaciones e idiosincrasias ya que se conforma con gente de varias provincias, tanto civiles como militares y es necesaria siempre un buena cuota de tolerancia ya que se debe poder convivir durante un año con la misma gente”, relata Ignacio, quien afirma que en este tiempo conoció a excelentes personas y se lleva grandes amistades.
El encargado del laboratorio considera que si alguien está interesado en realizar una invernada no debe tomárselo a la ligera. “Le aconsejaría que primero lo medite bien y evalúe si están dadas todas las condiciones en su vida como para estar alejado por un año y si es así, le diría que se anime, que es una oportunidad única y una experiencia maravillosa”.
Este año el contacto con otras bases antárticas estuvo limitada por la pandemia de Covid-19, si bien en la Base Científica Carlini no hubo ningún caso positivo, se aplicaron algunos protocolos para evitar que se diera algún contagio “lo que generó que sea una invernada algo particular, aún más aislada que de costumbre», sin embargo la ausencia de casos hizo que no haya que establecer medidas hacia el interior de la base.
«El 2020 va a ser recordado como el año de la pandemia y es raro pensar que fui una de las pocas personas que se mantuvo al margen. En la base vivimos lo referente al Covid-19 como algo lejano que veíamos por la televisión y, de alguna manera, sólo lo dimensionamos a través del contacto con nuestros seres queridos», reflexionó Ignacio.
A Ignacio Carnevale le quedan 6 materias más el proyecto final para recibirse de Ingeniero Electrónico y el contexto de la pandemia y el cursado virtual le posibilitó realizar materias encontrándose a 3.300 kilómetros de la Facultad.
«Durante el segundo cuatrimestre comencé a cursar un par pero decidí enfocarme en una electiva que pienso que me va a dar herramientas necesarias para encarar algunos de los temas del proyecto final que me interesan. En el cursado virtual no hay demasiada diferencia con mis compañeros que se encuentran en Rosario”, detalló el estudiante.